lunes, 6 de febrero de 2017

PRIMER ENCUENTRO...1ª


                                                        PRIMER ENCUENTRO



Vishous y Butch Fated

Una noche más a patear y encontrar hijos de putas albinos para patearles el culo y volver a la mansión. Hoy me tocaba a mí patrullar solo y la verdad es que lo prefería. Aguantar a otro de mis hermanos no estaba en mis libros. Al único que soportaba era a Thor, el resto gastaba mucha saliva hablando o haciendo chistes que no hacían gracia alguna. Lo de patrullar solo era nuevo, desde la muerte del hermano Darius nos habíamos quedado cojos para salir de caza en pareja.

Me lié un turco y disfrute del silencio mientras seguía mi patrulla. Me patee a mí mismo mi culo, no había visto la muerte del hermano. Mis visiones me habían fallado en un momento crucial para nuestra supervivencia. De por sí ya éramos pocos y una baja en nuestras filas no nos hacía ningún bien. Un grupo de humanos paso por mi lado y sonreí socarrón, al oler ese matiz que hablaba de miedo y respeto. Me pregunto qué pasaría si estos insectos insignificantes que se llamaban a sí mismo la raza superior y que yo llamo cucarachas humanas, supiera que había una raza mucho más superior que ellos y que defendían su mundo de otra raza tan miserable como ellos pero más fuertes que ellos mismos: la Sociedad Restrictiva.

Sacudí mi cabeza negando. Apague mi cigarro en la suela de mi bota y metí la colilla en un bolsillo de mi abrigo largo. Que cojones me importaba a mí lo que le sucediera a una raza tan mediocre y que solo pensaba en matarse los unos a los otros. La mayoría de los días no me importaba lo que le pasara a mi propia raza, cuanto menos al resto del mundo. ¡¡Sí!! Vishous el antisocial, ese soy yo.


Seguía inmenso en mis pensamientos cuando el olor a talco lleno mi nariz y me impulso a correr hacia el callejón de donde salía tan apestoso olor de mis enemigos. En la carrera me asegure que mis dagas estaban en su sitio, la pistola también y llame a Thor para darle mi enclave.

— V, ¿Qué pasa?

— Albinos, callejón entre el Zerum y la segunda. Cerca del rio.

— No empieces la fiesta sin nosotros.

Corte la comunicación y como un loco demente me adentre. Me pare en seco y abrí mis piernas. Metí los dedos en mi boca y silbe.

— ¡Comadrejas! ¿Me buscabais?

Note que el joven vampiro que habían atacado no se movía, pero hasta no estar seguro de que estuviera muerto los tenía que alejar de él. Agarre dos dagas, una en cada mano y me puse en posición defensiva.

— Has llegado tarde guerrero.

— Vaya, siempre llego tarde a lo mejor de la fiesta.

— Tú — uno de esos cabrones, me señalo — serás el siguiente.

— Antes tendréis que cogerme.

Y sin más preámbulos corrí hacia la muralla que habían formado. Estaba bien jodido si los demás guerreros no llegaban. No era Superman. Pero era bueno en la lucha. Creído, me dije a mi mismo y riendo como un loco salido de un infierno, puse en movimiento mis dagas.

¿Iba a terminar así? Me preguntaba mientras daba vueltas a mi vaso de whisky. Trabajando de investigador privado o como guardia de seguridad. Eso, sí de esta no era despedido por golpear a un detenido, no era la primera vez o por indolente. ¿Seguiría viviendo en mi apartamento de dos habitaciones hasta que mi hígado dijera, basta? Y solo. Hacía tiempo que quemaba mi malestar en alcohol y putas. Trago de un golpe lo que queda en mi vaso y hago señas a la camarera para que me sirva otro. 

Cada vez que me paraba a pensar que hacía con mi vida me deprimía y me sentía más viejo de lo que era y más quemado de lo que ya estaba. Irse de putas era una vía fácil para no arrastrar a una buena mujer a lo que era la vida de un poli. Emborracharse una noche si y otra también era lo mejor para que los recuerdos que te partían el alma y rompían el corazón se esfumaran por unas horas. Y venir a un club donde estaban todos los delincuentes que alguna vez había mandado a encarcelar era asegurarse una buena pelea. Como buen irlandés, pelear y beber eran un arte para mí. 

Que mierda, no era la primera vez que tenía una sanción y estaba bajo el microscopio de asuntos internos, que les jodan a esa pandilla de cabrones.

 — Hola Butch,¿me invistas a un trago?

— Como no Muñeca — volví hacer señas a la camarera y le marque dos vasos de lo mismo.

— Gracias. Dime una cosa, ¿te quieres suicidar?

— Lo dices por mis “amigos”

— Te están matando con la mirada. Y sino intentan nada más, es porque el Reverendo ha dicho que te dejen tranquilo.

— Recuérdame darle las gracias a tu jefe y dueño del local.

Bebimos las copas en silencio y por el espejo de la barra y por primera vez en toda la noche me di cuenta de lo que me había dicho Muñeca y como la presencia del Reverendo, un traficante de alta gama que aún no había podido coger con las manos en la masa, evitaba que fueran a por mí. Levante mi vaso y en señal de gracias hice un movimiento de mi cabeza. Saque las carteras y pague todas las copas. Deje un poco más para la propina y otro manojo más para que Muñeca pudiera beber unas copas más. 

La agarre de la mano y salimos del antro. Íbamos, hacia mi coche cuando ella me empujó hacia la mitad de unos de los tantos callejones de la ciudad.

— Muñeca, mi coche está cerca.

— Venga Butch, se lo sucio que te gusta el sexo.

Abrió mi bragueta. Sacó mi polla y se metió solo hasta la mitad en la boca y empezó hacerme una mamada. Apoye mi culo en la pared. Mis manos agarraron su pelo marcando el ritmo que necesitaba. Gire mi cara y vi un grupo de hombres. Que se jodan y se hagan una paja a mi salud. En lo mejor de la faena, mientras me corría, oí un disparo. Muñeca guardo el pajarito en su sitio y me tuve que quedar quieto hasta que los temblores de mi cuerpo cesaban. Mis piernas eran gelatina y no estaba para correr. Saque la cartera y pague a mi amiga.

— Vuelve al club, tienes copas pagadas. Nos vemos otra noche.

Sin rechistar obedeció. Cogí mi pistola y corrí hacia el fondo del callejón. Pare bruscamente y calibre la situación. Uno contra ocho, esa no era una pelea muy justa que digamos. A la faena. Esto era un buen final de noche, mierda si lo era.

Donde mierda estaba el resto de los guerreros. Me había llevado algunos por delante, pero parecía que por uno que yo mataba, salían cuatro de un agujero. A este ritmo iban a poder conmigo. De repente, paré cuando un olor a humano llego a mí. Y lo vi venir hacia la reyerta con su pistola en la mano. Los putos humanos no daban más que problemas. Volví a pelear y me hice hueco hasta llegar donde el jodido humano peleaba, con destreza y precisión, eso se lo podía otorgar, pero su locura no.

— ¡¡Vuélvete por dónde has venido humano!! Esta pelea no va contigo

— Gracias por la ayuda.

El sarcasmo de su voz me golpeo como una patada de albino en el culo.

— Tu mismo, si hoy quieres morir, es el día perfecto para ello.

El perro humano paso de mis palabras y siguió peleando. Sin quererlo me vi observando como peleaba y a la vez matando albinos. Con solo una pistola estaba en desventaja. No pude evitar una risa sarcástica cuando vio como uno de los que había disparado se volvió a levantar del suelo. Cogí una daga y se la tire mientras gritaba.

— Las balas solo los aturde — recogió la daga antes de que cayera al suelo — clava esa daga en sus corazones y deja para luego las preguntas, procura no dejar la daga en el cuerpo — seguí moviéndome hasta estar culo con culo y espalda con espalda y seguimos peleando.

Sin dejar de sacarme de encima la mierda de restrictores me hago preguntas del tipo... ¿de dónde salió este humano loco y descerebrado? ¿Qué cojones lo impulso a meterse en una pelea que no iba con él? y la más importante ¿qué haremos luego con ese individuo? Matar a quien sin importarle su vida, se metía ayudar a otro, se merecía algo más que la muerte de mi mano.

La cruda lucha seguía y admire en secreto silencio la destreza y eficacia de ese humano metomentodo.


Antes del llegar al meollo de la cuestión de la pelea pedí al señor un poco de ayuda como buen irlandés católico, hice la cruz y me puse manos a las obras. Sin más, el desgraciado desagradecido, me grita que me vuelva por donde vine y me dice que no va conmigo esa pelea de gatos callejeros. Vamos a ver si piensa lo mismo cuando los detengas. Pronto me doy cuenta de que es una pelea a vida o muerte. O ellos o nosotros. Y no estaba por la labor de morir esa noche.

El muy desagradecido hijo de puta, me grita que me pire. Mi voz es puro sarcasmo cuando le doy las gracias y si no le hago una peineta es porque tengo mis manos ocupadas. Lo ignoro y sigo echándole una mano, aunque por un segundo pensé en dejar que lo jodieran vivo y acabaran con él. Mi jodida ética policial. Ante su lapidaria frase, mi respuesta es un murmullo al contestar.

— Hace mucho tiempo que estoy muerto en vida—Disparo a uno y mi boca se abrió como un buzón, cuando el perro se vuelve a levantar. Sacude su ropa, me señala y se vuelve a tirar por mí. Eso no podía ser posible, a buen seguro tenía un chaleco antibalas. Nadie a quien disparas una bala al corazón, se levanta a seguir luchando, a no ser que sea un zombi. Y los zombis no existen, ¿o sí?— Tengo que dejar de beber.

Murmuraba que el whisky era del malo, cuando el fulano me hablo y tiro una daga. La recogí y atendiendo a sus instrucciones volví a la pelea. Matar primero. Preguntar después. La clave en el corazón al que había disparado, segundos después se esfumo convirtiéndose en arena. Matar. Preguntar. Ese era mi rosario cuando sentí al otro pegarse a mi espalda para luchar, me gire dispuesto a asesinar a quien fuera y al ver quien era hice una señal de cabeza y me gire para seguir peleando. Los bastardos hicieron un círculo y volvimos a la carga. Cuando pensé que era el fin de ese delincuente y el mío propio, me puse a rezar sin dejar de luchar.

La cosa se estaba poniendo color hormiga y el cansancio de la lucha estaba haciendo mella en mí y en el humano. Pero por algún oscuro motivo no podía dejar de mirar con mi vista periférica su forma de luchar. Era de una belleza extraordinaria que nunca había visto. Lanzaba patadas y puños con movimientos ágiles y rápidos. Sus reflejos eran los de un animal al acecho con una enorme potencia y resistencia. Era un maestro en la lucha cuerpo a cuerpo. Y por cada vez que los restrictores intentaba levantarse, el humano los hacía morder el polvo hasta que lograba clavar la daga en el pecho. Era un buen guerrero a pesar del olor alcohol que salía de su cuerpo. Y no me pasó desapercibido, por bajo que la dijera, su frase de estar ya muerto.

Unas pisadas me sacaron de mis pensamientos. Respire de alivio cuando la caballería llego.

— Ostias, os habéis tomado vuestro tiempo, cabrones.

— Vishous, pareces una dama en apuros, permite que este tu príncipe te eche una mano – la jocosidad de Rhage me ponía de los nervios la mayoría de las veces y esta era una de esas veces.

— ¡Vete a tomar por culo!

— Tu primero, hermano.

Al segundo se metieron en la pelea y las fuerzas se igualaron. Mire al humano y su cara tenia escritas mil preguntas, pero seguía peleando.

Mis brazos se notaban cansados y respiraba de forma seguida y profundamente. Llevábamos mucho tiempo luchando y el cuerpo lo estaba notando. No sé cuánto más podría ayudar a este tío. Aunque él también estaba empezando a notar la falta de fuerzas.

De vez en cuando miraba su forma de pelear y había dos palabras que lo definían: letal y preciso. Era certero a la hora de clavar la daga. Letal, porque no le temblaba la mano. Preciso porque parecía adelantarse a lo que pensaban los otros. Los tatuajes en su sien derecha llamaron mi atención. No me gustaría tenerlo en el lado contrario en una pelea. Parecía el diablo luchando contra una horda de ángeles. Recordé un cuadro que mi madre tenía en el salón, donde Satanás peleaba contra varios ángeles y su parecido con la figura del demonio era clavado. Pero también era muy elegante en sus movimientos.

Deje de mirarlo y pensar boberías cuando otros cuatros tíos vestidos de cuero negro entraron en acción. Alucine con el dialogo mientras peleaban y me hice la promesa de no beber en una larga temporada. Mi mirada se cruzó con la suya y me pareció ver unos ojos del color de la plata, además de unos colmillos cuando me sonrío de forma felina. Definitivamente el Reverendo estaba sirviendo en su club whisky de garrafón y de mierda.

No sé cuánto más seguimos peleando, pero de repente alguien me toco en el hombro, tensé mi cuerpo y me gire con la daga en el aire y la pistola al frente apuntando la cabeza de alguien.

— He, he, somos amigo…tranquilo, ya se terminó todo.

Parpadee de seguido y me di cuenta de que era uno de los que peleo con nosotros. Baje el arma y la guarde en mi cartuchera. Limpie la daga en mi vaquero y se la devolví a su dueño.

— Gracias. Butch O´Neal, policía.

— Y humano — soltó alguno de ellos.

— Ya lo sabía chistosillo. ¿Sois de una banda? ¿Quiénes eran esos cabrones? ¿Por qué no morían de un disparo? No tengo toda la noche para preguntar y vosotros no tenéis toda la noche para contestar. Y paciencia cero.

Por fin de esos bastardos no quedaba ni uno. Me doble y apoye mis manos en mis rodillas, escupiendo sangre de mi boca. Vi como Thor se dirigía al humano que estaba terminando con el último restrictor que quedaba. Su cuerpo se tensó como una cuerda de guitarra en el mismo momento que el guerrero le puso la mano en el hombro y al girarse apunto con su pistola a la cabeza del hermano. Todos corrimos y los rodeamos. Yo me puse detrás del humano por si hacia una estupidez y me pregunte de donde salió esa vena protectora que no tengo. Me centre y el hermano supo capear la tormenta con mucha mano diestra. Se presentó. Rhage hizo notar algo que ya sabíamos. Y empezaron las preguntas. Me coloque frente a él. Bien podía decirle, a la mañana siguiente no recordaría nada de lo sucedido, ni a nosotros.

— No somos una banda, no al menos de la forma que tú crees. Somos una hermandad y protegemos a los humanos de unos bastardos asesinos y casi imposibles de matar como has visto. Yo soy Vishous, el de mi derecha es Thor, el de mi izquierda es el gracioso del grupo y se llama Rhage, aunque le decimos Hollywod, ese que parece una mujer por su pelo es Phury y quien está en la sombra y no te gustaría encontrar por las noches es Zsadiht y le llamamos Z. Queda otro que va por libre.

Me volvió a mirar y se pellizco el puente de la nariz. Esta vez se fijó más firme en mis tatuajes y en mis ojos. Mi labio superior subió un poco haciendo una mueca por sonrisa.

Thor me llevo a un lado y me advirtió que tenía que limpiarle la mente o matarlo y que no olvidara que era un humano y cuanto menos supieran de nuestra existencia, era básico para nuestra propia seguridad. Volví a estar frente al policía y antes de que se diera cuenta lo agarre de la nuca y borre todos los recuerdos de esta noche. Lo deje en el momento que la prostituta acababa la felación, tal y como puede ver cuando registre su memoria. Se desmayó y lo puse con cuidado en el suelo, donde más limpio podía estar el suelo de un callejón.

Recogimos al joven vampiro asesinado y sus pertenencias dispersas por el callejón, lo subimos en el coche y antes de subir, volví a echar un vistazo al humano que con tanta nobleza había luchado. Mi ojo empezó a parpadear y visiones con ese hombre vinieron a mí. Thor llamo mi atención para que subiera al vehículo.

— ¿Visiones?

No conteste. Subí, apoye mi cabeza en el respaldo y cerré los ojos. De camino a la Mansión no dejaba de pensar en la resistencia por parte de Butch cuando le borre su recuerdos de la pelea y en el porque me jodía que no recordara. De nuevo las visiones fueron llegando como diapositivas. El humano estaba en serios problemas o lo estaría sino lo estaba aún.

Desperté cuando amanecía y al aclarar mi mente solo gane dos cosas, un dolor agudo y martilleante de cabeza y no saber cómo acabe durmiendo en el callejón. Lo último que lograba recordar con nitidez fue que iba camino de mi coche con Muñeca para tener sexo y me hizo una buena mamada en el callejón y ya no había más recuerdos. Me senté y poco a poco me fui levantando hasta conseguir que mis piernas me sostuvieran. Vomite y como pude llegue al coche. Fui directo a la comisaria. Entre por la parte de atrás y me dirigí a la ducha. Cogí ropa limpia que tenía en la taquilla y me bañe con prontitud. Una vez aseado fui a por un café y dos aspirinas.

— Butch, la de anoche fue buena.

José de la Cruz, mi compañero y el único amigo que tenía.

— Tanto que no recuerdo nada, sólo una parte. ¿Dónde hay aspirinas?

— En tu oficina y un café largo, sin azúcar y sin leche.

— Gracias compañero. Eres mejor que una esposa.

— Que mi mujer no te oiga decir eso o dejara de hacerte esa tarta de manzana que tanto te gusta.

— Que nadie toque esas tartas o soy capaz de asesinar, son mi tesoro.

Entramos a mi oficina riendo y baje un poco la persiana, la luz me molestaba.

— ¿Cuándo vas a sentar cabeza?

— ¿Para qué?

— Al menos para que alguien te llore sin te pegan un tiro o te matan de un navajazo.

Ante esas palabras, mi cabeza se disparó y volvió loca intentando recordar algo que estaba tan profundo que no terminaba de llegar a la superficie.

— Ya te tengo a ti, para eso.

— ¿Qué tomaste anoche?

— Lo de siempre, pero mi cabeza se me va a romper del dolor si intento recordar y solo me quedo en una fabulosa mamada en el callejón, pero no consigo averiguar cómo acabe quedándome dormido en ese apestoso callejón.

— La cogiste bien gorda amigo.

Fuimos cortados por un compañero que nos daba el aviso de una nueva prostituta asesinada.

— Joder y yo que pensé que iba hacer un día tranquilo. ¿Sabes quién es?

— La llaman, bueno llamaban Muñeca.

Me tambalee al levantarme y volví a caer en mi sillón. José se dio cuenta y saco al compañero. Volvió hacia mí y apoyándose en mí escritorio palmeo las manos delante de mí para que lo mirara y lo hice.

— ¡Joder! José.

— ¿Estuviste con ella?

Afirme y golpeo la mesa con fuerza.

— No digas nada, ni la cagues más. Yo revisare el escenario y tú te mantendrás a mi espalda. Si te preguntan, anoche estabas con mi mujer y conmigo. Y antes de que preguntes, sé que no las ha asesinado tú pero si alguien para cargarte el paquete. Así que cierra esa bocaza y dejarme hacer a mí.

Asentí y seguí a mi compañero preguntándome si yo había sido capaz de matar a una de esas mujeres que tan bien se portaban conmigo. ¿Qué era lo que no podía recordar? Que la mate.
Si era así me podía dar por bien jodido y lo más seguro es que no pudiera ni ser ni detective ni guardia jurado. A lo más, portero de discoteca y con suerte.

2 comentarios:

  1. Hace tiempo que no leía nada de la Hermandad y he de decir que V es uno de mis personajes favoritos y seguro que con esta nueva historia me vuelvo a enganchar. Felicitaciones a los dos.

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    1. Gracias y espero que nos sigas en esta aventura,a mi y a mi compañero V.

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