viernes, 29 de abril de 2022

ENCUENTRO OBLIGADO...1ª


                                                    ENCUENTRO OBLIGADO

                                    



Butch Fated

Comisaria de Cawdell , 10.30 de la mañana.

Aparqué el coche en mi sitio y abrí la puerta cogiendo dos aspirinas de un tubo que había en la guantera y devolviéndolo a su sitio me las tomé a palo seco. Tenía que dejar de beber…algún día. Quité las llaves del contacto y me bajé cerrando la puerta con el mando. Me quito la chaqueta, aflojo mi corbata y la colgué de un dedo en mi hombro derecho poniendo rumbo a la comisaria. Puto Agosto, como apretaba.

Entré colgando la chaqueta en mi silla e iba a por un café solo y fuerte cuando Oscar me frenó en seco.

— El capitán quiere verte.

— Joder, como corren las noticias en este lugar.

— Te pasas a veces irlandés.

— Hispano, os corréis de gusto cuando me pongo en modo boxeador.

— Hijo de puta…pero cierto es. Anda ve que ya sabes que el capi no tiene mucha paciencia cuando se trata de golpear a un delincuente.

Gruñí, algo que hacía muy a menudo desde hacía un año, respiré profundo y una vez delante de la puerta toqué y entré.

— ¿Me buscabas De la Vega?

— Pasa, siéntate y cierra la jodida puerta.

Me senté estirando mis piernas sobre su mesa, crucé mis tobillos y mis manos detrás de la cabeza. El seguía de espaldas a mí mirando por la ventana y hablando desde su móvil personal. Minutos después se dio la vuelta. Nos miramos y tirando su teléfono sobre la mesa se sentó de frente a mí.

— Doy por hecho que si me llamaste es que soy bueno para algo.

— Baja tus piernas de mi mesa. Y tienes muy claro porque te hice llamar. ¿Qué carajos pasó ayer en el calabozo?

— Para que preguntas si ya lo sabes.

— No me toques el cojón irlandés. ¿Sabes por qué te has quedado en Teniente?

— Ilústrame.

— Fuimos juntos a la academia, después de cumplir con los Marines y la patria. Nos graduamos el mismo día y después de tres años ambos caímos en esta comisaria. Tenemos la misma edad, 40 tacos y yo soy Capitán y tú solo un fantoche Teniente y todo por tu puta manía de utilizar algunos delincuentes como saco de boxeo.

— Si lo hago es porque se lo merecen. Más cuando tocan a niños o violan mujeres.

— Para eso está la ley.

— Tú y yo sabemos que más veces de las que nos gustaría entran por una puerta y salen por la otra.

— No me jodas, claro que lo sé. Pero lo que tú haces es pan para hoy y hambre para mañana. Si te quieres desahogar está el puto gimnasio.

— ¡Venga ya!...sabes tan bien como yo que se lo merecen.

— Lo sé, pero no puedes hacerlo y es una orden. Esta vez he podido cubrir tu culo, una más…la próxima dejo que Asuntos Internos te caiga encima y dejo que te pongan a patrullar seis meses vestido de pitufo.

— Gracias.

— De nada. Un día de estos te mataré Butch. Tienes compañero nuevo y procura que te aguante más tiempo que el anterior.

— Mierda, no me jodas. Trabajo mejor solo y lo sabes.

— Es la normativa y procura que no lo hieran la primera semana como paso con Michael.

— ¿Novato?

— Recién salido de la academia.

— Me quieres matar antes de tiempo.

— Míralo desde mi perspectiva, sino te mato yo lo hará un delincuente que has golpeado delante de toda la comisaria. Y eso no es lo más grave, no. Lo más grave es que todos se callan y dicen no haber visto nada. Pero al tema…cuida del chico o las canas que tengo por tu puta culpa te las haré tragar una a una.

— Me vengaré.

— Lo que tú digas. Sara que vayas a cenar el martes.

— Ahí estaré.

— Y ahora a trabajar. Ha habido otra prostituta muerta.

— ¿Desangrada?

— Del todo. Coge a tu nuevo compañero y preséntate en el Bar El Infierno, que está en la zona norte. Ese local lleva un año abierto y hasta ahora no ha habido ningún problema, pero no está de más hacerle una visita a su dueño. Llévate a tu compañero que se llama Alberto.

— Vaya tendré que buscarle un apodo…Hispano ya está ocupado.

— Nació en México y se crio en Estados Unidos.

— ¡Ya está! Mariachi.

— Tienes la maldita culpa que se nos conozca por la comisaria de los apodos.

Me reí a carcajadas levantándome y yendo hacia la puerta abriéndola.

— No quieras saber el tuyo amigo.

— Quítate de mí vista antes de que te arreste cabrón.

Salí y fui en busca de mi café y mi nuevo compañero. Me lo había terminado cuando este llegó hasta mí y se presentó. Le enseñe toda la comisaria, incluidos el gimnasio, los vestuarios, la zona donde echamos una cabezada cuando nos tocaba el turno de noche y los calabozos. Le presente a todos los muchachos y muchachas que estaban trabajando ese día dentro y le dije que ya iría conociendo al resto. Se echó a reír cuando le dije su apodo, le dije el mío y nos pusimos a trabajar.

Entraba la noche cuando nos dirigimos en mi coche a la zona Norte pero antes haríamos una parada en donde fue encontrada la prostituta muerta. Eran la novena en tres meses y no había una maldita prueba de nada y ni tampoco una idea de quién. Por eso me gustaba revisar el lugar cuando todos los que tenían que pasar y estar ya había pasado y estado. Siempre encontraba algo fuera de lugar que me daba vía libre para llegar al asesino, pero en este maldito caso eso aún no había pasado.




 Vishous Fated

Bar El Infierno, 10.30 de la noche.

Me puse la camiseta negra, era mi color fetiche y me serví un café oscuro y sin azúcar mirando mi local desde la cristalera colocada en la parta alta donde estaba mi santuario, no eran sus paredes y pisos todos negros porque los otros no me dejaron pero al menos los suelos y muebles si lo eran. Mi dormitorio personal y una baño todo de negro. Yo podía ver pero a mí no me veían, ni nada de lo que pudiera pasar en mi oficina. Me giré y la mire…era grande. También había una pequeña cocina, un mueble bar y una mesa negra grande con diez sillas robustas del mismo color. Una no muy pequeña habitación para curar heridas no muy grandes y en una esquina una mesa de ordenador con cuatro pantallas con dos teclados y el último sistema instalado en ellas. Dos impresoras y en el otro rincón una mesa de billar.

Volví a darme la vuelta después de haberme puesto el segundo café y miré con orgullo el local. No era solo mío aunque yo era la cabeza pensante y la cara que llamaban jefe. Éramos siete en total y este bar era nuestra oportunidad de empezar de cero, una nueva vida para todos. Era grande y como no el negro como color predominante. Tenía dos grandes barras, una a la derecha y otra a la izquierda, según entrabas al local, con seis cajas de registradoras cada una de ellas. Tres pistas de bailes y en la zona alta pero frente a mí una cabina de Disc - jockey, su cristalera si permitía que se viera todo lo que ahí sucedía. Un poco separados de esa cabima estaba la que tenía los ordenadores que controlaban y dejaban ver lo que grababan las cámaras, esa cristalera era como la mía. A ambas se subían pasando por detrás de la barra que estaba a la izquierda y subiendo unas escaleras de acero. A mano izquierda unos reservados cubiertos con cortinas de terciopelo oscuro pero con cámaras colocadas de forma estratégica para que no se maltrate a nadie, si se pasen o tomen drogas. Todo el local tenía esas cámaras colocadas de forma que nadie que entrara pudiera notarlo. No queríamos problemas con la ley y mucho menos las putas drogas campando a sus anchas por nuestro local. Si entrabas y seguías de frente había al fondo un portón doble con puertas de acero y que tenía por nombre El Purgatorio…si entrabas tenías que bajar unas escaleras que te llevaban a una zona donde había dos gorilas que te franqueaban otra puerta que te llevaba a un gran pasillo totalmente negro lleno de puertas a ambos lados de este donde se practicaba el Bondage, algo que me gustaba hacer. Esas habitaciones también con cámaras, baños y todos los aparatos que hacían falta para llevar a cabo los fetiches de sumisión y dominación. Yo mismo había probado los sumisos y sumisas antes de contratarlos y se les pagaba muy bien, además se les cuidaba y mucho. En el piso superior donde estaba mi oficina y a la que se subía desde detrás de la barra que estaba a la derecha y a la que también se subía desde una escalera de acero, también había varias habitaciones con sus duchas para los chicos descansar, un dispensario más grande y un gimnasio. Separado unos metros del Purgatorio estaban los baños para machos y hembras, donde habían en cada uno dos hombre y mujeres bien preparados para que nada que no debía se moviera en esos lugares. Y como nos las dos salidas de incendios y extintores por todo el local. Además de un buen sistema de alarma para que nadie entrara cuando se cerraba que yo mismo había inventado e instalado. Un aparcamiento por delante para coches y otro detrás para las motos. Según entrabas había otra habitación donde dejabas tus abrigos y bolsos si querías, te vendían tabaco y luego ya te abrían para entrar al local. Insonorizado por completo. Y dando trabajo entre seguridad, porteros, camareros, sumisos y sumisas, el pincha discos, más los que vigilaban las cámaras, a cien personas. Todos menos nosotros se comunicaban por un aparato en la oreja en comunicación con otro que rodeaba la muñeca, por si hay algún problema en una zona ir atajarlo.

Y hasta ahora todo iba como la seda y ganábamos pasta a manos llena. Llevábamos una buena y digna vida. Pero mejor me callo no sea que la vida nos des una patada en el culo y tengamos que volver a las montañas a vivir como salvajes, de nuevo. Habíamos podido, por fin, tener una gran casa que llamábamos hogar, bueno era una Mansión. Estaba en las afueras y era invisible a la vista de los humanos. Detrás teníamos un bosque y la casa estaba rodeada por un gran muro y otro buen sistema de seguridad instalado por mí. En nuestro local entraba humanos y vampiros, si es lo que somos. Los de mi especie tienen prohibido darse a conocer y cuando necesitan sangre les damos un lugar que no está a la vista en el local y los humanos para que lo hagan. Una única condición…borrarles la memoria y no matarlos. Nos comunicamos entre nosotros con la mente.

Todos éramos de clanes de vampiros que nos habían expulsados por diversos motivos de nuestros clanes de nacimiento. El sol no era mortal pero nos podía producir graves quemaduras de las que podíamos morir. Si era muy intenso no podíamos caminar bajo el. Éramos inmortales pero con pequeños matices. También valía para matarnos si nos cortaban el cuello de lado a lado. Inmunes a todas las enfermedades de los humanos. Aparentábamos edades no muy avanzadas máximo 40 años cuando la realidad es que yo, por ejemplo, tengo 405 años de vida.

El interfono en la mesa sonó.

— Sí.

— Jefe problemas.

Salí dejando la taza y bajando las escaleras. Mis chicos estaban con cara de preocupación alrededor de la barra.

— Otra prostituta desangrada, sin una gota de sangre en las venas. —me dijo Víbora.

— ¿En nuestra zona? — pregunté.

— Sí.

— Pronto tendremos a la policía husmeando por aquí y eso será un gran problema.

— No somos los únicos vampiro en Cadwell , pero ningún clan, ni nosotros hacemos eso. —terció Veneno.

— Que sepamos…hay que hacer averiguaciones de forma que no se note que estamos interesados. Hay que averiguar si otro clan ha llegado o alguien nuevo se ha instalado en las afueras o en los barrios bajos.

— Me pongo a ello — se ofreció Maldito.

 — Mañana y te llevas a Demonio contigo. Hacerlo como sabéis. Dejar entrar al personal hay que prepararlo todo en unas horas abrimos.




 Butch y Vishous Fated

Eran las once de la noche cuando llegamos al nuevo local abierto hacia un año. Era temprano porque en el aparcamiento solo estaban los coches de los empleados, lo sabía porque estaban aparcados en la zona habitada para ellos. A partir de la una se llenaba y era una odisea encontrar donde aparcar dentro. Más de una vez había pasado por delante y era una locura hasta donde llegaba la cola y como se llenaba las zonas colindantes de coches que no se podían quedar aparcados dentro.

Toqué en la puerta doble de hierro macizo.

— Yo hago las preguntas. Estate alerta por si tenemos problemas…entendido.

— Entendido señor.

— Butch, me llamo Butch, soy tu compañero no tu jefe.

Un gorila abrió una de las puertas.

— Aún no es la hora de abrir.

— Para mí si —saqué mi placa—este es mi compañero.

Cerró y nos dejó esperando.

— Jefe, la policía.

— Déjalos entrar. Mantener la calma y dejarme hablar a mí.

Por fin la puerta se abrió y el gorila nos cedió el paso. Se apresuró para abrirnos la segunda puerta y el lugar se hizo visible. Era enorme y el color predominante era el negro con matices de un rojo suave en algunos lugares. Dos barras con un botellero que iba de lado a lado, el paraíso de un buen borracho como yo. Vi por las marcas de whisky que eran de los buenos y tenía la sensación de que no vendía whisky mezclado con agua. Se veían camareros poniendo todo el orden y más personas ocupando sus puestos. No pude evitar fijarme en la parte superior y casi suelto un silbido de admiración. Caminamos hasta estar a la mitad de la barra a la derecha y toparme con siete hombres, contando el gorila que me abrió, alrededor de ese tramo de la barra.

— ¿El dueño del garito?

— Soy yo detective.

— Teniente. Su nombre y el de los hombres de su banda.

— Son mis socios y no somos ninguna banda. Yo me llamo Sanguinario. Los dos a mi derecha Maldito y Muerte. Los de mi izquierda Cazador y Demonio. Dentro de la barra Víbora y quien les abrió las puertas Daga… ¿los suyos?

— El Duro y Mariachi.

Un tenso silencio se instaló alrededor de todos nosotros hasta que de repente estridentes carcajadas llenaron el lugar haciendo que los que estaban dentro nos miraran como si estuviéramos locos, pero volviendo a lo suyo.

Mientras se reían yo los observaba y estaba maldiciendo en silencio. Los sietes median dos metros como mucho y metro noventa como poco. Llevaban tatuajes, el que había hablado los tenía en la sien derecha. Su mano derecha la tenía cubierta con un guante de cuero negro, supongo que es la moda. Sus cuerpos fibrosos, bien trabajados y llenos de músculos que me daba que si los tocaba estarían duros como rocas. Sus hombros anchos, brazos largos y manos grandes, muy grandes. Auras letales y peligrosas. Algunos con el pelo corto y otros con el pelo largo. Uno lo llevaba a lo militar como yo. Y aunque no soy hombre que admire la belleza masculina, que me maten si no parecían modelos, hasta el que se hacía llamar Daga aunque al mirar sus ojos no se veía sino oscuridad. Y hablando de ojos había quien los tenia de colores normales y otros con colores dispares, como el jefe…eran como del color de la plata. A estos nadie les soplaba en la nuca y salían con vida.

— ¡Basta muchachos! Al Teniente no le ha gustado la broma.

— No tengo problemas con las bromas…lo tengo con ustedes. Tenéis un minuto para decirme vuestros nombres.

— ¿O qué Teniente?

— Hago una llamada, lleno este antro de policías y lo pongo patas arribas después de arrestarte a ti y a tu socios.

— Nadie viene a nuestra casa amenazando.

— Y a nosotros nadie nos toma el pelo.

Hubo un momento de silencio donde se midieron las fuerzas. Hasta que el jefe hablo.

— Empecemos de nuevo. Yo soy Vishous. Los de mi derecha son hermanos y se llaman Zaros y Zane. A mi izquierda son Gabriel y Lauden. Dentro de la barra es Jue. Y quien os abrió se llama Kieran, son sus reales nombres. Si queréis os enseñan su identificación.

— Te creo. Yo soy Butch y mi compañero Alberto.

— ¿Una copa?

— No, gracias. Estamos de servicio. El motivo de nuestra visita es preguntar si sabéis algo de las prostitutas asesinadas en esta zona.

— Sabemos lo que hemos oído en las noticias o leemos en los periódicos. Así que me temo que no podemos ayudarle.

— ¿Tus socios no tienen lengua?

— Sí. Pero igual que usted ha dicho a su compañero que llevaría la voz cantante…yo he hecho lo mismo con mis socios. Demasiadas bocas dando explicaciones aturullan el cerebro.

— Touche. La zona Norte siempre ha estado en el radar de la policía y más ahora con los asesinatos de esas mujeres.

— Llevamos un año abierto y no hemos dado problemas.

— Es cierto. Pero habéis cogido una mala zona para montar este negocio.

— Nos va bien y sabemos mantener la escoria fuera de aquí y los alrededores del local.

— Os dejo mi tarjeta por si alguien se va de la lengua dentro del bar— la puse sobre la barra y me fije en las puertas que había al fondo — ¿Qué hay ahí dentro? — señale hacia el lugar.

— Cuando traigas una orden de registro te mostraré lo que hay, mientras se quedan como están…cerradas.

Noté el cambio que hubo del usted al tú. No es que me importara, pero me llamo la atención. Adelante mi mano y el hizo lo mismo con la suya cuando las estrechamos. Una descarga eléctrica nos sacudió y nos quedamos mirando cuando chispas revolotearon alrededor de nuestras manos. Nos soltamos a la vez y yo pasé mi mano por mi vaquero con disimulo.

— Gracias por todo. Que tengan una buena noche.

— Igualmente Teniente. Venga a tomarse una copa cuando no este de servicio…los dos.

— Así lo haremos.— De nuevo el cambio de tú a usted.

Salimos y respiramos profundamente de camino a mi coche.

— Mierda jefe por poco me meo en el pantalón.

— Veo que también lo notaste. Y me llamo But…— me calle. Iba a tomar tiempo que me llamara por mi nombre.

— Son peligrosos y letales.

— Mi instinto me dice que detrás de esa fachada hay algo más que unos simples hombres de negocios. Y por mis cojones que lo voy averiguar.

— ¿Pueden ser los asesinos? — me preguntó ya dentro del coche.

— No lo sé, pero los tendré vigilados. Y en cuanto lleguemos a la comisaria hay que averiguar si existen, si están en el sistema y si con esos nombres fueron bautizados. Hazme una perdida y graba mi número y hare lo mismo con el tuyo.

Por fin salimos del aparcamiento de ese lugar que me ponía los pelos de punta.

Me quede pensando en la maldita descarga que me dio cuando nuestras manos se chocaron. Iba a darle la izquierda diciendo que tenía una lesión en la derecha cuando se adelantó y estrechó la suya contra la que tenía cubierta con un guante, por lo peligrosa que era esa mano mía iba siempre tapada en público y aun así procuraba que nadie la tocara. Y tan solo una descarga, no hubo nada. No se prendió fuego, no grito de dolor…NADA.

Los demás también lo habían notado pero guardaron silencio con lo sucedido.

— Vamos a estar en la mira de ese policía — me hizo notar Jue.

— Lo sé y por eso mañana os ponéis en marcha y buscáis información, sea como sea. Me temo que ese Teniente es como un buen sabueso que no suelta su presa hasta que la caza.

— Pues veamos quien caza a quien — dijo Cazador chasqueando la lengua.

Cada uno se fue a su puesto menos Jue.

— ¿Lo vigilo?

— Si…sé su sombra.

Sin más orden desapareció y yo subí a mi oficina a buscar información de ese policía en los ordenadores.


2 comentarios:

  1. La madre que os pario. Y esto en el primer capítulo,no quiero imaginar,si no leer como será el resto. Gracias amigos. Ya está interesante y con ganas de leer mucho màs. Besos.

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    1. Muchas gracias guapísima. Ya estamos con el segundo y veamos que sale de esta locura. Mil besos.

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