jueves, 6 de abril de 2017

NOS VOLVEMOS A ENCONTRAR..3ª


                                             NOS VOLVEMOS A ENCONTRAR


Butch y Vishous Fated

Han pasado unas semanas de lo más locas y raras y mira que en el mundo de delincuencia en el que vivo o puede que sea un vivía, es de lo más raro y caótico. La noche que salí a cenar con Beth fue mágica hasta la hora en que me lanzo y la beso. Aunque su repuesta fue cálida, su cuerpo no decía lo mismo. Varias preguntas incomodas después, nos despedimos. Y de camino al coche veo una sombra amenazante que va hacia el patio de mi amiga. Mi vena policial latió con fuerza y arma en mano me fui a por ese hijo de puta. Tres cosas llamaron mi atención, la estatura colosal del tío, la estrella arrojadiza que dejo junto a otras armas en el mismo patio, esa estrella era como la que encontré junto al coche que voló por una bomba y que me pareció uno de los integrantes de la banda que me tope en El ZeroSum.

Meterlo en el coche fue toda una odisea, pero no me esperaba que Beth nos siguiera y mucho menos lo que pasó luego. Al intentar meterlo en la comisaria me ataco y casi me cuesta la vida. Aún tengo a marca de sus dedos en mi cuello y me cuesta tragar. El siguiente paso fue toda una sorpresa, nuestra querida amiga se largó con ese que creemos es el jefe de la banda y hacia días que no sabíamos nada de ella.

Termine de vestirme y marque la extensión de mi compañero De la Cruz.

— ¿Aun nada?

— Nada Butch.

— Joder y mil veces joder.

— Sé que no es fácil, pero intenta calmarte compañero. Estamos todos pateando calles y preguntando.

— ¿Hablaste con nuestros confidentes?

— Si y nada.

— ¿Con el dueño de ZeroSum?

— También.

— No se la ha tragado la tierra, debe estar en algún lugar y con ese bastardo.

— Compañero no te metas en más líos.

— Eso no te lo puedo prometer amigo. Voy a darme una vuelta y esta noche entraré en casa de Beth y rebuscaré en sus cajones, a ver si hay alguna pista.

— Cualquier cosa, me llamas…no vayas de justiciero vengador.

— Eso tampoco te lo puedo prometer.

— Voy a morir de un infarto y tú tendrás la maldita culpa O´Neal.

Rompimos la comunicación y termine de vestirme. Me esperaba un día de romper dientes y golpear algunos feos caretos. Seguiré haciéndolo hasta saber dónde cojones esta Betch. Me subí al coche y agarre mi cruz. Cerré los ojos y le pedí a mi Dios, que por favor a ella no le pasara nada como a…

Me santigüé y empecé mi ronda.

Los ánimos en la casa estaban exaltados. Wrath trajo a la hija de Darius y todos olimos que el cambio de esa hembra estaba a flor de piel y si quería una oportunidad para sobrevivir debía de haberse quedado aquí. Por el bien de ella y el nuestro propio. El hermano parecía una bestia enjaulada y fuera de control. Situación que empeoro cuando llego Rhage con su bocaza abierta y metiendo la pata hasta el fondo en un hoyo pantanoso.

— Vaya, vaya, el gran hermano ha echado una cana al aire, bien por ti. Cuando te aburras de ella me la puedes pasar y así…

No tuvo tiempo de acabar la frase. Wrath saco una daga, con una rapidez asombrosa y la clavo en la pared cerca, bastante cerca de la mejilla derecha del hermano simpático.

— Deja el tema Rhage y esa hembra no es para ti. Si le vuelves a faltar el respeto exigiré un Rythe. ¿Lo has entendido?

— Todo ha quedado muy claro.

Con la misma destreza saco la daga de la pared y la volvió a su lugar. Fue Tohrment quien rompió el hielo que se había creado en la habitación.

— ¡Hey! Rhage ¿la cagaste otra vez? Un gusto verte Zsadist. ¿Empezamos? Wrath.

Nos pusimos al día de todo lo averiguado y mientras hablaban, yo no dejaba de pensar en todo lo que había descubierto del humano con la mirada del color de la miel. Un momento, ¡alto ahí! ¿De dónde había salido ese pensamiento tan cursi? Grrrrrrrr ese puto humano me estaba volviendo loco, más de lo que ya estaba.

Wrath dispuso las parejas y salimos a destruir lo que quedara de ese taller de restrictores y quienes estuvieran en él. Habíamos cazado a uno, pero quedaba quien puso la bomba en el coche del hermano Darius y ese era para Wrath.

Rhage lo paro y le hablo al oído. El aire se volvió más cálido cuando hablaron. Un Rythe no era una cosa para tomar a broma y muchos menos reírse.

— ¿Todo bien, Vishous?

— Como siempre.

De vuelta a la casa, el trabajo estaba hecho. El hermano vengado y el taller hecho cenizas gracias a mi mano. Entre en mi ático y me fui a por una botella de vodka. Conecte el pequeño ordenador portátil y la noticia salto como un letrero de neón. Cogí el móvil y marque a Tohr.

—Vishous.

— Problemas. Otra prostituta muerta en un callejón. Desangrada. Me metí en los archivos del forense, todas fueron mordidas en el cuello.

— Mierda,Zsadist.

— Eso me temo.

— Reuniré al resto.

— Voy para allá. Vas a necesitar quien quite las manos de Wrath del cuello de Z cuando lo estrangule.

— O un bozal en la boca.

— O una daga en el corazón.

— Esperemos que sea el bozal.

Cortamos la comunicación y me desintegré hacia la casa.

Me encontraba en el ZeroSum tomando un buen whisky, después de patear gran parte de Cadwell en busca de Beth, sin resultados favorables, cuando mi móvil sonó. Mi ángel de la guarda, compañero y buen amigo.

— ¿Qué hay?

— Otra prostituta asesinada.

— Eso habla de un asesino en serie, con fijación por las chicas de la calle.

— Así es, pero no tenemos una maldita pista.

— Mándame donde sucedió por un mensaje y mañana iré a recorrer el lugar. Esas estrellas arrojadizas ninjas son nuestra mejor baza por ahora. ¿Algo más?

— Beth me ha llamado.

— Joder, de la Cruz, suelta todo de una vez.

— Sabe dónde está el delincuente que intento matarte y se la llevo, pero no quiere denunciarlo. Y es posible que te suspendan por tiempo indefinido de empleo y sueldo.

— Mierda, tu sí que sabes hacer para sorprenderme.

— Lo siento amigo.

— No te preocupes, soy duro de matar. Me termino la copa y voy hablar con nuestra chica periodista. Mañana te digo que encontré donde asesinaron a esa chica y si tengo suerte iré de la mano de Beth para que suelte todo lo que sabe de ese tío y su banda.

Sin esperar su repuesta colgué, apure lo que quedaba de whisky en el vaso, pague y salí en busca de mi coche. Una vez en él, puse rumbo al apartamento de mi amiga.

Cuando llegue al lugar, aparque mi coche y eche un ojo alrededor. Dudaba de que estuviera dentro, pero no perdía nada por mirar. Apreté el interfono y nada, lo volví apretar y silencio. Di la vuelta y me metí en el patio trasero. De noche y luces apagadas, era desalentador. Una última oportunidad, ahueque mis manos sobre el cristal de la puerta corredera y mire dentro.

Mi corazón ralentizo su ritmo cuando la vi en el suelo boca abajo. El teléfono estaba descolgado y caído a su lado, señal que intento cogerlo y no pudo. Sus piernas se movían como si tuviera espasmos.

— ¡No! ¡Beth! Santo cielo, no puedo perderte a ti también.

Se movió al oír mis gritos y eso fue una buena señal, significaba que estaba viva. Busque algo con lo que golpear el cristal de la puerta, hasta que di con un grueso palo. Golpee con fuerza y varias veces hasta que se hizo añicos por donde estaba el pestillo de la entrada. Al meter el brazo para abrir la puerta, me hice un corte. A la mierda, primero ella. Me lleve muebles por delante hasta que por fin caí de rodillas a su lado. Busque alguna herida y no vi nada. Muy despacio y con cuidado la gire hasta que estuvo boca arriba.

— ¡Beth! ¿Me oyes?

Su boca se movió pero no hizo ningún sonido. Estaba pálida. Fría. Humedad como una lápida. Sin conciencia. Abrí uno de sus ojos y tenía las pupilas dilatadas, pero hasta donde yo la conocía, ella no se chutaba nada. Sin soltarla, agarre mi móvil y marque el 911. Sin protocolo di el número de mi placa y el problema que tenía entre manos, diciendo que posible sobredosis.

Mano y cabeza de Beth se movieron a un tiempo. Estaba intentando que dejara de hablar con la operadora.

— Estate quieta preciosa, estoy intentando ayudarte. Yo te voy a cuidar.

La operadora seguía hablando cuando un murmullo proveniente de ella me hizo bajar mi cabeza y acerca mi oído a sus labios.

— Llévame a casa de Wrath.

— A la mierda con ese bastardo delincuente.

— ¿Perdón? Detective, me informa de lo que sucede.

— No hablaba con usted. Creo que una posible sobredosis de heroína. No veo vómito y su temperatura corporal ha bajado en exceso.

— Wrath…tengo que ir junto a Wrath.

De repente se levanta del suelo y me quita el móvil, tirándolo lejos de nosotros. Mi cara es un poema. La mierda que se había metido era buena de cojones.

— Voy a morir, sino me llevas donde Wrath. Por favor Butch.

Volvió a caer al suelo y ponerse en posición fetal mientras repetía Wrath o la muerte.

— Maldito sea, ese Bastardo. ¿Dónde está?

— Wallace.

—¿Avenida?

Ella asintió ya sin fuerzas. No pensé. No me acorde de mi móvil. La cargue en mis brazos y atravesé el patio trasero hacia mi coche.

Después de todo iba atrapar a ese bastardo y su banda.

La fiesta había empezado. Todos estábamos en el salón. Tohr y Wrath no se miraban y el ambiente olía a rancio. El último en llegar fue Z.

— He ofendido gravemente a uno de vosotros y de acuerdo con eso ofrezco al hermano Tohrment un rythe.

Todos nos quedamos sorprendidos. Que había habido una notable discusión entre ellos y en privado era de nuestro dominio. Al menos cuando llegue a la casa, ellos estaba encerrados en el salón discutiendo, pero que Wrath ofreciera un Rythe, no. Era un acto sin precedentes. Un duelo donde el ofendido elegía el arma, puños, dagas, cadenas, pistolas. Era un ritual para salvar el honor del ofendido y el ofensor.

La conmoción en la habitación no era por el acto en sí. Todos estábamos familiarizados con ese ritual. Dada nuestra naturaleza agresiva, cada uno de nosotros, en algún momento u otro, había ofendido de muerte a alguien. Pero Wrath a pesar de todos sus pecados, jamás había ofrecido un Rythe. Mas porque según nuestra ley quien levantara un brazo o un arma contra él, podía ser condenado a muerte.

— Delante de estos testigos, te absuelvo de las consecuencias. ¿Aceptas?

— No puedo atacarte, mi señor.

— Y no puedes perdonarme, ¿no es así?

— No lo sé.

— En otra ocasión te lo ofreceré de nuevo.

— Y siempre me negaré.

— Así sea. —  Wrath dirigió su mirada oscura y penetrante hacia Z —  Hablemos ahora, de tu maldita vida amorosa.

Zsadist, dio un paso al frente de Wrath.

— Si alguien se ha dado unos revolcones con la hija de Darius, has sido tú, no yo. ¿Cuál es el puto problema?

Todos los hermanos murmuramos maldiciones por lo bajo.

— Eso lo voy a pasar por alto Z. Pero solo porque se cuan gusto insano porque te golpeen tienes y mi humor es muy negro hoy. — se irguió en toda su estatura, por si había pelea — Quiero que acabes con este maldito asunto de las prostitutas. O limpia cuando acabes. No dejes sus cuerpos a la vista de todos.

— ¿De qué cojones hablas?

— No necesitamos publicidad.

Z se giró hacia su hermano y le pregunto con la mirada.

— Los cadáveres que has ido dejando, la policía los encontró.

—¿Que jodidos cadáveres?

— Z,por dios. ¿Crees que la policía de los humanos van a pasar por alto los cuerpos de mujeres desangradas en callejones?

Zsadist avanzo a zancadas hasta pegar su pectoral con el de Wrath. El aire se tornó oscuro y denso. Irrespirable.

— No sé una mierda de eso. Huéleme. Estoy diciendo la verdad.

Wrath respiró con profundidad, captando el olor a picante de cabreo. Ninguna emoción. Pero el problema era que Z no solo era un asesino de alma negra, sin emociones, también era un mentiroso muy hábil.

— Te conozco lo suficiente para creer una palabra de lo que dices.

Z gruño y Phury se adelantó agarrando a su gemelo por el cuello, evitando males mayores y la muerte de su gemelo. Pero la fuerza de Z era bestial y se soltó del agarre. El olor del odio salió a la superficie abrumándonos a todos y poniéndonos en guardia.

— Uno de estos días, mi señor, voy a…

Un ruido parecido a una bala de cañón intentando derribar la puerta de entrada, nos sacó de un momento bastante complicado. Alguien golpeaba la puerta con tanta fiereza, que se iba a dejar la mano en el intento. Salimos del salón y el replicar de nuestras botas se mezcló con el ruido de nuestras armas siendo desenfundadas y amartilladas.

Wrath miro el monitor de video instalado en la pared y cuando vio a Beth en brazos del policía humano, dejo de respirar. Abrió la puerta de golpe y tomo a la chica en sus brazos en el mismo momento que el humano entro dentro. Su transición había comenzado.

— ¿Cómo pudiste hacerle esto? Maldito hijo de perra.

No se molestó en contestar y a zancadas ruidosas paso a través del grupo hacia el panel. Podía sentir a su espalda las miradas fijas y las preguntas mudas. Pero no era el momento de las explicaciones.

— Nadie excepto yo matara al humano. Y no saldrá de esta casa hasta que yo vuelva.

El panel se abrió y me metí dentro hacia mi habitación. El tiempo era esencial.

Observe al traficante llevarse a Beth, inerte, como sin vida. Maldita sea, lo que sea que le había hecho ese bastardo lo pagaría con su vida. No sabía si gritar o llorar. Me quede parado con los recuerdos atravesando mi alma, he ido de mí mismo. Salte como un resorte cuando la puerta se cerró dando un golpe fuerte y solo entonces volví a mí y fui consciente de donde me había metido, en la boca del lobo.

Eran los cincos tíos del callejón. Los recuerdos fueron llegando sin que mi cabeza gritara de dolor. Como si es un álbum de fotos fuera, lo que sucedió aquella noche fue pasando por mi cabeza. Respire aliviado, yo no había asesinado a muñeca.

Una mano que aterrizo sobre mi hombro como un yunque me saco de los recuerdos.

—¿Te gustaría quedarte a cenar?

— ¿O ser la cena? — soltó otro.

La ira me fue invadiendo y exploto cuando mire al hijo de puta con la gorra calada hasta los ojos, según mi recuerdo se hacía llamar Vishous y jugo con mi cabeza. Mire directamente a los ojos al resto y fui recordando sus nombres. Por primera vez veía la cara cortada y la negra mirada del único al que no vi a los ojos cuando la pelea en el callejón. Mis músculos se tensaron y mis huesos se dilataron, deje que la ira me envolviera y me tire hacia el que había jugado con mi mente. Pero antes mi boca se abrió, como no. No iba aprender nunca.

— Una pregunta, por lo del cuero, ¿fetichismo? o ¿gays? — me solté de la sujeción de mi hombro y me lance a por el de la gorra calada.

Fui lanzado contra la gran puerta de madera con tanta fuerza que mis huesos crujieron y antes de poder tocarle un pelo siquiera. El que se llamaba Rhage entro en mi campo de visión.

— Si yo fuera tú, tendría cuidado con esa bocaza y con tocar a uno de mis hermanos. Si aún respiras es porque Wrath así lo decidió, pero no apures tu suerte.

— Para que molestarme si tú ya te preocupas por mí — lo mire divertido — ¿Ahora es cuando me besas?

El guaperas gruño como una bestia y se tiro a por mí. El que se presentó la noche de la pelea como Tohr lo agarro.

— Venga chicos, dejarlo en paz — me miro — y tu mantén esa boca cerrada.

— No seas aguafiestas, el rubio se muere por ponerme las manos encima. No puede evitarlo, soy muy sexy para él.

— Te lo has buscado tu solito.

Se apartó y el puñetazo me llego a la altura de la mandíbula, lanzando mi cabeza a un lado. El dolor del golpe lo hizo lo más fuerte y dejo salir todo lo que había reprimido por días. El miedo por Beth, su suspensión del trabajo, el coraje por esos bastardos delincuentes. Me abalancé sobre el hombre más grande que yo y lo derribe. Ese gesto cogió al grandullón por sorpresa, por lo que pudo golpearlo y sujetarlo por el cuello. Un segundo después perdí esa ventaja y acabe debajo de ese tío, sobre mi espalda y con el sentado a horcajadas sobre mi pecho. Me agarro la cara, impidiendo que el aire llegara a mis pulmones.

— Tal vez busque a tu esposa y me la folle varios días, delante de ti. Aprenderías algo. ¿Qué te parece la idea?

— ¡Ja! No tengo esposa.

— Tu novia.

— No tengo novia.

— Pues a tu novio.

— Tampoco tengo.

— Ni hembras, ni machos, quieren saber de ti, ¿qué te hizo pensar que yo sí?

— Esperaba te enfadaras y pelear – metí un poco de aire en mis pulmones y pensé que ese azul eléctrico de sus ojos tenían que ser lentillas — si yo atacaba primero, no nos habrían dejado pelear — señale al de la gorra calada — y si empezabas tú, podría devolverle a tu hermano lo que hizo con mi cabeza y mis recuerdos.

El guaperas se río y soltó mi boca.

— Sabéis, este humano me agrada, tiene cojones.

— Venga Rhage, déjalo ya.

Se levantó y me ayudo a levantar a mí. Me apoye en la puerta cogiendo aire y mi mirada se encontró con el de la gorra calada. Pensé que alucinaba cuando apareció un pequeño anciano vestido de librera y tenía lugar la conversación más absurda del mundo, sobre no matarme dentro de la casa y unas crepes.

Alguien puso una en mi mano y cuando el rico olor llego a mi nariz, mi estómago gruño de hambre. Le di un bocado y puta ostia, sí que estaban buenas

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