sábado, 22 de junio de 2019

LA DECISIÓN DE PHURY...44ª


                                                         LA DECISIÓN DE PHURY

                                                                   
                                                                                         

 Vishous y Butch Fated

Las 48 horas pasaron más rápido de lo habitual y lo deseado, así que de nuevo estábamos en el despacho del rey. Anidaba esa entra cuatros paredes y el resto de la casa un ánimo de pesadumbre y de oscuridad acompañado de un silencio tan tenso que cualquier hito de respiración cortaba el aire espeso.

— Acerca de la maldita ceremonia del Gran Padre.

— No hay nada que decir…cumpliré con mi obligación. He dado mi palabra.

— Estaré allí y Phury también —miro al poli — y espero no te empecines en ir con él.

— No te preocupes primo, ya está todo hablado entre V y yo. Me quedare en el Hueco esperando su vuelta. No daré más problemas.

— Te doy las gracias por ello hermano. Nos iremos a medianoche y hasta ese momento estaremos todos juntos aquí.

Todos nos quedamos en los sitios que estamos sin mediar palabra alguna. De repente sentí dos miradas intensas sobre mi persona. Una era de Butch y otra del hermano de Z.

Le di una profunda calada al porro y mire al hermano y a su macho y de vuelta a mi hermano. Este parecía envejecido, tenía la piel más pálida de lo habitual, ya que su tez era morena, la frente arrugada y los labios apretados. No es que Vishous fuera una caja de música, pero hoy era un toque de difuntos.

Eche la columna de humo y mientras apagaba el el porro mire al poli y vi en sus facciones la misma vejez, la misma rabia y algo más que no supe descifrar. Y al contrario que el otro,Butch siempre era la alegría de la huerta y estaba con bromas hoy se había apagado y parecía agotado.

No podía dejar de pensar lo horrible que era ver a dos de mis hermanos sufrir de esa manera y saber que no podía hacer nada al respeto. De repente y cuando una idea cruzo por mi cabeza, mi cuerpo se puso rígido y una misteriosa calma, que no venía de los efectos del porro, descendió sobre mí.