sábado, 20 de mayo de 2017

INCOGNITAS DESVELADAS...8ª


                                                  INCÓGNITAS DESVELADAS



Vishous y Butch  Fated

Habían pasado seis meses des de que nos habíamos instalados en la mansión de la Tumba. Que estuviera aislado en la montaña y construido en piedra, no nos hacía temer por los incendios. Con sus altos muros también de piedra y la enorme verja de hierro forjado, además de la niebla que continuamente rodeaba la edificación, todo eso evitaba que estuviéramos a salvo de visitas y miradas indiscretas. Había fortificado el lugar con un sofisticado emparejado de alarmas. Con unas persianas que se subían cuando eran de noche y se bajaban cuando llegaba el día. Fortifique el exterior y exterior. Móviles y ordenadores también.

Las habitaciones subterráneas habían sido una buena máxima en el plan de vivir en esa mansión y no en el resto de las otras. Habíamos montado un gimnasio con su vestuario. Agrandado el garaje para guardar coches y ataúdes. La fragua que había estado inhabitada, la puse en funcionamiento. También habíamos puesto un dispensario médico con todo lo necesario, las heridas leves las curábamos ahí. Las de vida o muerte en la clínica de Havers. También habíamos ampliado lo que sería la zona de entrenamiento para los futuros hermanos que ya entrenaban bajo la batuta del hermano Zsadist.

Por el túnel que conducía a las habitaciones subterráneas, se podía salir directamente a la parte trasera de la mansión, la delantera y el garaje. Ese pasadizo estaba bien armado de seguridad.

El poli y yo, junto con Marissa vivamos en lo que llamábamos el Pit y era una de las habitaciones subterráneas que acondicionamos y la pusimos habitable. Era de las más grandes y con tres habitaciones, dos de ellas con baños incorporados. . Un salón con una enorme tele de plasma para ver los partidos, enorme también. Una cocina más pequeña. Una barra americana. A la habitación sobrante le quitamos las puertas y coloque ahí todo mi arsenal informático, con una mesa que tenía tres ordenadores. Dos fax. Y dos impresoras. Y un futbolín en medio de la sala.

Mantenía mi ático, que nadie de los de la casa sabía que existía. Pero pasaba la mayor parte del tiempo en la mansión. Rhage y Z habían encontrado a sus hellren y el cambio había sido radical y para mejor. Phury seguía célibe y soltero. Todos menos Thor, del que no sabíamos nada desde el asesinato de su leelan y su hijo nonato, vivían en la casa. Junto a tres de los nuevos reclutas,Jhonn que llego de la manos de Mary y Bella,Qhuinn y Blay. Todos con pasados enganchados a sus espaldas.

Las hembras trabajan en un lugar llamado Lugar Seguro. Un lugar para ayudar a las hembras que sufrían golpes a manos de sus machos y niños más desfavorecidos de nuestra raza.

Los cambios se habían hecho en un mes, lo que tardo el rey en recuperarse del todo. Y en seis meses vinieron todos los demás a pasos de gigantes, pero seguros. Había un gato y un perro en la casa, el primero de Beth y el segundo, era un perro guía, de Wrath. Algo impensable hacía poco.

Fritz se había venido con nosotros y le buscamos un poco de ayuda extra. El hombrecillo estaba encantado de tener la casa llena de gente y estar siempre pendiente de todos nosotros.

Una queja con acento irlandés me saco de mis ordenadores y de mis pensamientos.

— Este cuero no me convence para nada. —seis malditos meses había tardado en convencer al poli que se pusiera los pantalones de cuero y mierda si no le caían como un guante de genial.

— ¿Acaso no te quedan bien? Por lo que yo estoy viendo no te hacen ni arrugas.

— Claro Coco Chanel, no te jode. —Hubo una pausa —no es eso. No te me ofendas pero esto es ropa de macarra, traficante, striper…

— Son para luchar, no para ir a la moda.

El poli levantó sus pesados brazos y dio una vuelta, haciendo que la luz se reflejara en su pecho desnudo. El liado que estaba fumando se cayó de mi boca y con disimulo lo saque de mi entrepierna, antes de que quemara mi pantalón y lo apague. La madre que lo pario.

— Los mismo pasa con las faldas escocesas y en tu vida, que es bien larga, me veras con una de ellas.

— Gracias al Fade, tienes las piernas feas y torcidas.

— Y tú, esos colmillos que te crecen y por cortesía no lo señalo.

— Tengo una dentadura perfecta, poli.

— Muérdeme chupasangre.

“Eso quisiera yo” pensé sin poder apartar mis ojos del culo de Butch y repetirme a mí mismo como otras muchas veces: Esta felizmente emparejado, aunque no lo hayan hecho oficial, con el amor de su vida. Y aunque no fuera así sus tendencias eran muy distintas a las mías.

Odiaba, últimamente mi vista periférica, que me hacía mirar a mi compañero de piso con total impunidad y descaro. Me lamí mi labio inferior y fantaseé con posar mis manos sobre ese culo y acariciarlo.

¡Maldita sea! Era un total pervertido en todo a lo referente con el poli.

Mientras me movía viendo como me quedaba el cabrón pantalón de cuero, y tenía un toma y te la devuelvo con el jode mentes, no podía dejar de pensar en los cambios que había habido en un tiempo récord de seis meses. Habían sido cambios para bien. Mi océano vivía conmigo y V. Pero aun no habíamos dado el paso de hacerlo oficial y tatuar su nombre entre mis omoplatos. Cuando ella me preguntaba cuando lo haríamos, le daba largas. Precisamente ahora estábamos mosqueados por la misma discusión de hace meses. No es que no quisiera hacerlo. Algo que no sabía muy bien que era, me impedía dar ese paso.

Lo achacaba a que ella viviría siglos y yo no. Yo era un humano con unos diez o si la vida era generosa quince años más de vida. En algún punto del camino, todo el puto alcohol que me había bebido, se haría notar. O en su lugar lo haría todo lo que había fumado. Cualquiera de las dos opciones no eran para formar un matrimonio eterno o al menos algo más largo y duradero de lo habitual.

Luego estaba mi amistad con Vishous. En estos seis meses nos habíamos acercado más de lo que lo había hecho con De la Cruz y eso era un gran logo. Y no soy tonto, notaba sus miradas, como las de ahora, me preguntaba a mí mismo porque no dejaba de lucirme y al responderme sonreír y me conteste, que no me daba la gana. Cuando no estaba con Marissa, lo hacíamos todo junto, menos dormir en la misma cama. Aceptar a mi hembra, como ellos las llamaban, no había sido fácil para él, pero ahí estábamos. Puede que no sea vampiro, pero notaba su desagrado y sobre todo su mal estar si nos encontraba en actitud cariñosa.

Pagaría por poder hurgar en su mente, como hacia el a veces en la mía, solamente para saber que pensaba cuando me miraba tan de seguido y de la forma que lo hacía. Había algo que me tenía loco desde hacía semanas, bueno dos cosas. Primero su manía de oler mi sangre cada vez que era herido o me abría una brecha en el cuerpo a cuerpo de entrenamiento con los novatos. Y donde iba cada vez que tenía sexo con Marissa, a follar seguro. Después de horas, volvía casi al amanecer y apestando a sexo, pero no al de colonia barata y tabaco rancio, todo lo contrario. ¿Me molestaba? Sí. ¿Por qué? Ni puta idea.

Saber lo que le estaba pasando no lo hacía más fácil. Yo nunca le podría corresponder. Amaba a mi leelan y lo quería como podía querer a José, como un hermano a otro. Más allá de eso, no podría haber nada. Ser su mejor amigo como él era el mío, era la máxima raya que estaba dispuesto a cruzar. Más allá de esa línea no habría nada. Ni ahora, ni en un futuro. Ni aunque me molestara el olor a sexo de otras personas encima de su cuerpo.

Vaya lio, pero no ver o no estar cerca de Vishous, no era algo que me gustara. Recordé una vez que le propuse que Marissa y yo nos mudáramos a una de las habitaciones de la planta superior y fue una locura. Su cuerpo se tensó y su rabia y dolor se hizo patente a partes iguales. Mil preguntas después por su parte. Mil perdones por la mía. Seguimos compartiendo el Pit.

Su voz me devolvió a la realidad.

— ¿Vas el a probarte resto del equipo? ¿O vas a seguir quejándote de cómo te queda el pantalón y lo macarra que es el cuero?

— No me hagas ponerme contra el suelo.

— Es tu pasatiempo preferido cuando te tumban los junior o los resctritores, como privarte de él.

— Porque me duele mi trasero.

Vishous se levantó y me dio la espalda. Al girarse llevaba en su mano izquierda una cartuchera de cuero. Silbe de admiración y la deslice por mis hombros.

— Mierda, se ciñe como un guante y se ajusta sin fallo.

— Te tome las medidas poli. Tengo otra cosa para ti.

Entro a su habitación y salió con una caja de madera negra, como no y me la dio. La abrí y dentro había dos pistolas, negras y con detalles en oro. Y varios paquetes con las balas que ellos fabricaban para cargarse a los apestosos talcos con patas.

— Uffffffff jode mentes me has dejado sin habla. Son preciosas.

— No es nada, poli, tus pistolas no estaban hechas para las balas que usamos y pensé que sería un buen presente. Si sales a pelear con nosotros, al menos que tu culo este seguro.

— Lo es, un buen regalo. Y mientras tú cubras mi culo, no hay problema.

— Espera en darme las gracias, me queda otro presente que darte.

Puto poli, parecía que estaba más en una pasarela que viendo como le quedaba el curo en su piel. Se movía de un lado al otro para ver si estaba cómodo y sería capaz de ponérselo. Entre esos menos y sus pensamientos duros, me estaba volviendo loco. Yo no podía despegar mi vista de él y sonreír cada vez que no miraba.

Sonreír era una de las muchas cosas que había aprendido desde que Butch entro en mi vida. Era la persona a la que más me había acercado en mis siglos de vida. Compartíamos el Pit, nos emborrachábamos juntos, bueno el poli se ponía ciego y había que acostarlo. El alcohol no era algo que nos afectara en gran medida. Hacíamos ejercicios juntos. Todo lo hacíamos juntos, todo, menos algo que llevaba soñando mucha noches seguidas.

Eso era impensable. Pero soñar es gratis y tenía la ventaja que no podía leer mis calientes pensamientos y sueños. Estaba ligado a la persona de Butch de una forma que complicaba las cosas y sin embargo no cambiaría nada en absoluto. Además él sabía lo que estaba pasando. El irlandés era más listo de lo que muchos pensaban. Era mi mejor amigo y me conocía mejor que nadie. Con solo mirarnos ya sabíamos lo que el otro quería, fuera en el campo que fuera, menos en el sexo. En ese campo íbamos por diferentes caminos.

Si Marissa lo sabía y la Hermandad también, casa de viejas chismosas y cotillas. En esta casa era imposible tener un secreto. Era una misión imposible. El poli también. Pero nunca habíamos hablado de eso. Nadie, ni el interesado parecía tener ningún problema con eso…pero yo sí. No me soportaba a mismo.

Dispuesto a no volverme las loco. Me levante y fui a por la cartuchera para las pistolas que le había hecho de cuero.

— ¿Vas el a probarte resto del equipo? ¿O vas a seguir quejándote de cómo te queda el pantalón y lo macarra que es el cuero?

Unas puyas después me encamine hacia mi habitación y cogí la caja de madera negra. Las pistolas las compre, pero los detalles en oro, se los había puesto yo. Su cara se iluminó cuando las vio y yo fui feliz. Tuve que toser con disimulo cuando me dijo lo de cubrir su culo. Ya me gustaría a mí hacerlo, pero no en el campo de batalla, sino en la cama.

Dude si darle el otro presente, pero no sería justo. Volví a mi habitación y salí con otra caja de madera negra.

— Toma, poli.

La cogió y su cara era la de un niño recibiendo sus regalos de Navidad. Esta vez sonreí abiertamente para él.

Volvió hacia su habitación y salió con otra caja más pequeña. Ilusionado la abrí y lo mire. Su abierta sonrisa era sin duda el mejor de los regalos. Cuatro dagas, como las que ellos utilizaban me dieron la bienvenida. Y las acaricie.

— Me consistentes demasiado V. Si las pistolas son preciosas, las dagas son maravillosas.

— Todos tenemos nuestras pistolas y dagas. Faltabas tú. Y no las deje calcada en el cuerpo de los enemigos.

—Ni loco. Son mis tesoros. Gracias amigo. Son perfectas y las has hecho tú mismo. Gracias de nuevo.

—Solo son dagas poli. No podías salir a pelear con las dagas que te tirábamos en el campo de batalla, debías tener las tuyas propias. Hago lo mismo con el resto de la casa.

— V, de verdad…

— A la mierda — que el poli no me respondiera con otra grosería, no era nada bueno. Levanté mi vista.

Butch estaba frente a mí y ni cuenta me había dado. Sus ojos almendrados, los mismos que se me presentaban en sueños, tenían una expresión de compresión que desee no tuviera, al menos no en ese momento. Baje la vista.

— De nada compañero.

Sentí la punta de una de las dagas deslizarse bajo mi barbilla. La empujo y me obligo a mirarlo, lo hice. Nuestras miradas se encontraron. Mi cuerpo se tensó al mismo tiempo que se estremecía.

— Son hermosas Vishous.

No podía cruzar ninguna línea, así que me incline sobre la hoja de la daga, de manera que me cortara la garganta. Me aferré a ese dolor para despreciarme y frenar cualquier avance hacia el poli. Volví a cerrar mis ojos.

— Mírame Vishous.

— Déjame en paz de una puta vez.

— Tendrás que obligarme y con mi nuevo armamento estoy seguro saldría ganando —vaya farol me acabo de pegar. — no hagas un mundo, solo te estoy dando la gracias por hacer algo maravilloso. Compro tu mano macho. Es mágica a la hora de dar vida a un trozo de hierro.
Abrí los ojos con estos lanzando destellos y las ganas de tirarme sobre el poli y golpearlo.

— Eso es pura mierda y tú lo sabes muy bien. Negar la evidencia no lo hace más fácil, todo lo contrario, complica todo y lo hace más duro. No te atrevas a decir que lo sientes o te juro que te golpearé y hare daño,¡¡maldito egoísta!!

— Pues lo siento. Siento todo. Siento que no pueda corresponder a lo que tu si…

— ¡No te atrevas poli! ¡No te atrevas o te mato! No hay nada que lamentar y no necesito tus migajas. Como tampoco necesito que me correspondas a nada que no sea cubrirme cuando peleamos. El resto es nada. Es una mierda. Es mi problema y no te incumbe.

— No quiero hacerte daño y no quiero perder tu amistad.

—¡¡ Basta Butch!! Este tema queda zanjado aquí y ahora. Para siempre. No volveremos hablar de ello. Si en algo valoras esa amistad que nos tenemos, cierra tu puta bocaza y olvídate de ese tema para tus restos. O te juro que…

Me quede en silencio cuando apareció Marissa con su aire y porte de princesa. Sus facciones finas y bellas. Su larga cabellera rubia.Y su olor a océano. A pesar de no ser mi tipo, la admiración por su belleza está ahí. Era considerada entre nuestra raza, como la gran belleza de la especie.

Mi cuerpo se tensó. El poli dejo sobre el sofá su armamento y le sonrío. Su cuerpo también estaba tenso.

Mis sospechas se habían confirmado. Sus sentimientos o deseo por mi latían como el hilo de sangre caliente que corría desde su garganta a su pecho cubierto por una camiseta negra. Algo se rompió dentro de mí, yo no podía corresponderle como él quería o necesitaba. No criticaba a quienes tenían la valentía de amar a otra persona de su mismo sexo. Pero lo mío eran las mujeres, lo había sido siempre. Además mi corazón ya tenía dueña. No seriamos la pareja perfecta, pero era la persona, la mujer que yo quería en mi vida, en mi cama y calentando mi cuerpo. Poder perder su amistad, eso era otra cosa y algo que no quería que sucediera. Si perdía al mejor amigo que había tenido después de Jose, no me lo iba a perdonar. Ya fue bastante doloroso no poderle decir a mi antiguo compañero, que estaba vivo y bien, como para quedarme sin él. Sin Vishous.

De repente dejo de hablar y su cuerpo se puso tenso. El olor de mi leelan me llego como una brisa fresca y me di la vuelta con la mejor de las sonrisas. Y mi propio cuerpo se tensó, esperaba que no hubiese oído ni una coma de la conversación.

— ¿Todo bien?

— Si Marissa, ya conoces lo bocaza que es tu macho. —le replico V para quitar tensión al ambiente.

—Conozco esa delicada faceta suya. Mira esos pantalones. Por Dios, que bien te quedan.

Vino derecha hacia mí y me beso. Mi cuerpo se relajó un poco. Le correspondí el beso mientras la abrazaba. No me olvidaba que V estaba ahí, pero no quería otra pelea con mi mujer.

— ¿Te gusta? De eso estaba hablando con Vishous. No lo veo para mí.

— ¡Pero qué dices! Porque no vienes un momentito conmigo y te muestro lo bien que te queda y lo sexy que estas.

— Dulzura soy todo tuyo. —evite mirar a mi compañero de camino hacia la habitación con ella.

Una vez que la puerta se cerró. Apoye mi espalda contra esta y respire hondo. Cuando Marissa se apoyó contra mí y se froto, mi polla no respondió de inmediato como siempre. Hoy habría extras de prolegómenos y por Dios que esperaba culminar la faena o estaría en un buen lio y contando mil mentiras para explicar porque mi soldadito no se ponía firme.

Ella cayó de rodillas y anduvo en los botones de mi pantalón. Saco mi sexo y lo metió en su boca. Parecía que este no estaba por la labor de colaborar. La mirada de derrota y vergüenza de Vishous, se paró frente a mí. Mi cuerpo se estremeció y mi pene recupero la vida. Mi sangre se volvió loca y esta vez no le hice el amor. Me la follé como un sediento en busca de un manantial para saciar su sed y que se conforma con la cantimplora que encuentra en el camino.

El remordimiento y mi propia vergüenza me golpearon sin avisarme. Y a pesar de querer parar no pude. No quise hacerlo. Era la primera vez que el sexo con ella, estaba basado en la imagen de unos ojos platas. Estaba basado en mentirosos sentimientos.

Estaba basado pensando en otra persona.

¡Santo Dios!, ya no podía seguir viviendo con ellos. El recuerdo constante de lo que quería y no podía tener, me estaba matando. Y comprobar lo que ya sabía, que el poli sabia de mis sentimientos era una tortura que no estaba dispuesto a sufrir. No estaba en buenas condiciones. Nunca lo había estado, pero ahora era peor. Llevaba varias semanas sin dormir y eso no era bueno para mí, me desquiciaba más de lo que ya estaba.

Subí la música que había en el reproductor de música y pase mis manos por mi cara. Antes hacía eso mismo para no oír los pensamientos de los demás. Pero sin visiones como estaba, me era imposible leer ninguna mente. Aunque desde que vivía con ellos, la subía cuando empezaban hacer el amor. No quería ir los gemidos de placer de la hembra y muchos menos los del poli.

Tenía que salir de ese lugar. Tenía la misma ansia de escapar que cuando estaba en el campamento del Sanguinario, mi odiado padre cabrón. Tenía que salir o iba a empezar a destrozar todo el mobiliario. O en su peor caso, golpear algunos de mis hermanos.

La idea de la separación se fue haciendo hueco en mi loca cabeza. Pero tendría que ser yo quien la iniciara. Por dos veces, anteriormente, les di la opción de mudarse y en una Marissa dijo que el Pit era muy acogedor. Me parecía poco creíble, ya que más que un piso acogedor y coqueto se parecía más a una fraternidad de chicos. La segunda, el poli me miro echando rayos por los ojos, negando en alto y yendo a por una botella de Lagavulin que se metió entre pecho y espalda. Y pensar que los dos se habían quedado por pena o preocupación por mí, me volvía un poco más loco.

Pero la idea de buscar una de las habitaciones del piso superior, me revolvía el estómago.

Tenía que irme de aquí y dejar de pensar. Agarrando mi chaqueta, saqué el móvil y de camino a la puerta y marcando el código de entrada, salí y marque un numero en el teléfono. El pecho se me helo mientras daba los tonos. Pero una obsesión se mataba con otra obsesión.

Ignore el saludo seductor de la hembra.

— Ahora. Ya sabes que ponerte y debes tener el pelo recogido. Quiero el cuello libre.

—Sí, mi lheage.

Marque el teléfono interno desde mi móvil. El mayordomo contesto enseguida.

— Fritz, ¿puedo contar con tu discreción y contigo?

— Por supuesto señor Vishous.

— Voy a un sitio. Cuando acabe, te llamare a la mansión para que lleves el coche. Recojas a la hembra y la lleves a su casa. Si está mal herida, te daré otra dirección y la llevaras para que la curen. Esperaras por ella para dejarla en su hogar. En ningún momento estarás en peligro y te pagare el favor bien.

— Le serviré con gusto señor y no hace falta me pague un extra. Mi trabajo es cuidar de todos en la casa y servirles con honor y total discreción. Esperare su llamada.

Si más colgué y salí hacia el jardín evaporándome y uniendo mis partículas en mi ático del centro. En la zona más lujosa de Caldwell. A la espera de la hembra sumisa, me iba quitando la chaqueta y camiseta, nunca el pantalón. Realmente era un depravado pervertido. Un pervertido sexual, descarado e impenitente. Mi forma más dolorosa de mantener el control en mi vida.

Era conocido entre mi raza por raro, peligroso, loco y perverso. Pero esas habladurías baratas, me importaban tanto como las mujeres que golpeaba y me follaba estando atadas e inmovilizadas. Me importaba una mierda. Ellas solo eran un vínculo para quemar mis frustraciones y mis demonios.

A la esclava de esta noche, le gustaba el sexo muy duro y doy fe de que iba a tenerlo.












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