martes, 15 de octubre de 2019

REGALO...9ª

               
                                                                   REGALO

                                               


Vishous y Butch Fated

Habían pasado dos años y la vida de todos había cambiado para bien. Vivir todos juntos, menos Thor y su bella mujer embarazada, no era tan malo después de todo y había sido una muy buena idea.

Teníamos nuevos reclutas y Z había dejado de ser un alma sin vida y un kamikaze sin destino. Enamorarse de Bella, la hermana del Reverendo, y tener una hija llamada Nalla había tenido un cambio espectacular en su persona, aunque el cambio empezó antes de que su hembra viniera en su busca.

Uno de los reclutas, el llamado Jhonn, tenía algo que me llamaba la atención y aún no había averiguado que era. Solo me daba la sensación de que me era conocido y no lo terminaba de ubicar de donde o de que. Thor y Wellisee lo habían acogido bajo su tutela y lo trataban como un hijo.

Las obras en el Túnel habían dado sus frutos…un garaje grande donde guardar los coches y los ataúdes. Varias salas de entrenamiento. Y el Pit donde vivíamos el poli, Marissa y yo, unir tres de esas habitaciones había hecho posible que tuviéramos un buen hogar, era así como lo llamaba Butch. Y aún quedaban varias y extensas habitaciones libres, eso si ya limpias y sin escombros.

Una queja que venia del poli me sacó de mis pensamientos.

— Este cuero no me convence nada, prefiero un vaquero.

Levanté la mirada de mi centro de informática. Butch estaba de pie en la sala de la Guarida, con un pantalón de cuero y una cara de “esto – no – va – a – funcionar”

— ¿Acaso no te queda bien? — le pregunté.

— No es eso. No te cabrees, pero esto es ropa de macarras, motoristas y chulos — levanté mis brazos y giré sobre mí mismo — me refiero a…

— Son para luchar, no para ir a la moda.

— Lo mismo sucede con las faldas escocesas y no me veras en tu puta vida con una de ellas puestas.

— Gracias al Fade…tus piernas son muy feas.

— Muérdeme.

— Ya te gustaría — eso quisiera yo, pensé.

Haciendo una mueca me estiré para alcanzar mi reserva de tabaco turco y hacerme uno. Mientras me lo hacía obligué a mi mente recordar dos cosas: el poli era heterosexual y tenía una hembra que era el amor de su vida. Nunca se cansaba de decirlo. Encendí el liado intentando no volver a mirar al poli pero mi maldita vista periférica siempre me traicionaba. ¡Yo era un cabrón pervertido!

Me daba miedo lo muy unido que estaba a él desde hacía dos años. En mi puta vida de trescientos y picos años nunca me había acercado tanto a una persona, ni vampiro y mucho menos humano. Ni a mis hermanos de la Hermandad. Vivíamos, nos emborrachábamos, hacíamos ejercicios y peleábamos juntos. Y lo sentía muy cerca de mí en todos los sentidos.

Me paseaba de un lado a otro tratando de acostumbrarme a ese pantalón y sabía y sentía que Vishous no me quitaba la vista de encima mientras fumaba. Su vista periférica era envidiable. Y solo cuando me miraba así me gustaría ser un vampiro y poder leer su mente para saber que pensaba mientras me miraba. Mi piel se erizaba cuando lo hacía.

— Definitivamente no me voy a sentir cómodo con este cuero envolviendo mi cuerpo de cintura para abajo.

Quien fuera ese cuero para rozar tu polla…gruñí ante ese puto pensamiento. Tenía la sensación o mejor la percepción de que el poli sabía lo que estaba pasando, era mi mejor amigo y me conocía como nadie y Marissa también lo sabía, no era tonta. Hasta la puta Hermandad, nido de viejas chismosas, lo sabían…pero todos guardaban silencio y parecía que nadie tenía problemas con eso, bien, no me apetecía matar a uno de los míos.

Pero yo sí. No soportaba lo que sentía. Y no me soportaba a mí mismo. Cambié de tercio.

— ¿Vas a probarte el resto del equipo? ¿o vas a seguir quejándote del pantalón un rato más?

— No me hagas ponerte contra el suelo.

— Inténtalo poli.

— Cabrón — avancé hasta uno de los sofás y agarré una cartuchera de cuerpo poniéndomela. Tan pronto la deslicé por mis hombros cuadrados el cuero se ciñó a mi torso sin problema — ¡Mierda! Se ajusta de puta madre.

— Te tomé las medidas, ¿lo has olvidado?

— No — y tampoco las sensaciones que tuve al sentir el calor de sus manos y como sus dedos se movían por mi torso y espalda al tomar las medidas.

— Te queda como un guante.

Abroché la hebilla de la cartuchera y algo brillo en uno de los sillones del sofá, me fijé y me quedé mudo. Era una caja de madera negra con el escudo dorado de la Hermandad. La cogí y fui hacia Vishous.

— ¿Qué es esto?

— Un regalo.

— ¿Pero qué es?

— ¡Abre la maldita caja! —apagué el liado sin acabarlo y encendí otro. Era una suerte no enfermar de nada porque últimamente fumaba más que en toda mi larga vida.

— No me lo puedo creer…un regalo tuyo.

— ¡Abre.la.maldita.caja!

—De verdad…

—¡¡ÁBRELA!! — lo mato, de esta lo mato.

Accione el mecanismo de la cerradura que era de oro macizo, antes de que al chupa-sangres le diera un infarto y levanté la tapa. Sobre un cojín de seda roja reposaban cuatro dagas iguales y afiladas para ser letales. Me apostaría mi vida que tendría las características justas para que se ajustaran a mis manos.

— ¡Santo Dios! ¡Son preciosas!

— Gracias — solté otra bocanada de humo.

Lo miré sin apartar mis ojos de V.

— ¿Tú has hecho esto para mí?

—Sí, pero no es nada especial. Ya era hora de que tuvieras tus propias dagas, habías perdido las que ya te había dado. Las hago pata todos. —Levanté mi mano enguantada — ya conoces lo bueno que soy con el fuego — me callé que estuve una semana hasta que quedaron perfectas porque eran para él.

— Vishous…gracias.

— De nada, soy el hombre de los cuchillos.

— Son dagas, no cuchillos—le guiñe un ojo sonriendo. — Son perfectas — saqué una y la calibré sonriendo más aun — Peso exacto. Empuñadura perfecta.

— Tienen que ser así—esos elogios me gustaron y cabrearon a partes iguales.

— Gracias.

— De nada.

—V, de verdad.

— A la mierda —notando que mi compañero no me respondía con otra grosería levanté la mirada y fue un error.

Butch estaba frente a mí y sus ojos color miel brillaban con una expresión de alegría y compresión a partes iguales. Deseé que no tuviera esa mirada. Clavé mi mirada en el mechero, la suya me quemaba.

Deslicé la punta de la daga debajo de su barbilla, obligándolo a levantar la cabeza y mirarme.

— Son hermosas. Perfectas. Maravillosas y las hiciste tú. Mírame.

Mi cuerpo se tensó, luego me estremecí al sentir el frio de la hoja tocar mi piel. Levanté mi cabeza para cerrar los ojos. Me incliné deliberadamente sobre la punta de manera que la hoja me cortó la garganta. Mientras me tragaba la punzada de dolor, me aferré a él y lo usé para recordarme que era un puto y maldito pervertido y que por ello me merecía el daño.

— Déjame en paz.

— Oblígame. Solo te estoy dando las gracias por hacer algo estupendo para mí. En mi vida he recibido pocos regalos. No es nada del otro mundo.

Durante una fracción de segundo sentí el impulso de lanzarme contra mi amigo y golpearlo, ¿nada del otro mundo? Dice el muy hijo de puta. Abrí los ojos y lo miré.

 — Eso es pura mierda y tú lo sabes.

Quité la daga de su piel y la guarde en la caja.

— Lo s….

— No vayas a decir que lo sientes porque me puedo poner muy violento — un hilo de sangre se deslizó por mi cuello, tibio y suave como un beso. Como unos calientes labios.

— Pues lo siento—los dos sabíamos que no hablábamos del regalo.

— No hay nada que lamentar.

— No quería hacerte daño Vishous.

— ¡Basta!...no vamos hablar más de este asunto—llevé un dedo a mi garganta y recogí el hilo de sangre en uno de mis dedos. Mientras lo lamia lo miraba.

Estaba muy claro que no podía seguir viviendo con ellos. El recuerdo constante de lo que no podía tener y no debería desear me estaba matando. Y el infierno sabía que yo estaba en malas condiciones. Llevaba semanas sin dormir y eso no era nada bueno.

La puerta oculta que llevaba al Túnel se abrió y el olor a océano invadió la Guarida y ella apareció. Era conocida como la gran belleza de la especie y hasta yo que no la soportaba admiraba tal belleza.

— Hola chicos — me detuve de repente y miré a mi poli, con su pantalón de cuero — ¡Por… Dios…mira ese pantalón!

— Si, ya lo sé. Son una mi….

— ¿Podrías venir aquí un momento? —Empecé a caminar por el pasillo que llevaba a nuestra habitación — te necesito un minuto o tal vez diez o más.

— Linda, soy todo tuyo— miré a V que con esa lamida y chupada de dedo ensangrentado me había puesto duro. Me quité la cartuchera y la deje sobre la caja cerrada — guárdame los tesoros un rato. Ahora sí que me está gustando este maldito pantalón. Dile a Fritz que me traiga cincuenta más.

— Van de cien en cien.

— Perfecto —Salí corriendo de la sala dirección a nuestra habitación.

Cuando me quedé solo en el salón el olor a sexo que había dejado la hembra lleno mis fosas nasales. Gruñí. Hoy no podía quedarme en este lugar. Me levanté cogiendo mi abrigo y marcando a un sumiso que aguantará una sección sangrienta y dura. Si quería propiciar una maldita separación iba a tener que iniciarla yo. El problema era que no estar todo el tiempo con Butch me resultaba…impensable.

Era mejor la tortura que el exilio sin verlo, sin olerlo u oírlo.

Mientras le hacia el amor a mi mujer no podía apartar de mi cabeza la imagen de Vishous chupando su dedo con su sangre y ante ese recuerdo mi polla se hinchaba más y más. Tal vez había llegado la hora de que Marissa y yo nos mudáramos al piso superior, pero tan nefasta idea hizo que mi corazón diera un vuelco y mi piel se estremeciera. Estar lejos de mi mejor amigo no había sido un buen pensamiento. Era una locura y no habría mudanza.

— Butch, ¿estás bien?

— Si, ¿por?

— Estas como distraído.

— Para nada mi bella dama. Te voy a demostrar lo que te amo.

Me obligué a concentrarme en el cuerpo debajo del mío.

Fui antes de salir a la cocina y me di de bruces con el hermano Phury. Mi boca fue más rápida que mi sentido común.

— Una vez soñé contigo. Hace muchos años.

— Lo siento hermano, ¿qué has dicho?

— Que hace muchos años soñé contigo.

— ¿Y que viste?

— De pie en una encrucijada, en medio de un campo blanco. En un día de tormenta. Agarraste una nube del cielo y la envolviste alrededor de un charco. La lluvia cesó.

— No le encuentro significado, pero es muy poético.

— Yo solo tengo las visiones y sueños, lo que significan ni puta idea. Deja de pensar o estar cerca de Bella, porque cuando se va te quedas fatal. Buenas noches hermano.

— Buenas noches V.

Salí al jardín y me materialicé en el balcón de mi ático terminándome el sándwich de pavo. Al menos por unas horas iba a remediar la obsesión que tenía con el puto poli.

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