miércoles, 15 de enero de 2020

JANE...14ª


                                                                    JANE

                                       




 Vishous y Butch Fated

Han pasado seis meses y puedo decir sin temor a equivocarme que soy feliz. Pero no niego, sería absurdo, que lo qué quiera que sienta por el poli, me niego a ponerle nombre, aún está ahí, es latente. Pero he conseguido ser capaz de amar y tener un trozo de cielo de la mano de Jane.

Niego riendo recordando cuando mi hembra quiso analizar nuestra sangre y por sus efectos curativos había pensado hasta regalarla en botes para curar enfermedades humanas. Nada nos hubiese gustado más, pero eso sería nuestra extinción y muerte eterna. Los humanos lo hubiesen querido todo y no un poco. Sacudo mi cuerpo ante la imagen de mi mismo sobre una mesa de operaciones y abierto en canal desde el cuello hasta el ombligo para saber y conocer nuestros secretos por manos de seres que no respetan la vida en sí.

En habitaciones vacías y llenas de escombros que aún había libres en el Túnel habíamos montado un moderno quirófano. Una habitación de reposo y una especie de consulta. Una sala con todo lo necesario para curas graves y no tan graves y un dispensario. Mi hembra había estado yendo viniendo entre los dos mundos para ejercer su trabajo de doctora. Y nos había cocido y curado más de una herida en estos meses. El resto de las hembras habían hecho un curso de enfermería y si no estaban en Lugar Seguro, echaban una mano.

Sonrío y apago el liado aparcando el Escalade un poco alejado de la casa. Cierro la música y me bajo cerrando, de camino a su casa voy silbando porque al fin había logrado que se mudara al Pit con Marissa, el poli y yo. Yo me quedaba más tranquilo, ninguno había olvidado lo que le pasó a la mujer de Thor y no quería ese dolor para mí, ahora que era feliz no. Si esto era la felicidad de macho enamorado bienvenida sea.

Pero todo lo bueno tiene su parte oscura… llevo días soñando con la muerte de algún miembro de la casa, pero esta vez no puedo ver ni saber de quién se trata. Y aunque el lugar me resulta familiar, mi pesadilla solo me deja ver un poco del paisaje, hay hierba y un cielo estrellado. Y aunque se cómo y en qué fecha morirán mis hermanos, me saca de mi piel que la fecha no coincida con lo que se. Esperaba que solo fuera cuestión de días saber de quien se trataba, pero ese sueño me mantenía inquiero y loco.

Aun no le había comentado a mi doctora lo del Gran Padre, aunque tendría que hacerlo. Después de mi recuperación había conseguido que el rey hablara en mi favor y me diera mi “querida” madre un poco más de tiempo. Había accedido con la condición de que cumpliera mi palabra dada. De esta noche no podía pasar que se lo contara y aunque temía como se lo iba a tomar era un riesgo que tendría que correr.

Entraba por la puerta del camino que llevaba a la entrada principal cuando vi un Posche Carrera 45 plateado. Un aroma de macho salía del descapotable y reconocí el olor del médico humano de la noche que habíamos raptado al poli y que yo en mi locura había llamado Hermano para mi mismo. Me materialicé junto a la ventana de la cocina. No había nadie así que rodeé la casa muerto de celos y con ganas de asesinar a alguien. Cuando llegué a las ventanas de la sala vi la muerte de ese cabrón humano con mucha claridad. Me moví sin pensar. Sin razonar. Sin vacilar. Era un macho enamorado con impulsos asesinos.

Iba a entrar abriendo la puerta de un buen golpe cuando un obús me tiro al suelo y me hizo rodar con él por el fio suelo de piedra y luego por la hierba por el brutal impacto. Enseñe los colmillos, me eché hacia atrás y le pegué un cabezazo al hijo de puta que se metió en medio. Quien fuera me soltó, preparó el puño y me lanzó un gancho de derecha que me alcanzó en la parte inferior de la mandíbula.

— Mhis, ¡imbécil!...es de noche pero hay vecinos cotillas en las ventanas y porches.

—¡¡Butch!!

— No gilipollas, Papá Noel. Pon el puto Mhis.

Creé la bruma protectora y nos lanzamos a pelear como dos toros bravos. Para cuando terminamos quedamos en el suelo mirando las estrellas y hombro con hombro. Jadeando y cubiertos de un sudor que parecía congelarse en vez de enfriarse.

— Necesito un liado.

— Yo un whisky, además de una bolsa de hielo.

— Gracias necesitaba algo así.

— De nada. Joder podías haber golpeado otras zonas, me has machacado el hígado hijo de puta. Estoy viejo para esto.

— ¿Cómo supiste donde estaba?

— Vine ayudar a la Doc con la mudanza hasta que llegaras cuando vino su colega a despedirse.

— Te refieres a ese cabrón que quería matar.

— A ese mismo.

Me levanté y ayude al poli hacer lo mismo dándonos un cálido abrazo.

— Jane me golpeará por haberte golpeado.

— Y Marissa me matará por haber peleado contigo.

Nos separamos haciendo una mueca por sonrisa ya que ambos teníamos sendos labios partidos y magullados.

— El día que fuiste en mi busca al hospital, mi mente llamó Hermano a ese bastardo.

— ¿Otro mestizo?

— No lo sé y por ahora y hasta que se muera lo que siente por ella, no quiero saberlo y lo quiero bien lejos.

Vimos pasar al humano camino de su coche entre las brumas del Mhis y en cuando lo quite nos dirigimos hacia la casa, con la pelea nos habíamos alejado un poco.

— Venga, vamos a que tu hembra te humille delante de mí por haberme golpeado y me dé un buen vaso de whisky.

— Me tomaré la revancha cuando veamos a Marissa.

Echamos las cabeza hacia atrás riendo y sin saber porque abrí lo ojos y vi el cielo estrellado. Algo sacudió mi corazón, miré a mis pies y vi la hierba…y lo supe.

Noté el cambio de la temperatura y en el cuerpo del vampiro. Hasta el ambiente había cambiado. Y un olor dulzón se coló en el aire.

— ¿Qué pasa amigo?

— ¡Dios…no!

— Visho…

— Jane…mi pesadilla…¡¡NO!!

Nos giramos a la par en el momento que mi hembra salía por la puerta y corría hacia mi brazos.

Las imágenes siguientes pasaron a cámara lenta. El pánico atenazo mi voz. El disparo no se oyó por el silenciador mientras corría intentando llegar a ella seguido por el poli, la bala entró pos su espalda y salió por el otro lado incrustándose en mi brazo y antes de que cayera en la hierba mis brazos detuvieron su caída. Mi pecho se abrió en canal del dolor tan lacerante que salía de ahí. Butch salió detrás del restrictor asesino y yo caí de rodillas con ella entre mis brazos, no me importaba la herida de bala a pesar de que si se cerraba con ella dentro luego costaría más sacarla. Recordé la maldita pesadilla. Sangre en mi camisa, la hierba y el cielo estrellado. Mi corazón gritando de dolor. Mi alma llorando de agonía. Y la muerte que se acercaba.

— Dos minutos…me quedan menos de dos minutos.

— Voy a llamar…

— No hay tiempo… Quédate conmigo…Por favor. No…voy…a…lograrlo.

— ¡Maldición! ¡Me niego a tu muerte!

— Vishous…no me dejes.

— Vas a ponerte bien. Te llevaré con Havers.

— Mi amor soy doctora — tosió escupiendo sangre— esto no tiene arreglo aunque llegues a tiempo al hospital. Tengo una hemorragia interna que está colapsando mis pulmones de sangre — volvió a toser sangre, comenzando a sollozar en busca de aire, luchando por respirar — Te…amo…no…lo…olvides…te…amo…y …he…sido…muy…feliz…a…tu…lado.

— ¡¡NO!!

— T…e…a…m…o

— ¡¡NO!! ¡¡NO!! ¡¡NO!!

Empecé a mecerla y a decirla que la amaba, que no me dejara, mientras mis lágrimas caían. Supe que el poli estaba de vuelta porque se arrodillo a mi lado y poniéndome una mano sobre mi hombro empezó a rezar. Supe por el olor de sus lágrimas que lloraba mientras rezaba.

Lo que sucedió luego lo recuerdo porque mi mente no quería olvidar. Me vi rodeado de mis hermanos, cargando a mi hembra en el coche y empotrándolo contra un árbol buscando la muerte con ella al notar que su último aliento se había apagado para siempre. Cogerla en brazos y caminar hasta la Tumba con la mala idea de volverla a la vida a cambio de mi maldita mano Y mi zorra madre que me lo impide porque eso sería condenarla a estar tarde o temprano como discípula del Omega. Intento de sesgarme la mano y mi puta madre que me lo impide con sus sucios argumentos. Luego dolor y oscuridad.

Y ahí en ese túnel de espiral sin emociones seguía anclado. Nada me importaba sino consumar la venganza y eso pasó días después. Y de vuelta a mi túnel de dolor y agonía. Su funeral había sido en la Tumba y ahí seguía su cuerpo inerte y frío. No era capaz de ir a verla. La quería de vuelta pero con vida en sus ojos. En mis trecientos y picos años nunca había llorado y ahora no podía dejar de hacerlo. Esta vez sí que me mudaría del Pit, ver a Marissa y al poli tan felices no me hacía ningún bien y hacia más profundo mi dolor.

El poli, bendito irlandés tozudo que no se había separado de mí ni un instante. Estaba siendo mi sombra y en su mirada se reflejaba la preocupación por mí y la pena por la pérdida de mi hembra. Hasta había abandonado salir a patrullar para no dejarme solo. Varias noches nos habíamos emborrachado aunque Butch caía antes que yo, sé lo agradecí en el alma, me vino bien perder la conciencia durante horas. No hablábamos, no hacía falta pero el silencio era confortante y tranquilizador.

Perdido en mis pensamientos fruncí el ceño y miré hacia la puerta de mi habitación. Sequé mis lágrimas.

— Me sorprende que no entres.

La puerta se abrió sin que ninguna mano la toque. La figura negra entró cerrándola.

— No sabía si era bienvenida.

— No lo eres.

— Tengo un regalo para ti.

— No quiero nada que venga de ti.

— Sí, si lo quieres.

— Púdrete en el infierno…¡¡Lárgate!!

— Tu querrás…

— Tú, ya te llevaste lo que yo quería.

De pronto una figura fantasmagórica traspaso la puerta.

— ¿Vishous? Mi amor.

— He venido a devolvértelo en cierto modo.

No oí nada más de lo que dijo mi madre, sólo miraba a Jane, bueno el fantasma de mi hembra.

 — ¿Jane? ¿Realmente eres tú?

— Sí, soy yo — se acercó y acarició mi cara — Has estado llorando.

— Puedo sentirte — alargué una mano y la toqué.

— Yo también.

La abracé fuerte mientras ella hablaba.

— Me puedo sentar. Mover cosas. Leer. Puedo comer o no hacerlo si no me apetece. Beber. En fin todo lo que hacía cuando no era un fantasma. Podré hasta realizar mi trabajo de doctora.

— Ella me dijo que para hacer esto se necesitaba un sacrificio, ¿Qué te quitó?

— Nada, ella nunca me pidió nada.

Dios, cuando pensaba que ya no habría salvación para mí, ahí estaba ella de nuevo. Su cuerpo se volvía solido cuando la tocaba o abrazaba, cuando estaba entre mis brazos. Y era una sensación maravillosa y fantástica.

— Te amo Jane.

— Y yo. Tenías razón.

— ¿Acerca de qué?

— Creo en los milagros y creo en Dios.

— Espera a ver la cara de todos mañana, eso sí será un milagro.

Riendo caímos en la cama.

Mientras ella dormía y después de contestar a las mil preguntas que nos hicieron en la primera comida y que tuvimos que contestar, me materialicé en el patio de mi madre. Algo estaba diferente.

— Saludos Señor.

Una Elegida se hizo notar.

— He venido a ver a la Virgen Escribana.

 — Con el debido respeto, señor, su alteza no recibe visitas hoy.

— ¿Mías o en general?

— No recibirá a nadie. ¿Quiere dejarle algún mensaje?

— Volveré mañana.

— Con mi total respeto, seguirá indispuesta.

— ¿Por qué?

— Sin tratar de ofenderle eso no es de su incumbencia.

— De acuerdo. Dile que Vishous ha venido a…

— Si me permite el atrevimiento, tal vez pueda decirle que su hijo vino agradecerle el generoso regalo que le hizo y el enorme sacrificio que tuvo que hacer ella para que usted pueda ser feliz.

— Dígale que Vishous vino a darle las gracias.

— Como desee.

Cuando la pequeña mujer desapareció, la palabra sacrificio se coló en mi cabeza y al mirar a mí alrededor supe de qué se trataba. En el árbol blanco, con ramas del mismo color ya no había ni un pajarillo y el patio estaba en absoluto silencio porque no cantaban. Ella había renunciado al amor de sus pájaros para que yo fuera feliz de nuevo.

Algo se removió dentro de mi pecho.

Dos semanas después volví al patio de mi madre y fui recibido por la misma Elegida.

— ¿Qué ha traído? — me preguntó la hembra.

— Un pequeño regalo, no es mucho — me acerqué al árbol y abrí la caja. Fui colocando varios periquitos de vistosos plumajes por sus ramas y en cuanto estuvieron todos acomodados empezaron a cantar una dulce melodía. Entregué la caja vacía a la Elegida.

— Ella renunció a ellos por usted.

— Lo sé y por eso le traigo nuevos parajillos.

— Pero y el sacrificio.

—Ya se hizo y voy a llenar todas las ramas libres de pajarillos, le guste a ella o no.

— Los conservará.

— Le dirá que se los traje.

— No hará falta. Solo un hijo puede ser tan amable y mitigar el dolor y la soledad de una madre.

Asentí con la cabeza y me desmaterialicé de regreso a la vida que me había sido devuelta y de nuevo concedida. Una vida por la que daba las gracias a pesar de no olvidar que en nada sería el Gran Padre.

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