miércoles, 25 de septiembre de 2019

CAMBIOS...7ª


                                                                     CAMBIOS

                                                 

                                         
Butch y Vishous Fated

Me di la vuelta medio dormido. Esta no era mi cama, ni mi almohada, ni las sábanas. El ronquido que sonó a mi lado terminó de confirmarme que no estaba en mi apartamento. Abrí los ojos. Ventanas cubiertas con gruesas cortinas no dejaban entran en la luz, esta venia del baño que tenia la puerta entreabierta  dejando ver algunas cosas. Todo lo que había en la habitación era de un gusto refinado y caro. Antigüedades, cuadros, muebles…como todo lo que había podido ver de la gran casa hasta ahora.

Giré mi cabeza para echar un vistazo de dónde provenía el ronquido…otra cama y en ella un hombre profundamente dormido con la cabeza enterrada en una almohada y sábana y manta tapándole hasta la barbilla.

Y de repente recordé todo.

Vishous, mi nuevo amigo chupa-sangre. Fanático de los Red Sox como yo. Nos habíamos ido a dormir después de bebernos mano a mano dos botellas de buen y caro whisky. Y aunque ahora mismo todo era como una espeluznante película barata de terror, me asombraba recordar con nitidez sus extraños nombres… Tohr diminutivo de Tohrment, Rhage, Phury y Zsadist que ponía los pelos de punta con esa mirada oscura.

Por todos los santos me estaba volviendo loco.

— Oye, detective, ¿qué hora es?

Extendí mi mano hacia la mesa de noche cogiendo mi reloj de pulsera y me fije que al lado estaba la gorra de los Red, un mechero de oro y un guante negro.

— La cinco y media.

— Que bien — me di la vuelta y lo miré — no abras esas cortinas durante dos horas más. Porque yo quedaría hecho cenizas y tú serias comida para perros.

Era pavoroso saber eso pero comprendía a estos tipos. Hablaban mí mismo idioma. Veían el mundo de la misma forma que yo. Me sentí cómodo con ellos.

— Estás sonriendo — le afirme más que pregunté.

viernes, 6 de septiembre de 2019

DESPERTAR...6ª

                     
                                                                   DESPERTAR
                                                   
                                       

Butch y Vishous Fated

Rodé en la cama buscando a Wrath. Me miré al espejo. Cepillé el pelo. Quité las lentillas. Admiré mis colmillos. Me puse una bata y fui en busca de mi vampiro sexy. Había sido mi despertar como vampiresa. Al salir al salón por el enorme cuadro me vi a Butch sentado en el sofá con una impresionante y guapa rubia. Al lado se oía unas escandalosas voces masculinas y una estridente música.

El poli levantó la mirada.

— ¡Beth! — corrí hacia ella envolviéndola en una abrazo de oso en cuanto nuestras miradas se cruzaron al notar alguien en la habitación. — ¿Estas bien?

— Estoy muy bien, de verdad. Estoy como nunca.

— Entonces, ¿hice bien trayéndote a esta guarida?

— Si y no es una guarida.

— Debo marcharme — la voz de Marissa se coló entre nosotros.

La vi levantarse y corrí hacia ella soltando las manos de mi amiga y cogiendo las de ella.

— No. No te vayas. Quiero que conozcas a una buena amiga —enfaticé la última palabra y la lleve hasta donde estaba ella — Beth Randall, ella es Marissa.

— Hola. — levanté mi mano hacia ella.

— Eres la hembra de Wrath. La que él quiere.

— Supongo que esa soy yo.

Volví a bajar mi mano y mis mejillas se encendieron por la admiración en su voz, por cómo me miraba y por el incómodo silencio que no tardó en llegar.

No tenía ni puta idea que pasaba entrelas dos mujeres pero iba a tener un gran problema si a la larga no se soportaban.

— ¿Sabes dónde está Wrath? Butch.

— En el comedor, la habitación al lado de esta. Si te pierdes sigue el escándalo de los hombres y la horrorosa música.

— Gracias, iré a buscarlo.

— Escucha Beth, tenemos que…

— No iré a ninguna parte.

— Está bien, si me necesitas, estaré por aquí.

Volví a sentarme en el sofá con esa belleza a mi lado. Y a medida que las horas fueron pasando y más hablaba con ella, más caía yo a sus pies. Ahora estaba empezando a saber lo que sentía De la Cruz por su mujer después de tantos años de casado.