Hago un liado y lo enciendo. La habitación queda alumbrada por un momento por la llama de mi mechero e inhalo la primera bocanada profundamente. Llevo ya cuatro botellas de vodka, cinco con esta y un cenicero desbordante de colillas y cenizas. Espero que esta botella me deje caos y deje de pensar de una puta vez.
Y aquí estoy sumido en la oscuridad y en la locura de mis pensamientos. Siempre me he creído una isla, una roca, un macho poderoso que no necesitaba de nadie. Un guerrero de la Hermandad que estaba bien siendo un lobo solitario. Y resulta que soy un ser patético que esconde su miedo a los sentimientos bajo la capa de un sexo pervertido, dominante y gratificante por los golpes que das a sumiso y sumisas.
Y llegó el poli haciendo mi vida y mi seguridad añicos. Tengo la temible sensación de no ser suficiente para él. De no ser digno de su persona. No dejo de pensar que no le llego ni a las suelas de sus botas. La sensación de esos pensamientos crea un vacío en mi pecho que se rompe y hace sangrar mi corazón. El dolor es tan profundo y agudo que me cuesta respirar. Acabo la botella y voy a por la sexta. La abro y doy un buen trago. Hago otro liado.
Frotó mis ojos y los cierro un momento no queriendo dar más vueltas a mi cabeza. No quiero pensar y mucho menos en Butch. Mi agonía, mi locura. Mi historia imposible. Mi deseo callado. Mi secreto a voces. Hago una mueca por sonrisa y noto que aunque mi corazón late está cubierto por un manto de oscuridad y un desasosiego que me está matando lentamente.