jueves, 23 de abril de 2020

REVELACIONES...17ª


                                                             REVELACIONES


                                     



 Butch y Vishous Fated

Estaba jugando al billar y supe que era ella, Marissa, antes de que la puerta se abriera. Durante unos minutos ninguno dijo nada y cuando lo hicimos el ambiente se volvió rancio.

— ¿No piensas ir a dormir?

— Sabes dónde voy todas las noches.

— Lo sé, ¿pero por qué no puedo ir contigo? Siempre es Vishous quien va contigo.

— Marissa, no quiero discutir.

— Yo tampoco, pero me gustaría conocer a tu madre antes del que el fatal desenlace llegue.

— No me conoce ni a mí. Presentarte seria el olvido mañana.

— Oigo salir de tu boca nada más que escusas, Butch.

— No lo son. Pide permiso al rey y si te deja vendrás mañana por la noche con nosotros.

— ¿Qué no ha pasado?

— Muchas cosas y algunas no muy buenas.

— ¿Cómo cuáles?

— Tu desprecio hacia mi amigo y compañero V. Tu negación a que haga esa maldita regresión. Tus celos absurdos hacia quien sientes rencor. Tu…

— Lo he captado y sigo pensando que tu amigo podía haberse negado y no acepta el sacrificio que hizo Phury. La regresión es muy peligrosa, te puedes quedar en coma y hasta morir. La vas hacer porque él piensa que detrás de tu fachada de poli humano se esconde algo más y no hay certeza de ello. Me hablas de celos cuando no soportas que vaya donde el Reverendo a alimentarme.

— Eso Marissa lo hacen los amigos por uno y por honor. Dudas de su instinto pero yo no y menos de sus sueños o pesadillas. Soy un maldito humano que dentro de unos años pareceré más tu padre que tu pareja y en unos más moriré de mayor. Así que si hay una pequeña posibilidad de ser lo que no soy la voy acepta y a probar. Y si me llevan los demonios cada vez que vas donde ese cabrón hacer algo que yo no puedo darte por ser un puto humano.

— Eso nunca me ha importado.

— A mí sí.

— Mi opinión no cuenta.

— En ese tema no.

— Nuestro camino junto se está separando.

— Hace tiempo —la miré dejando el taco sobre la mesa de billar— déjame hacerte una pregunta.

— Adelante.

— ¿Qué pasaría si yo fuera de tu raza…un vampiro?

— Nunca lo serias del todo, tendrías tus limitaciones y serias un mestizo.

— Y la gran Dama, la mejor de su especie no podría estar nunca con un simple mestizo.

— No quise decir eso.

— Tu boca fue más rápida que tu prudencia al hablar.

— Bu…

Tocaron en la puerta y Vishous entró.

— Perdona poli, es la hora. Marissa.

— Guerrero.

Cogí mi abrigo y fuimos hacia el Escalade. Una vez dentro puso música a nivel de ambiente.

— ¿Todo bien amigo?

— Como la mierda.

— Lo siento.

— Mi mujer no quiere un mestizo a su lado.

Me hice a un lado de la carretera sin apagar el motor y gire mi torso para mirar al poli a los ojos.

— Escucha antes de dar ese paso tengo que averiguar más de ti, de tu familia y de tus orígenes. Tengo que llagar hasta el fondo de tu nacimiento y saber si tu padre es uno de los nuestros que reniega de su raza y vive como humano para tapar su rastro. O fue otro.

— Lo sé y ya te he dado todos los papeles que necesitas, no sé qué más hacer.

— Tres cosas…confiar en mí. Dejarlo de mi mano y no preocuparte sino fueras de nuestra raza porque de los nuestros ya eres. Además tengo que hablar antes con el rey. ¡Ah! Y sobre todo, si llegamos al fondo de tu vida hacer la regresión por ti mismo, no por nadie.

— No quieres que me hagas ilusiones.

— No, poli, no es eso. Eres un macho de valía y honor sin ser un vampiro mestizo y si tu hembra no lo quiere ver es su puto problema, no el tuyo.

— Pero envejeceré.

— Y yo te cuidaré, todos te cuidaremos y serás recordado en nuestros libros como un gran guerrero. El único humano que protegió y cuidó de los nuestros. Nuestra raza hablará de ti por los siglos de los siglos.

— Joder, me vas hacer llorar.

— No lo hagas o te hecho del coche.

Riendo nos pusimos en marcha y en cierta forma sus palabras aliviaron mi pesar. Subí su música rapera y me puse a cantar en voz alta, acto seguido Vishous se unió a mí.

— Hola mamá.

— Brian, cariño, ya pensé que no vendrías a ver a tu vieja madre.

— ¿Me reconoces?

— ¿Te has dado un golpe? Claro que se quién eres. Pero no sé quién es ese apuesto muchacho a tu espalda.

Con la mejor de mis sonrisas, sin dejar ver colmillos, me adelante al poli y bese la mano de su madre.

 — Vishous, un placer señora O´Neal.

— Encantada y llámame Odell. Me recuerdas a alguien que conocí hace muchos años. Sentaos y hacerme compañía un rato.

— Mamá tengo que hacerte unas preguntas y no quiero que te sientas molesta conmigo porque son cosas personales y delicadas — mi madre me miraba tan fijamente que el vello fino de la nuca se me erizo — ¿Qué ocurre madre?

— Te estas pareciendo tanto a tu padre.

— ¡Y una mierda!

— ¡O´Neal!

— Perdón. No me quiero parecer a ese estado borracho y abusador.

Mi madre palmeó su lado derecho de la cama y yo me senté. Acarició mi cara y volví hacer un niño.

— Ha llegado la hora de que sepas cuáles son tus orígenes aunque eso te haga verme con otros ojos.

— ¿De qué hablas?

— En 1969 hubo una de las peores ventiscas que hasta ese año habían habido en Boston. Durante dos días con sus noches nos quedamos todos los que en ese momento trabajábamos en el hospital, atrapados. Tu padre me llamaba molesto cada cinco minutos por tener que ocuparse de la casa y tus hermanos, di gracias a Dios cuando las líneas telefónicas fallaron. Había un jefe de cirugía muy apuesto, diferente al resto de los hombres e incluso lo rodeaba un halo que te hacia tenerle miedo. Pero yo no le tenía miedo, todo lo contrario llamaba mi atención de una forma desconocida para mí y despertaba algo que estaba muerto en mi interior. — Se dirigió a Vishous — muchacho, me puedes dar un vaso de agua. Gracias. Todavía veo sus ojos en mis sueños. No me juzgues hijo mío, era una mujer atrapada en un tiempo y con un hombre que dejo de amar cuando descubrió como este era en realidad. Ese cirujano era una bocanada de aire fresco en mi oscura vida.

— No soy quien para juzgarte madre y menos cuando se habla de amor. Sé muy bien con tipo de animal estabas casada. Y me conoces, sabes muy bien que escucho sin pararme a condenar lo que me cuentan. Sigue por favor.

— Tanto me tentó el diablo que al final fui una mala mujer, una mala esposa. Me confesé cuando volví a casa y hasta recé como nunca lo había hecho. Pero mi pecado quedó al descubierto cuando me quedé embarazada del jefe de cirujanos. Tu parto fue el más complicado y duro de todos los que había tenido hasta el tuyo. Los otros fueron sencillos y en una hora mis hijos habían nacido, pero el tuyo por poco me mata. Sangré tanto que estuve paseando entre la vida y la muerte mientras tú nacías. Veinte horas me costó parirte. Fue tal la pérdida de sangre que me tuvieron dos días con transfusiones y aunque quise darte el pecho no pude porque estaba tan débil que no podía cogerte entre mis brazos. Sé que la muerte de tu hermana Janie fue el pago que me exigió Dios por mi pecado de tener hijo que no era de mi marido.

Un gruñido salió de mi garganta, pero no como condena hacia mi madre, sino por pensar que ella fue la culpable de la muerte de mi hermana. La abracé.

— Dios, no quita la vida de un hijo por un pecado de traer al mundo otro hijo. Dios no tuvo nada que ver. Fueron esos tres bastardos asesinos que se cruzaron en el camino de mi hermana aquella tarde. Eran cazadores en busca de una ilusa pieza y la encontraron. Tú me enseñaste que Dios da sus grandes y más difíciles batallas a sus mejores guerreros.

— Hijo mío perdóname por no decirte que te amo y amaba más que a mis otros hijos, eres especial y algún día tu propia naturaleza saldrá a la luz. Al contrario que tus hermanos, naciste del amor y la esperanza. Perdóname por dejar que mi marido te golpeara pero él sabía que no eras hijo suyo y cada vez que demostraba amor o cariño hacia ti me golpeaba a mí o a tus hermanos. Tuve que guardar bien dentro mi gran amor hacia ti y por eso nunca te defendí. ¿Me perdonas?

— Nada tengo que perdonarte. Ahora entiendo todo y saber que me amas y amabas calma el demonio interior de la ira que sentía porque no me defendías cuando ese hijo de puta me golpeaba. Te amo, mamá y gracias por decirme la verdad de mi origen.

— Me queda poco tiempo y tenías que saberlo. Dame la biblia que está en el cajón de la mesa de noche y la tijera que hay en el costurero. — Lo hice y la vi ir hacia la tapa trasera del libro de cuero negro con una gran cruz dorada en la tapa superior. Cogió la tijera y fue despegando la hoja con sumo cuidado. Vi alucinado como había hecho un hueco y guardado cosas. Saco cuatro fotos, tres grandes y una mediana, como para poner en una cartera. — este es tu verdadero padre.

Una de las fotos era de un hombre muy alto y con un cuerpo fornido de cuerpo entero y solo. Tez morena, pelo y ojos castaños. El mismo hoyo que yo tenía en la barbilla. Bien podríamos pasar por familia.

— Que me maten poli si no es una copia de ti o tú de él. —V se había puesto detrás de mí tan sigilosamente que ni lo había notado.

La otra foto era de mi madre y medio cuerpo. La siguiente era del equipo de quirófano con sus uniformes y la otra era de ellos dos solos. La mediana dibujaba la cara y medio cuerpo de mi padre.

— Gracias mamá. Lo necesitaba. Siempre he sabido que por mis venas no podía correr la sangre de ese animal que tienes por marido.

Saco del mismo hueco un papel y un anillo. Me sonrío.

— Este anillo pertenece a tu padre que no se si vive o está muerto. Y estos números son de una cuenta que abrió a tu nombre y donde hay un dinero que te pertenece. Me prometió antes de irse que se ocuparía de ti y lo hizo. Las fotos me las dio el para que llegado el momento cayeran en tus manos. Lo escondí todo para que mi marido no se gastara lo que te pertenecía, no vendiera el anillo y mucho menos rompiera las fotos. Dentro del anillo hay unos garabatos que no entiendo y que por más que he buscado no he encontrado traducción. Siento no tener nada más que darte que sea de él.

— Madre, me has dado la vida por segunda vez. Siento todo lo que tuviste que sufrir.

— No lo sientas porque por un mes fui la mujer más feliz del universo y de la vida. Fuiste la gran recompensa de ese amor. Escúchame, has venido a este mundo a desempeñar un gran papel, no tengas miedo del futuro porque será muy bueno y acepta con humildad lo que la vida te tiene preparado. Haz de irte, mi marido está a punto de llegar. Prométeme que serás muy feliz y que buscaras a tu verdadero padre.

— Te lo prometo. Te amo madre.

— Poli, viene alguien. Debemos irnos.

— Te amo mi gran guerrero.

Nos dimos un sentido abrazo y varios besos. Lágrimas cayeron de nuestros ojos y sonreímos con los ojos y el alma llena de amor. Cuando V se despidió, lo agarró por la camiseta y acerco su oído a su boca que aun sonreía.

— Hazle daño a mi pequeño y vendré del más allá a patearte bien fuerte el culo.

— Ni dudo que lo haría Odelle. Un placer.

— Lo mismo digo.

Al salir Bucth tropezó con un tío muy desagradable. El padre, bueno el marido de su madre.

— ¡Más cuidado gilipollas!

 — Perdón.

— ¿Te conozco? ¿Por qué sales de la habitación de mi mujer?

— No, nos conocemos y ha sido una equivocación.

Intentaba con todas mis fuerzas no levantar mi vista y mucho menos mi cara. Cale bien mi gorra de los Red Sox y cuando me puse en marcha el cabrón freno mi paso. Dispuesto a golpearlo, Vishous se cruzó entre los dos, sin su gorra.

— Mi amigo ya te pidió perdón y te ha dicho que entramos en la habitación equivocada. Suéltalo o te quedas sin brazo.

Conque placer golpearía a este hijo de puta. Me pegue más a su cara y pecho y fue cuando soltó el brazo del poli.

— Maricas.

— Mira a tu espalda a partir de hoy. Mira dentro de tu habitación todas las noches y procura no soñar o tener pesadillas porque iré a por ti cuando menos te lo esperes.

Le di un puñetazo noqueándolo y lo agarre sentándolo en una de las sillas para que no cayera al suelo.

Corrimos hacia la salida riendo y nos subimos al coche después de joder las cámaras, una vez mas de ese piso y las de salida.

— Gracias amigo.

— No hay de qué. Déjame ver lo que pone en el interior de tu anillo.

Mientras lo miraba yo me comía las entrañas de los nervios.

— ¡Coño! ¿Quieres que me dé un infarto? ¿Qué dice?

— ¡Ha! Que eres un cabrón con suerte de grande como tu polla…amigo mío esto es Lengua Antigua y pone una leyenda que dice…mi linaje, tú sangre hijo mío. Eres un maldito vampiro.

— Mestizo en su lugar.

— Vampiro y ahora lo entiendo todo. Porque gruñes. Lo cómodo que te sentiste entre nosotros desde el minuto uno que cruzaste la puerta con la reina en brazos. Que no te costará dejar tu antigua vida y te acoplaras tan bien a la nuestra. Que no salieras corriendo cuando vistes los colmillos o como tu hembra se evaporaba. Tú fuerza para ser un humano. Como cuidas a todos los de la casa y como cuidas a tus hermanos guerreros en la lucha. Tú forma de pelear. Ver mi raza como la tuya y que mi sangre te dejara buen sabor de boca y no murieras cuando la tomaste.

— ¡Mierda!... ¡Mierda!... ¡Mierda!... ahora que es real y es una posibilidad, acojona de verdad.

— Esto hay que celebrarlo, ya no vas a envejecer y vas a estar con nosotros por siglos. Pero antes hay que hablar con Wrath. Y no debes olvidar que tanto la regresión como la transición son muy peligrosas.

Le di de vuelta el anillo y sonreí cuando se lo puso en uno de sus dedos. Lo mire e hice la mueca que tenía por sonrisa, lo cogí del cuello y lo pegué a mi boca. Devore la suya y ambos gemimos. Nos separamos antes de que la cosa se pusiera más caliente.

— Me has dejado sin aire, eso se avisa.

— Y tú a mi poli, con la polla dura, pero a casa que hay mucho que hacer.

Me reí y abrí mi ventanilla, revolviendo en mi lado porque estaba igual.

Saber que era fruto de un gran amor que no pudo ser me dejo muy tranquilo. Esa misma noche mi madre falleció y se llevó con ella su historia de amor.


No hay comentarios:

Publicar un comentario