viernes, 31 de julio de 2015

MARISSA...4ª



                                                                  

                                                               MARISSA

                                   






Butch y Vishous Fated

Me bebí la mitad de la botella de un solo trago y de golpe. El amable mayordomo me llevó hacia una habitación que envidiaría cualquier antro de la ciudad.

— ¿Quiere comer algo el señor?

—No gracias, así está bien.

Con mucho sigilo salió del cuarto pero antes incline mi cabeza en señal de respeto, me fui a sentar en unos de los sillones, cuando vi la mesa de billar, eso sería mejor que esperar sentado, no iba conmigo. Coloco las bolas, cogí un taco y empecé a jugar. No sabía el tiempo que había pasado pero iba por la cuarta partida y la segunda botella y allí no aparecía ni dios. O eran buenas noticias o me iba a quedar sin pelotas, lo que me jodería más que quedarme sin vida, eso me importaba una mierda. Joder los nervios me estaban comiendo por dentro, si no aparecían antes de acabar la nueva partida iría al despacho y enfrentaría lo que fuera.

Una vez el mamón de Wrath nos deja marchar salgo haciendo atronar mis botas de combate sobre el mármol del pasillo. No me hace ni puta gracia el tener que quedarme fuera de rotación esta noche. Seguramente es una maldita venganza por haberme enfrentado a él, por insubordinación. Pues que le den.

Me encuentro a Fritz que va hacia la cocina y le pregunto que a dónde ha llevado al poli. Me dice que está en la sala de billar, así que me dirijo hacia allí.

El fuerte olor a océano me hace arrugar la nariz. ¿Qué cojones hace esa hembra aquí? Frunzo el ceño y sigo caminando, la encuentro mirando dentro de la habitación en la que supuestamente el doggen ha dejado a mí... Oh, mierda puta. A tomar por culo. Al poli de los cojones, hombre ya.

— ¿Qué haces aquí, Marissa? —Ella da un respingo y se gira rápidamente hacia mí.

Aprieto las mandíbulas y la miro directamente a la cara. No me gusta ni un pelo.

—Yo... venía a... a hablar con... Wrath. Sí, eso...

—Él no está aquí. —Sé que estoy siendo muy desagradable, pero me da lo mismo. Esa hembra no me gusta y tampoco que esté rondando al humano—. Está en el despacho de Darius.

Baja la mirada y mis dientes rechinan mientras un rugido quiere salir de mi pecho a marchas forzadas. Joder, cómo me gustaría someter a esta relamida, la hostia... le enseñaría lo que es la maldita sumisión.

— ¿V? —oigo que llama Butch y saca la cabeza por la puerta. Se queda petrificado al ver a la hembra.

Casi me doy de bruces con el ropero empotrado, iba a preguntarle cómo habían ido las cosas, cuando un olor a océano llena mis fosas nasales y mi vista camino hasta toparme con una alta, bella y elegante dama que puso firme a mi soldadito, sólo con esa bella mirada. No me pasa desapercibida la mala ostia que lleva V, joder, tragué saliva, eso solo significaba que las cosas no habían ido nada bien dentro de la guarida. Lo miro con más atención sin perder de vista a la bella dama y noto que el enfado se lo produce la dama en cuestión, el odio que destilan esos ojos brillantes no es normal, a no ser que la muchacha sea una antigua novia del ropero empotrado. Y no sé si por los nervios que estoy conteniendo o bien por el silencio del mamón, decido putearlo con todas las de la ley.

—Oye ropero empotrado ¿no me presentas a la bella dama? Es una grosería no hacerlo tío.

Giro la cabeza lentamente hacia el poli, mis ojos brillan peligrosamente y cuando voy a hablar, la perra relamida de la glymera se me adelanta. Mi mano enguantada se cierra en un puño y el cuero cruje a causa de la presión. Dios si no deseo lanzarme sobre ella y estrangularla con mis putas manos.

—Soy Marissa —dice mientras mira al poli con curiosidad. A mi olfato no pasa desapercibido el olor a excitación del humano y eso me pone aún más negro. Puta hostia.

—Si queréis algo de intimidad, sólo decidlo —gruño, mordiendo cada una de las palabras. Sé que no tengo derecho a cabrearme, pero a tomar por culo ya. Butch me mira extrañado, pero le ignoro. Paso de largo y entro en la sala, dirigiéndome al mini-bar para agarrar la botella de Goose—. Estaré en la habitación —digo al pasar al lado de los dos tortolitos, pisando fuerte.

Síp, la noche ha ido de mal en peor. Joder y no tengo ni tiempo ni ganas de llamar a una de mis sumisas. Así que o me afianzo la puta botella de vodka o la he cagado.

La altitud del ropero empotrado no es lógica, pero mi olfato de policía me dice que mantenga el pico cerrado, lo deje ir y luego abordare que cojones le pasa. Sé que está al límite de sus nervios y que si abro mi bocaza me llevare un puñetazo. Pero soy bocazas de nacimiento, que le voy hacer. Al pasar por mi lado, lo agarró del brazo donde lleva pillada la botella.

— ¿Tienes algún sitio donde pelear? —Me mira como si estuviese loco.

—Fuera, en el jardín —me gruñe.

—Bien bébete la botella y baja en veinte minutos, tú y yo necesitamos una buena tunda de golpes y si te vas a emborrachar es señal de que no salimos a patrullar —me mira como si hubiese terminado de volverme loco de remate —veinte minutos ropero empotrado.

 Salió disparado hacia la habitación, pero antes me soltó un gruñido, supongo que era un sí. En cuanto salió me ocupe de mi bella dama.

—Encantado soy Butch O Neal.

—Mucho gusto soy Marisa.

La conduje hacia el sofá y le ofrecí una bebida que amablemente declino, mientras oía el suave murmullo de su voz, contestaba a sus preguntas, mientras mi mente vagaba hacia la habitación donde estaba V. ¿Qué coño lo tenía de tan mala hostia? que ambos necesitábamos una buena pelea para echar fuera los putos nervios era un hecho, qué mierda si se lo iban a llevar por delante, que fuera después de una buena pelea, porque una cosa tenia clara, habría pelea y me iba a machacar.

La conversación con Marisa fue entretenida y amena y mi soldadito estaba revuelto y firme, pero esa nena no era ni una prostituta, ni ningún tipo de mujer con el que solía tener sexo. Era la primera vez que mantenía una conversación con una mujer y me gustaba mucho. La vi que miraba el reloj.

—El hermano Vishous está a punto de bajar, será mejor que me vaya, Butch O Neal ha sido un placer.

—El placer ha sido mío, espero haya una próxima ocasión.

Me tendió su frágil y suave mano y con una sonrisa se evaporo delante de mis narices, en el mismo momento que el ropero empotrado asomaba su cabeza por el hueco de la puerta.

Cuando llego a la habitación cierro la puerta de un portazo. A tomar por culo si toda la mansión se entera. Coño, vale, a ver. Analicemos la situación, mamón pervertido de los mil demonios, me digo a mí mismo mientras le quito el tapón a la maldita botella y le doy un trago.

En primer lugar, el humano... Butch, ya me había dicho que era hetero, que le ponían las tías y que follaba con hembras, ¿no? Vale, hasta aquí llegamos todos, ¿cierto? Pero, el hecho de que se haya tenido que fijar en esa perra relamida, en que haya olido su puta excitación ante mis jodidas narices... Me paso una mano por el pelo y doy otro trago más, caminando por la estancia, de un lado al otro.

No solo es la ex shellan de Wrath, sino que él ahora es algo así como su Whard, como se entere de que el humano ha puesto sus ojos sobre ella, la habremos cagado. Aprieto los labios y rebusco en mis bolsillos por un liado. Miro el reloj. Me quedan quince minutos. No le daré ni un puto minuto más. Me trago la mitad del vodka de una sentada y enciendo el cigarrillo, exhalando el humo.

Hombre, no puedo mantener esperanzas con lo que sea que estoy sintiendo. Es evidente que el poli no es como yo, coño, sólo le faltó apartarse de mí cuando insinuó que me gustaba causar daño a los demás y no lo desmentí. Su cara decía todo lo que no podía ser dicho en palabras. No hace falta, llevo todo eso marcado en mi piel con tinta, muchas gracias.

Cuando ha pasado el tiempo que me había indicado el castaño dejo la botella vacía en el suelo y salgo del cuarto, bajando las escaleras a tiempo para ver cómo Marissa se desmaterializa. Perra.

— ¿Cómo quieres hacer esto? —digo mientras me acerco al poli con los brazos cruzados sobre el pecho.

—No me digas que tengo que enseñarte a pelear ropero empotrado —tomo un trago de la botella que aún no había terminado —tú lo necesitas y yo también, así que tu delante te sigo al jardín y después me dices que coño habéis decidido hacer conmigo, pero primero la pelea y joder ropero no machaques mucho mi hígado, ya está jodido. Dicho esto al puto jardín por favor— Lo veo mirarme como si de verdad no supiera lo que estoy haciendo, pero sí que lo sé, este tío no es de hablar pero si de pelear y quién sabe si de otras cosas peores. Me planto ante él y sonrió —Llamo al amable mayordomo para que nos indique por donde se sale al jardín o me guías tú.

Sacudo la cabeza. No entiendo una mierda de por qué cojones me está pidiendo esto, pero está claro de que algo ronda su mente, igual que algo ronda la mía y es algo que no quiero analizar ahora mismo. La aparición de Marissa me ha tocado las pelotas así que hago de tripas corazón y suspiro.

Sin decir una palabra más giro sobre mis talones y camino hacia la puerta trasera de la mansión, asegurándome de que el poli me sigue de cerca. Tendré que controlarme. Mi fuerza es superior a la suya y que me jodan, pero sabiendo cómo pelea, esto va a ser bastante interesante.

Abro la puerta y le dejo pasar primero.

—Muy amable ropero empotrado— Paso delante quitándome la camiseta, la tiro al suelo, me planto delante de él y le pego un derechazo que no lo mueve del sitio pero le hace ladear la cabeza — Si estás pensando ser blando conmigo ni se te ocurra, si me matas peleando será una buena forma de morir, lo quiero duro, aunque mañana no me pueda levantar de la puta cama. — Vuelvo a darle otro derechazo y esta vez le parto el labio inferior, el hilillo de sangre que empieza a bajar por la comisura de su boca, atrae mi atención sin saber porque y el movimiento de su lengua quitándosela hace que mi polla, que se había bajado, volviera a subir y ponerse firme como un buen y obediente soldado. Me coloque en posición de defensa, ya pensaría más tarde en lo de mi polla alzada al ver su sangre y su lengua. Ahora la puta pelea.

El primer golpe no lo he visto venir y el segundo lo he dejado llegar porque simplemente quería que me diera. Joder. Vale. Se supone que el sadomasoquista en este puto jardín soy yo, ¿no? Lamo la sangre de mi comisura y miro al poli fijamente. Podría usar mis ventajas vampíricas, pero eso sería algo injusto, ¿no? Aunque... mierda, no quiere que me contenga y mierda si no me siento en parte tentado a descargar toda mi mierda con él, pero algo me para, me controla y la voz de mi consciencia me taladra el cerebro diciéndome que no puedo, no debo hacerle daño.

Hago un amago de darle un izquierdazo y cuando se aparta, mi rodilla impacta con su costado, asegurándome de no darle en los putos puntos. Sep, mala idea empezar una pelea con alguien herido. Puta madre.

— ¿Eso es todo lo que tienes, poli? Coño, pensaba que pegabas más fuerte. Esos golpes son de nena.

—Coño hijo de puta, eso ha sido un golpe bajo, cabrón, muy bajo.

Me doblo intentando coger aire, unos centímetros más arriba y me hubiese dado en la herida, jodido hijo de puta, lo quieres sucio, lo tendrás. Veo por el rabillo de ojo como se acerca y agacha su cabeza para ver si me ha dado en la herida y es la mía. Le pego tal cabezazo en la nariz que se tambalea hacia atrás, me incorporo y lo miro con mucha mala ostia.

— Lo quieres sucio lo tendrás mamón, jamás hubiese intentado darte en una herida cabrón, pero qué coño, que carajo entiendes tú de honor. ¿Es lo suficiente fuerte hijo de puta?

Sacudo la cabeza varias veces y frunzo el ceño. ¿Qué mierdas está diciendo? ¿Si sé de honor? Aprieto las mandíbulas y me desmaterializo, apareciendo justo detrás de él y le doy un par de golpecitos en el hombro. Cuando se gira es mi turno de darle un cabezazo.

— ¿Hablas de honor? ¿Qué puedes decirme tú? Emborrachándote cada noche, yendo de putas, buscando peleas por el mero hecho de que, vaya por Dios, la vida es una hija de perra. No me hagas reír, poli.

Dios si de esta no me ha roto la nariz, sería un milagro, noto como la sangre empieza a bajar, paso un brazo y me la quito, me ayudo de la lengua para quitar el resto. —Así que esas tenemos, con truquitos de magia cabrón— Le pego un derechazo y un izquierdo y lo empotro contra la pared, encarándome a él. — Lo tuyo hijo de puta es más honorable, te desahogas haciéndole daño a la gente y te escondes en las faldas de los que tu llamas tus hermanos, si esos es más honorable desgraciado.

—¿Esconderme en las faldas de quién, cabronazo? —Escupo, agarrándole del cuello para apartarlo de mí de un empujón—. ¿Te recuerdo quién te ha salvado el puto culo dos veces, idiota? —Lanzo un derechazo que le hace retroceder tres pasos—. Jamás me escondo de las peleas, nunca. Además, ¿tú qué cojones sabes de mi vida?

— ¿Y qué coño sabes tú de la mía mamón? No te pedí que me salvaras el culo cabronazo ¿por qué no me dejaste en paz? ¿Por qué no dejaste que me mataran la otra noche?
Vuelvo a atacarte metiendo mi cabeza como los toros y yendo de cabeza hacia tu estómago, me cago en la puta la herida se me acaba de abrir, me da igual necesito darte un par de golpes más.

Te detengo como buenamente puedo y veo la sangre manchando la gasa y me cago en la puta. Rujo como un puto animal, te hago un barrido que te hace caer al suelo y me subo a horcajadas sobre ti.

—Tengo visiones y la primera noche que te vi tuve una sobre ti, gilipollas —te digo mientras inmovilizo tus manos contra el puto césped—. ¿No te gusta? Te jodes. Si no hago caso a lo que veo, pueden pasar cosas horribles. Y te diré otra cosa, sé cómo cojones morirán todos y cada uno de mis hermanos. ¿La putada? No sé cuándo. ¿Lo de D? Lo vi hace mucho tiempo y, aun así, no pude hacer una puta mierda para salvarle.

Mis ojos se quedan clavados en los tuyos y contengo el aliento al estar tan cerca de ti y me falla el autocontrol férreo que me había prometido mantener cuando estaba a solas dándole al puto Goose en mi jodida habitación. El aroma a especias oscuras sale solo y al ir a retirarme siento el bulto de tus pantalones.

— ¿Qué cojones...?

Me quedo quieto cuando me tira al césped, joder la herida se ha abierto bien y me quedo alucinado cuando me lo larga todo de una vez. Visiones, una en particular conmigo, sabe como pero no cuando mueren sus hermanos.

—Ganas por goleada, tú jodida vida es más puteada que la mía.

De repente el olor de la habitación vuelve a mis fosas nasales y me asusto cuando al mirarlo veo la misma necesidad, las mismas ganas de que lo bese, como tengo yo de que lo haga. ¿Qué carajo me pasa?, no soy gay, me gustan las tías, pero a fe mía que si me besara no me apartaría quiero ver a donde me conduce toda esta mierda.

Sacudo la cabeza y me aparto al sentir cómo la luz de mi mano maldita empieza a descontrolarse. Mierda santa. Cierro los ojos, levantándome del suelo. Necesito poner algo de distancia o haré algo de lo que probablemente me arrepentiré toda mi puta vida.

—Tendré que revisar la herida y rehacer los puntos —digo entre dientes, lanzándote la camiseta que antes te has quitado. Me doy la vuelta para intentar volver adentro, maldiciéndome por no ser capaz de controlarme cuando estás cerca. No entiendo nada, no sé qué cojones me pasa.

— ¿Sería mucho pedir que me ayudaras a levantarme mamón? la herida me duele.

Te das la vuelta y me tiendes la mano que no tiene guante, subiéndome despacio. Miro la que llevas con guante y su brillo me atrae pero algo me dice que no debo tocarla. Cuando te miro, mi lengua pasea por mis labios limpiándome la sangre y dios me coja confesado el deseo de besarte aumenta. Ese olor a especies, tú calidez, tú luz, todo me atrae como una mosca a la telaraña.

Estas tan tenso como yo.

Mala idea. Muy mala idea. Pienso mientras mis putos pies me hacen girar y volver a donde estás, agarrándote de la mano para ayudarte a incorporarte y, de forma inconsciente, estiro con más fuerza de la necesaria y acabas contra mí. Puta madre que me parió.

Mis ojos se van solos a esa lengua que sale para lamer la sangre que sigue brotando de un pequeño corte que tienes en el labio y siento mis colmillos alargarse. Levantas una de tus manos para enjuagártela y gruño, una de mis manos para la tuya y... Dios, no sé qué carajo estoy haciendo, pero me muevo solo, inclinándome hacia delante para lamer la pequeña gota que se escurre por tu barbilla.

Coño si no pensé que se venía directo a mi cuello y por inercia lo ladee, pero por poco si me caigo muerto cuando su lengua lame una pequeña gota que baja por mi barbilla. Una de mis manos sube hacia tu nuca, mientras la otra esta encima de la herid abierta.

—Muérdeme Vishous, muérdeme cabrón.

Y dejo mi yugular a tu entera disposición, ni yo mismo lo entiendo porque quiero probar que se siente al ser mordido pero es lo que quiero. No sé cómo cojones lo consigo, lo único que sé es que el mhis se ha desplegado a nuestro alrededor y que mis ojos están fijos en la vena de tu garganta.

—No sabes qué coño estás diciendo poli. —Mi voz es ronca, mi garganta está jodidamente seca y las putas encías duelen como cabronas mientras intento tragar saliva.

—Muerde.

Repites y el rugido que sale de mí es bestial. Ahora mismo soy cero racionalidad. Mi mano sube hasta tu cabello y cierro el puño alrededor de él, obligándote a exponer más tu jodida garganta. No debería, no puedo... está jodidamente prohibido. Mierda puta, pero aún tengo el sabor de tu sangre en mi puta lengua.

—Joder, dime que me detenga —jadeo, deseando que lo hagas, que digas que me aparte, que me empujes y me des una jodida patada en los putos huevos.

—M.U.E.R.D.E.M.E cabrón o te juro que te rompo la crisma si no lo haces. — Dios bendito sé que es una locura y que lo estoy llevando al límite, pero lo deseo, lo quiero, lo quise desde el primer día que me los mostro. Sería fácil echarle la culpa a las dos botellas de whisky, pero jamás he mentido y no voy hacerlo ahora y menos a mí mismo. Quiero que me muerda y si pudiera le haría lo mismo a él.

No me lo pienso dos putas veces, rujo y muerdo sin ningún tipo de delicadeza. A tomar por culo. El primer trago me deja jodidamente mareado. Es como un chute de heroína pura. El sabor es ligeramente diferente a la sangre humana, aunque no sé si es porque es un macho o qué cojones pasa. Doy otro más y, de repente, siento cómo mi ojo izquierdo se dilata y me quedo absolutamente estático. Veo al humano... pero ya no lo es. Su cuerpo es enorme y alza la comisura de un labio enseñando un colmillo largo y jodidamente afilado, pero hay oscuridad alrededor suyo. Alza la mano y, en la visión, yo alzo la maldita, sin guante y cuando estoy a punto de tocarle me aparto de él en la vida real, jadeando como un maldito búfalo.

—Joder...

Me suelta de repente y me hace daño, siento como la sangre corre por mi cuello y lo veo que se dobla, pongo una rodilla en el suelo e intento que me mire.

— Joder V ¿qué ha pasado? ¿Te has sentido mal al beber de mí? Coño tío no quería que enfermaras, joder soy un puto imprudente. —Lo pongo recto y lo oigo gemir, cuando me mira uno de sus ojos esta dilatado y me mira como creyendo que algo que ha visto o percibido no puede ser. No entiendo que le pasa a su ojo pero coño no se le iría el sentimiento de culpa si había sido por dejarlo beber de su vena.—Coño V, dime algo tío.

Cierro los malditos ojos. Mierda, ¿qué demonios es esto? ¿Por qué veo... eso? Joder, joder, joder.

—Aléjate, joder. Por favor, solo... —digo con voz ahogada. Si lo toco con esa mano lo mataré, lo reduciré a putas cenizas. No entiendo por qué está envuelto en oscuridad o por qué cojones es un puto vampiro. De los nuestros. Hermano—. Joder... —Me froto el ojo izquierdo con saña, como si quisiera arrancármelo. Lo odio y temo que lo que he visto sea la puta muerte de la persona que tengo delante. Por mi culpa.

—-! Y una mierda!—le grito—estas mal por beber de mí y no te voy a dejar en la estacada amigo, apóyate en mí y subamos a la habitación y coño deja de frotarte el ojo de esa forma o te vas a quedar sin el mamón. Tú necesitas tranquilizarte y yo que me cosas el cuello y la herida que está sangrando. Así que vamos y cuando pasemos por el bar cógete dos botellas, una de whisky y otra de vodka.

Hago que se apoye en mí, manteniendo su mano enguantada lo más lejos posible de mí, pero por lo menos se deja ayudar. Me dejo levantar, pero no puedo evitar seguir reproduciendo la visión que acabo de tener. Joder. ¿He pensado alguna vez que el miedo y mi nombre no podrían asociarse jamás en una misma frase? Bueno, olvídalo, V. En estos momentos estoy cagado de miedo, porque como lo que he visto sea lo que me imagino lo llevo jodidamente crudo. Hostia puta...

De camino nos detenemos donde el mueble bar y te pillas las botellas que has dicho antes y me llevas arriba. Por suerte no hay nadie en la puta casa a excepción de Wrath, quien estará ocupado con Beth en su habitación y doy gracias por ello, aunque tendré que hablar con él más tarde.

Cuando llegamos me recuestas en la cama y abro mi ojo bueno para mirarte.

—Poli... esto no... Tiene nada que ver con haber bebido de ti, ¿vale? No es... eso. Te lo he dicho antes, tengo visiones. No controlo cuándo las tengo o lo que veo.

No le digo nada hasta que entramos a la habitación y lo recuesto en la cama, pongo mi almohada de la misma forma que hiso el cuándo estaba herido. Abro las dos botellas, le paso la de vodka y choco la mía con la de él.

—Salud ropero empotrado—bebo un largo trago—Y me dejas más tranquilo sabiendo que no es por mi culpa que estas así y sí que tiene que ser jodido lo de las visiones esas del carajo, tienes mala cara amigo. —Pusiste tu botella sobre la mesa de noche y fuiste a bajarte de la cama.—Eh, eh ¿dónde puñetas crees que vas? —Vuelvo a colocarte como estabas—mis heridas pueden esperar, joder si no me he muerto hasta ahora, pues no lo hare por unos minutos más.

Cojo la botella y te vuelvo a dar, soy testigo como tu ojo chungo se vuelve a poner normal.

—Definitivamente tu vida es más jodida que la mía tío.

—No te haces ni la más remota idea —susurro, colocando uno de mis antebrazos sobre la cara. Joder. Sólo espero que lo que he visto no sea lo que me temo porque me voy a cagar en todo si es así. Virgen Santa...Vuelvo a pillar la botella y le doy otro largo trago. He vivido con esto toda mi maldita vida, pero jamás me llegaré a acostumbrar a ello y, a menudo, odio lo que me muestran porque sé que en el fondo, hay muchas cosas que no seré capaz de evitar que se cumplan. —Al menos —digo apartando mi brazo para mirarte—, déjame que te cierre las heridas del cuello.

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