viernes, 6 de septiembre de 2019

DESPERTAR...6ª

                     
                                                                   DESPERTAR
                                                   
                                       

Butch y Vishous Fated

Rodé en la cama buscando a Wrath. Me miré al espejo. Cepillé el pelo. Quité las lentillas. Admiré mis colmillos. Me puse una bata y fui en busca de mi vampiro sexy. Había sido mi despertar como vampiresa. Al salir al salón por el enorme cuadro me vi a Butch sentado en el sofá con una impresionante y guapa rubia. Al lado se oía unas escandalosas voces masculinas y una estridente música.

El poli levantó la mirada.

— ¡Beth! — corrí hacia ella envolviéndola en una abrazo de oso en cuanto nuestras miradas se cruzaron al notar alguien en la habitación. — ¿Estas bien?

— Estoy muy bien, de verdad. Estoy como nunca.

— Entonces, ¿hice bien trayéndote a esta guarida?

— Si y no es una guarida.

— Debo marcharme — la voz de Marissa se coló entre nosotros.

La vi levantarse y corrí hacia ella soltando las manos de mi amiga y cogiendo las de ella.

— No. No te vayas. Quiero que conozcas a una buena amiga —enfaticé la última palabra y la lleve hasta donde estaba ella — Beth Randall, ella es Marissa.

— Hola. — levanté mi mano hacia ella.

— Eres la hembra de Wrath. La que él quiere.

— Supongo que esa soy yo.

Volví a bajar mi mano y mis mejillas se encendieron por la admiración en su voz, por cómo me miraba y por el incómodo silencio que no tardó en llegar.

No tenía ni puta idea que pasaba entrelas dos mujeres pero iba a tener un gran problema si a la larga no se soportaban.

— ¿Sabes dónde está Wrath? Butch.

— En el comedor, la habitación al lado de esta. Si te pierdes sigue el escándalo de los hombres y la horrorosa música.

— Gracias, iré a buscarlo.

— Escucha Beth, tenemos que…

— No iré a ninguna parte.

— Está bien, si me necesitas, estaré por aquí.

Volví a sentarme en el sofá con esa belleza a mi lado. Y a medida que las horas fueron pasando y más hablaba con ella, más caía yo a sus pies. Ahora estaba empezando a saber lo que sentía De la Cruz por su mujer después de tantos años de casado.

— Entonces te ganas la vida protegiendo a tu especie. Eso está bien.

— Bueno el verbo más afortunado seria, protegía. Voy a tener que buscarme un nuevo empleo.

— ¿Qué hora es?

— Más de las cuatro.

—Debo irme.

— ¿Cuándo puedo volverte a ver?

— No lo sé — se levantó y yo hice lo propio.

— ¿Podríamos ir a cenar? ¿A comer? ¿Qué vas hacer mañana? — no quería perderle la pista a esta rubia.

— No lo sé — se rió.

— Ah, diablos, no quería asustarte. No quiero que desaparezcas de mi vida.

— No lo haré. ¿Puedo tocarte? Butch.

— Donde quieras preciosidad.

Colocó un dedo sobre mi labio inferior y mi polla volvió a ponerse dura. Con disimulo coloqué mis manos delante del bulto.

— Tu boca es adorable y suave.

Solté el aire contenido y exhalé de nuevo su perfume que me volvía loco. Recorrió mi boca y yo la deje, aunque me estaba matando.

— Nena, no tienes ni idea de lo que me haces.

— ¿Aún quieres verme mañana?

— Sí. ¿Dónde?

— Aquí, mañana por la noche.

—Hasta mañana pues. ¿Necesitas que te lleve? ¿Qué te llamé a un taxi?

—No, usaré mis propios medios.

Le di un casto beso en sus húmedos labios después de que ella me ofreciera el dorso de su mano para que se lo besara. Supuse alguna costumbre de esa gente rarita. Iba a decirle algo y sin más se evaporo, como arena en el viento.

¡Santo dios! Yo era un tío muy cuerdo y según las leyes de la física nadie se podía volatizar y lo que sube, baja, como mi polla en ese momento que paso de estar como una piedra a estar flácida como un trapo. Tragué saliva de seguido y cuando mis cuerdas vocales quisieron actuar pegué un alarido más que un grito a la vez que daba unos pasos hacia atrás.

— ¡Puta mierda! — todavía podía sentir su contacto y su perfume.

Beth llegó corriendo a la habitación seguida por el resto del grupo.

— ¿Estas bien? Poli.

— No, no estoy bien — gruñí — una mierda y jodida mierda si estoy bien.

— ¿Dónde está Marissa? —preguntó Wrath.

— Pues eso me gustaría saber a mí. Estaba a mi lado y al segundo siguiente desapareció como por arte de magia. Y delante de mi…se evaporo…se esfumo…se desapareció— cerré la boca porque me estaba repitiendo y parecía un loco histérico, con motivo, pero loco histérico.

— ¿Puedo contárselo? —Beth le preguntó a su hombre.

— Normalmente te diría que no, pero considerando lo que acaba de ver…adelante.

— ¿Contarme qué? Que sois un atajo de deme…

— Vampiros.

— Sí, claro. Intenta otra cosa dulzura, esa no cuela.

Lo miré y empecé a contarle mi verdadera historia, quien era mi padre. Que era yo y por qué el mundo se había vuelto de revés en unos días. Los cambios, para mejor, que mi cuerpo había tenido. El motivo por el que había estado a punto de morir.

Todo lo que mi amiga me contaba me sonaba a chino pero mi maldito instinto me decía que no era mentira y aun así me era difícil de aceptar.

— Butch, para mí también fue difícil de aceptar.

— Apuesto que sí. Pero los vampiros solo existen en las películas. — Paseé por la habitación deseando beber algo. Me volví a parar frente a ella. — Abre la boca.

Un ruido sordo y desagradable se oyó detrás de mí, al tiempo que una corriente de aire frío me azotaba la espalda.

— Wrath, déjalo. Cálmate.

Separó los labios revelando dos largos caninos que no estaba antes ahí. Mis rodillas temblaron cuando extendí una mano para tocarlos. Una gruesa mano bien conocida por mi cuello, me la sujetó y bajó.

—Mirar y no tocar.

— Son reales poli. Todo esto es real. Ellos son reales.

— ¿La mordiste para convertirla? — él se había puesto al lado de ella.

— No funcionamos así. O naces de nuestra especie y lo eres o no lo eres.

Me deje caer en un sillón que estaba cerca de mí.

— ¿Matasteis a esas prostitutas para beber su sangre?

— No. Vuestra sangre no nos mantienen vivos por mucho tiempo. Yo no las maté.

— Sé que el que murió en la explosión de una bomba lapa en su coche era uno de los vuestros. ¿Tenéis una guerra con otro clan?

— Era el padre de mi leelan y es una sociedad, no un clan y los has conocido. Ya hemos vengado su asesinato cruel. No te voy a mentir detective…ningún humano entra aquí y si alguno tiene la mala idea de amenazar a uno de nosotros o a mi raza, lo matamos sin importa quien sea. Como si es el presidente de tu país.

Ahora empezaba a entender todas esas palabras raras que había oído. Lo que ojos de plata me había dicho. Por qué una bala le hace cosquillas a esa sociedad y el porqué del líquido negro que soltaban. Eran como él cara cortada…seres sin alma y sin esperanza. Eran los malos de la película, por lo que estaba entendiendo.

— A ver si lo he entendido. Esto es como otra especie, los buenos, protegiendo a su raza de esa, otra especie, los malos que sueltan un líquido negro. Que viven junto a los de mi raza, sin esta saber que existáis. Genial.

Vishous se adelantó y me ofreció una botella de whisky escoces.

— Pareces necesitar un poco de esto.

— Gracias, espero que tengáis una buena reserva porque me pienso coger la borrachera del siglo.

— ¿Ya podemos matarlo? — Soltó el piruletas — es solo un humano.

— Retrocede Rhage.

Bebía sin levantar la vista de la alfombra e intentando asimilar toda la información y que mi bella dama era un vampiro, mientras esos dos gruñían y peleaban por mí. Que honor.

— ¿Por qué? Repito que solo es un puto humano.

— Mi shellan es medio humana y es hija del fallecido Dar y ese hombre no va a morir por no ser uno de nosotros.

— Has cambiado.

— Y tú tendrás que hacerlo también hermano.

Harto de que hablaran de mi como si yo no estuviera, me levanté caminado hacia el jodido piruleta aferrando el cuello de la botella medio vacía por sí tenía que rompérsela en la cabeza a ese cabrón.

Ojos de plata se cruzó en mi camino e iba a gruñir cuando le vi la gorra de los Red Sox.

— Desteto golpear a otro fanático de los Red Sox para poder llegar a mi objetivo a golpear.

Una risotada detrás de mí y alguien dijo.

— Esto será divertido.

— ¿Dices la verdad? — señale la gorra en mi cabeza. Y el mal humor por saber que la Marisosa estuvo con el detective se esfumó.

— Nacido y criado en el Sur. Aficionado desde que tengo uso de razón.

— No me gustan los humanos — tal vez algún día me moleste en averiguar porque eso me molestaba tanto.

— Ni a mí los chupa-sangres.

— ¿Cómo llamas a veinte tipos viendo la serie mundial?

— Los Yankees de Nueva York. Ojos de plata.

— ¿Era Curte Schilling un Dios?

— Si y amén a eso hermano.

— Si empiezan hablar de los Red Sox, me largo de aquí — gruño uno de ellos.

Eché un trago de whisky y riendo le pasé la botella a V. Nos dejaron solos cuando empezamos hablar de béisbol.




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