martes, 14 de mayo de 2019

AL OTRO LADO...43ª



                                                       AL OTRO LADO
                                            
                                           
                            




Vishous y Butch Fated

El ambiente de la reunión de la Hermandad en el despacho del rey era tenso. Había que hablar del tema que estaba sobre la mesa y que no se había vuelto a tocar en 48 horas. Miré a Vishous que estaba recostado contra las puertas dobles y que miraba de frente con los ojos vacíos y la mirada perdida.

La mía era la de un zombi, un muerto en vida. El maldito día había llegado y yo me sentía como un recipiente vacío y roto.

La voz de mi primo resonó en el espeso silencio.

— Vishous.

V levantó la cabeza y lo miro.

— ¡Qué!

— Esta tarde tienes que ir al Otro Lado, ¿no es así?

— Sí.

— Tienes que ir con un representante de la Hermandad y doy por hecho que será Butch, ¿no?

Silencio de mi macho. Lo miré y le pregunté.

— ¿Te importa?

Ni negó, ni asintió. Wrath volvió hablar.

— ¿Te importa a ti, poli?

— No, ¿qué tengo que hacer?

— Es el equivalente a lo que los humanos llamáis padrino de boda. Hoy será la ceremonia de presentación y luego vendrá el ritual, que será mañana.

— Ceremonia de presentación…como si la mujer fuera una yegua o un cuadro— ese pensamiento se me escapo en voz alta y enseguida noté todas las miradas sobre mí — lo siento pero tengo que ser sincero, esto de las Elegidas me parece de una época muy arcaica y antigua. Es como volver a un tiempo en que las mujeres no tenían valor alguno y no me gusta.

— Antiguas reglas. Antiguas tradiciones. Todavía hay un mundo que cambiar y mucho pero ese territorio es de la Virgen Escribana, no el mío. En fin, hoy no hay rotación todos a descansar.

Salimos del despacho entre las brumas del silencio yendo cada uno a su habitación y nosotros al Pit. El puto silencio no termino cuando entramos. Nos sentamos en el sofá y vimos el tiempo correr.

Había llegado la hora de la verdad. Una vez en mi habitación me puse un pantalón flojo de seda negra y una camisa a juego, holgada y del mismo material. Me colgué al cuello el puto medallón del Gran Padre y salí de mi cuarto fumando un cigarro.

No había cerrado la puerta tras de mi cuando oí al poli maldiciendo, paseando como un tigre enjaulado y soltando una retahíla de groserías con una interesante variación de la palabra puta que no tenía desperdició y tenía que apuntar.