martes, 13 de diciembre de 2022

LA FAMILIA...8ª


                                                                     LA FAMILIA
                                         



Butch Fated

Desperté sobresaltado después de tener una pesadilla donde era el aperitivo de esos mal nacidos. Encendí la luz de la mesita de noche y miré el reloj que había sobre esta que marcaba las nueve de la mañana. Estaba cavilando porque estaba tan oscuro cuando me acordé de las persianas bajadas que evitaban que entrara la luz del sol y los quemara…tenía su lógica.

Me levanté crujiendo mis huesos y me fui derecho a la ducha dándome cuenta que en algún momento de la noche la bolsa que fue a buscar Jue con mis cosas fue puesta en mi habitación. Una vez aseado y sin afeitarme, nunca lo hacia los días que libraba o cuando cogía unas cortas vacaciones, me puse un pantalón de chándal negro, una camiseta de nadador roja y unas playeras sin calcetines. Di las gracias por el nuevo día que empezaba y pegué la oreja a la puerta de Vishous para ver si estaba levantado y solo había silencio. Abrí la puerta y empecé a bajar las escaleras. Me pareció curioso que la claraboya no tuviera persianas.

— Buenos días señor Butch. Hay zonas donde se puede caminar con total tranquilidad y sin temor a quemarse. Si las hubiesen puesto esta casa seria como una cueva y como todo ser vivo necesitamos de la luz.

La voz del mayordomo me hizo saltar, no me lo esperaba.

— Buenos días Sebastián. Y gracias por la explicación. Perdone mi pregunta y espero no ofenderlo, ¿es usted un vampiro?

— No me ofende. Si, lo soy, como todo el servicio y parte de los guardias de seguridad. De día la garita esta cubierta por humanos que son amigos y leales. ¿Le apetece desayunar?

— Si, por favor — le seguí al comedor.

— ¿Quiere algo en particular?

— Tostadas, beicon y huevos revueltos con un café solo y doble, muy negro si puede ser. Y un zumo de naranja sin pulpa. Muchas gracias.

— Puede leer los periódicos sin gusta. Los señores no han de tardar mucho más.

Cinco minutos después disfrutaba de mi desayuno y de leer el único periódico que leía. Estos tíos se los leían todos los que había en la ciudad, además de algunos financieros. Tenían que ser unos cracs.

Desperté y fui derecho a la ducha. Recorte mi perilla y después de lavarme los dientes me vestí y coloqué el guante antes de salir y bajar al segundo piso a por mis socios y amigos. Abrí con cuidado la puerta del poli y vi su cama vacía. Cerré y me deslicé por el barandal hasta aterrizar en el piso de los escandalosos compañeros.

— ¿El poli? — preguntó Muerte.

— Desayunando.

— Otro que no sabe quedarse en la cama y disfrutar de ella — soltó Zaros de forma lastimera.

— Lo que tu harías hermanito sino sacara tu feo y peludo culo de la cama — dijo riéndose Zane.

— Mi culo no es feo y menos peludo, cabrón. No sé qué morboso placer te causa entrar todas las mañanas en mi habitación y despertarme…eres un hijo puta.

— Es mi deber como hermano mayor.

— Por tres putos minutos y porque me cogiste la delantera en el útero de madre.

Riendo bajamos los últimos escalones y entramos en el comedor dando a Butch un cantarín buenos días. Nos sentamos haciendo un ruido en masa al abrir las sillas. Cogimos los periódicos, cada uno los que leía y mientras nos servían el desayuno nos enfrascamos en la lectura. Aunque yo era muy consciente del olor a limpio que salía del poli. Negué para aclarar mi cabeza y me enfrasqué en lo mío. En mi vida nunca había sido tan consciente de la presencia de alguien y no solo era por mi condición de vampiro, era por él mismo y por algo más que no sabría poner en palabras. Me mataba la curiosidad por su vida y por saber si mi sexto sentido que me decía que había algo raro con ese humano, no se equivocaba.

En silencio y después de contestar con una sonrisa a sus buenos días en conjunto, observé lo que pasaba a continuación. Bandejas de comida fueron puestas en la mesa. Jarras de diversos zumos. Las tazas de café, la mía también eran rellanadas cuando se vaciaban. Cestas de panes de todo tipo recién hechos. Mantequillas, mermeladas o embutidos en bandejas. Unos platos más pequeños con variados dulces eran también colocados en la mesa. Durante media hora solo se oyó las hojas de los periódicos pasar. Cinco minutos después de esa media hora la melodía cambió a un bullicio de platos, tazas, cubiertos y vasos en el comedor.

Sacudí mi cabeza sonriendo y negando mientras bebía mi tercera taza de café.

— Te recomiendo que tomes unos dulces y así quemas un poco tanta cafeína en tu cuerpo — le hice notar mirándolo con mi mueca por sonrisa.

— ¿Siempre es así?

— ¿El qué?

— Tanta comida. — dije con una gran sonrisa en mi cara.

 — Nuestro cuerpo gasta mucha energía, más que la de un humano, mucha más. Súmale que hacemos ejercicio y que el simple hecho de ponernos en pie es ya un degaste de mucha energía, la comida ayuda a mantener esos niveles de energía en orden. El sueño ayuda mucho.

— Y el sexo — soltó Lauden.

— Ahí gastamos mucha cabrón— hubieron risas en la mesa y en la cocina — pelear también nos desgasta.

— ¡Venga ya! Os he visto pelear y no se os mueve un pelo de su sitio, coño ni una gota de sudor he visto en vuestras frentes.

— Sudamos poli, pero tenemos aguante y no nos cansamos con tanta facilidad como vosotros los humanos. A Lauden es al único que no se le mueve un cabello de toda la gomina que se pone.

— Sea como sea es todo un espectáculo veos pelear y comer.

Después del copioso desayuno subieron a cambiarse para bajar al club de los que eran dueños y yo me quedé con V. Mientras este revisaba las cámaras, contestaba los correos y miraba los pedidos de bebidas del club, yo me puse a jugar a la play. A media mañana nos trajeron un tentempié y jugamos al billar. Lo curioso es que no estaba incómodo y mucho menos aburrido. Vi a los sirvientes hacer su trabajo y uno de los guardas de la noche pasó para hacer el reporte con su jefe. En ningún momento me hizo salir de la habitación o me hizo notar que necesitaba intimidad y habló con total franqueza delante de mí.

Llegó la hora del almuerzo.

— ¿Y los demás?

— Comerán en el club. No solemos dejarlo mucho tiempo en manos de los encargados y no por desconfianza, nos gusta llevar las riendas de nuestro negocio. Hay ensalada y pasta con salsa de queso además de trucha al horno con papa asada… ¿podrás con todo?

— Podré, pero en cuanto vuelva a mi casa y mi vida me voy a machacar en el gimnasio de la comisaria o iré a ella corriendo.

— Puedes correr alrededor de la propiedad con tranquilidad o si lo prefieres tenemos nuestro propio gimnasio donde hay un ring, pesas, aparatos y varios sacos de boxeo.

— Porque no me extraña.

Hice mi mueca por sonrisa y comimos en un agradable silencio que rompíamos para hablar de cosas triviales. Cuando finalizamos nos sentamos en los cómodos sillones para tomar café y unos pequeños dulces acompañados de un licor de whisky. En esas estábamos cuando Sebastián se acercó a nosotros.

— Señor Vishous hay que mirar los menús de la semana que viene, el pedido de la comida y bebida para esta casa y las demás. Normalmente se ocupa el señor Lauden pero no está y usted sí.

— Lo haré yo. Butch ve a correr o al gimnasio, esto me llevará un tiempo. Si sales a correr fíjate que no haya ningún trabajador de la casa cerca y los guardas están avisados desde anoche que estas aquí y tienes libertad para andar por la propiedad. Búscame luego en el salón grande.

— De acuerdo. Prefiero salir a correr y bajar la comida. Dalo por hecho.

Él se fue por un lado y yo a la puerta de salida. Antes de abrir la puerta me fije que en una mesa de mármol negral que había a mi derecha habían dejado una toalla y una botella de agua que cogí. Miré a un lado y al otro.

— ¡¡HUMANO SALIENDO A CORRER…CUIDADO!!

— El señor Butch tiene sentido de humor. Me tomé la licencia dejarle una toalla y una botella de agua en la mesa de la entrada. Luego le pondré otra botella a su vuelta.

— Si — hice mi mueca por sonrisa— está bien que avise. Vamos al lio. Gracias Sebastián.

Cuando volví de correr durante una hora, hice lo mismo de avisar de mi llegada, cogí la botella que me dejaron y secándome con la toalla fui al baño que estaba debajo de la escalera para refrescarme y quitarme el sudor. Camine hacia el salón grande que amablemente me señalo una de las chicas que limpiaba el polvo, aunque dudaba que en este lugar hubiera ni una mota. Toqué y cuando me dieron el visto bueno entré. Casi me caigo de culo.

— Impresionado poli.

— Mucho. El cambio a todas las habitaciones ha sido notable y para mejor. Aunque este salón no existía, era uno muy pequeño si no recuerdo mal.

— Recuerdas bien. Juntamos las dos habitaciones que había a los lados y salió este salón. Dame cinco minutos y soy todo tuyo.

— Que sexual sonó eso vampiro — no pude evitar la carcajada ante su cara.

— Cabrón humano.

— Sin sentido de humor vampiro de los cojones.

Nos miramos. Yo me volví a reír a carcajadas y él hizo esa cosa rara que hacía con la boca mientras negaba y se sentaba delante de una mesa con un ordenador.

Me dedique a echar un vistazo a la estancia. Era enorme y con grandes ventanales con cristaleras coloridas cubiertas por las persianas negras y aun así había mucha luz en la habitación. Delante de estas la mesa de color negro con el ordenador donde trabajaba mi amigo. A la derecha había una enorme tele de plasma colgada en la pared. Un enorme sofá que se veía cómodo al igual que los sillones que había a cada lado. Una mesa baja de cristal oscuro ante la tele y el sofá. En una esquina un mueble bar bien surtido. A los lados dos armaduras. A la izquierda dos grandes bibliotecas de caoba negra que iba de pared a pared y frente a ella varios sillones para una persona. En medio una hermosa chimenea de piedra negra con una serie de estanterías llenas de fotos del mismo color. En el centro de la estancia un maravilloso piano de cola negro brillante, miré la placa y me quedé mudo…era un Steinway & Son, son únicos y valen una pasta gansa. Se me hizo la boca agua y mis dedos cosquillearon por tocarlo. En las paredes obras de arte y fotos de ellos con sus familias. Puede ver, por fin, el parecido entre los dos gemelos.

Me senté en unos de los sillones y un whisky fue puesto delante de mí. Vishous se sentó frente a mí con un vaso con vodka.

— Butch, ¿te importa si te hago algunas preguntas?

— Es lo justo. Tú siempre has contestado a las mías. Adelante.

— Me gustaría saber sobre tu familia.

— Prepárate. La familia Adams al lado nuestro son los buenos.

Noté el cambio en su cuerpo y olí sus emociones que eran como el olor del azufre. Era un tema delicado, incómodo y nada agradable.

— Solo si quieres hacerlo poli.

— No te preocupes, es que me cogiste por sorpresa. Voy a empezar por mi madre, una gran dama y mejor persona. Fue enfermera jefe en el West Valley Medical Center por muchos años y tiempo, ahora esta jubilada. Con solo veinte años estaba prometida a mi padre y no porque ella quisiera. Los padres de ambos habían concertado ese matrimonio y le decían a mi madre que el amor llegaría con el tiempo, vaya gilipolles. La boda estaba prevista para el otoño de 1939 pero llegó la Segunda Guerra Mundial y todo se paró. En ese tiempo entró a trabajar con mi madre un cirujano jefe que venía de Inglaterra y mientras mi padre luchaba en el frente, mi madre cumplía con su trabajo y ayudaba a los heridos. En 1945 la guerra terminó y mi padre volvió a casa y aunque se quería casar enseguida con mi madre tuvo que esperar un poco para hacerlo. Se puso una fecha y meses antes de esa fecha me mi madre se quedó embarazada del cirujano jefe.

— ¡Mierda! … eso es ir derecho al grano.

— Las tiritas mejor arrancarlas de golpe y algunos recuerdos también. Mi madre no era una cualquiera solo se enamoró de su compañero de trabajo y los tiempos que vivían no daban pie a esperar por la felicidad. Aunque si soy sincero del todo mi cabrón padre había tomado a mi madre por la fuerza mucho antes y varias veces. Como leí una vez en una foto que tiene… solo he conocido el amor y las caricias de tus manos y por ello estoy en deuda contigo toda mi vida, mi amado cirujano. Estaban enamorados.

— ¿Qué siguió en esa interesante historia?

— Mi madre se lo comunicó a su amante y él le pidió que huyeran juntos, pero mi madre tenía dudas porque su prometido la había forzado muchas veces y a la vuelta de la guerra lo seguía haciendo. No tenía forma de saber de quién era la criatura que esperaba. Pero al cirujano no le importaba y quedaron un día para huir al país de su amante que no era Inglaterra, en ese país había estado haciendo las prácticas. La noche que se iban a ir juntos él no llegó. Lo esperó toda la noche hasta que amaneció y no dio señales de vida. Volvió a la casa de señoritas donde vivía, lo llamó mil veces y nunca contestó y al día siguiente se fue a su trabajo con el corazón roto. Su sorpresa al llegar al hospital fue que el cirujano jefe no había llegado a su puesto y no se sabía nada de su persona. El propio hospital llamó a la policía y nunca más se supo nada de él.

— Una persona no puede desaparecer sin más. Hasta nosotros sabemos eso.

— Ese hombre si lo hizo, desapreció de la faz de la tierra y nunca más en la vida se supo de él o lo que le pasó. La policía dijo a la dirección del hospital que posiblemente lo habían matado para atracarle y enterrado su cadáver a saber dónde. Con ese panorama a mi madre no le quedó más remedio que decirle a mi padre que estaba embarazada y se casaron un mes después de la noticia. Ser madre soltera en esa época no era viable y mucho menos una opción.

— Y naciste tú.

— Así fue. Vinieron dos hermanos más, una chica y otro chico y todo era felicidad hasta que tuve un grave accidente de bicicleta. Necesite una operación y mucha sangre así que pidieron a mis padres y a todos los miembros de las dos familias que donaran sangre. Al analizar la sangre de mi padre vieron que había una cardiopatía congénita que podría evitar la operación que me salvaría la vida. Me hicieron pruebas para ver el grado que tenía esa cardiopatía en mí y ahí vino la sorpresa y se acabó la felicidad en mi casa…mi padre no era Butch Nelson O´Relly.

— Era el cirujano jefe.

— Sí. Me operaron y cuando abrí los ojos después de la anestesia y ya en mi habitación de hospital fue la primera vez que vi la cara de mi madre golpeada y mi padre no volvió por el hospital. Yo tenía ocho años y no entendía nada. Como tampoco entendía que mi padre ya no jugara conmigo y que me mirara con odio cuando estábamos en la misma habitación. O porque mi madre siempre tenía golpes o se rompió un brazo o unas costillas. La pobre nos decía que era muy torpe pero cuando le preguntábamos por los golpes que oíamos nos decía que mi padre estaba haciendo obras. Con todo ese panorama mi madre volvió a quedarse embarazada de una maldita violación de mi padre y vinieron dos mellizas preciosas que fueron mis juguetes. Cuando tenía diez años mi padre llegó borracho e intento golpear a mi madre delante de nosotros, cosa que hasta ahora no había sucedido, me metí en medio y lo impedí. Y a partir de esa noche fui su saco de boxeo, si con eso no golpeaba a mi madre yo estaba bien. Con el tiempo entendí que me golpeaba porque me odiaba y porque a sus ojos era un bastardo aunque tuviera sus apellidos y nombre.

— De estar en un clan ese hijo de puta hubiese muerto. Ni las mujeres, ni los niños se tocan.

— Estuve a punto de matarlo varias veces pero mi madre me lo impidió. Con quince años me largue de casa harto de sus palizas y viví en la calle por muchos años. Robaba, me drogaba, vendía droga, bebía como un cosaco, me hice chulo de varias prostitutas y fueron ellas las que me enseñaron a follar.

— ¿Cómo llegó De la Vega a tu vida?

— Le fui a robar la moto y me cogió en plena faena. No sé qué vio en mí, nunca me lo ha dicho pero lo cierto es que me dijo que me alistaba con él en los Marines o me denunciaba. Y con veinte años me alisté y estuve hasta los treinta siendo militar, ahí aprendí muchas cosas que me vinieron bien después para mi vida de poli y cuando De la Vega y yo fuimos civiles, me hizo estudiar por la noche mientras por la mañana trabaja en la hamburguesería de sus padres y vivía encima del garaje de sus tíos. Me aficioné al boxeo y entrenaba cuando salía de estudiar. Una vez graduados con honores nos matriculamos en la academia de policía y hasta hoy.

— ¿Qué ha sido de tus padres?

— Del hombre que llevo sus apellidos no sé nada y ni quiero saber. Mi madre se separó a los tres años de irme yo. Y con ella y mis hermanos retome el contacto cuando me hice civil. Mi madre no se perdona nada de lo sucedido y aún espera a su gran amor, mi padre.

— Con los medios que hay ahora sería más fácil saber que le sucedió.

— Mi madre solo tiene una foto, un nombre y un expediente…más unos recuerdos que son su mayor tesoro. Lo ha intentado pero los detectives no han conseguido nada. Y con la maldita guerra se perdieron muchas partidas de nacimiento, informes y papeles que no se han podido recuperar.

— ¿Has participado en alguna guerra?

— En tres y esos recuerdos mejor dejarlos enterrados y no sacarlos a flote.

— Gracias por abrirte a mí de esa forma. Se por tus emociones que te ha costado la vida misma poner en palabras tus recuerdos. Me has honrado Butch. Y en todas las familias poli hay cosas, personas que ocultar e historias que son mejor no recordar. Las familias no se eligen,las impone la vida.

— ¿Puedo tocar el piano? Y gracias supongo.

— Adelante. Todo tuyo.

Su cuerpo tenso perdió toda rigidez en cuanto abrió la tapa del piano de cola y se sentó tocando unas primeras notas al azar. Vaya sorpresa más grata, Butch sabia tocar el piano. Puse dos vasos con whisky y llevé uno con un posavasos hasta un extremo del piano. Lo dejé en ese sitio y volví a sentarme donde estaba para disfrutar del concierto y de él tocando. Poco a poco la puerta de salón se abrió y los que trabajan en la casa se fueron acercando y les hice una seña para que entraran y se sentarán a disfrutar de la música. La pieza no me era conocida pero era preciosa. Cerré los ojos y eché mi cabeza hacia atrás para disfrutar mejor y porque la melodía invitaba a ello. Mañana pensaría en ese cirujano jefe, padre del poli.

Mis dedos perdieron su rigidez y mi cuerpo se relajó en cuanto las primeras notas bailaron por el aire. Le hice un gesto con la cabeza cuando me trajo un whisky y después de notas de prueba me dispuse cerrando los ojos a tocar una pieza que había escrito mi madre y con la que me enseño a tocar el piano. Esa pieza tenía el don de tranquilizar mi mente, mi corazón y mi alma. Me llevaba a una época de risas y juegos. A recuerdos con mi madre, juntos los dos tocando el piano viejo de mi abuela. Hacía años que no tocaba y sentí un gran orgullo al notar que no había perdido la gracia y aún tenía mi don.


1 comentario:

  1. Gua que capítulo mas bonito amigos mios. Me encanta los matices con los que explicais las cosas. Me ha emocionado besos

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