domingo, 8 de noviembre de 2015

DESNUDANDO EL ALMA...14ª


                                                      DESNUDANDO EL ALMA
                                        

Butch y Vishous Fated

Sigo a Vishous quedándome en medio del salón echando mala hostia por todos mis porros y queriendo matar al vampiro cuando se larga dejándome solo con el otro hermano. Z entra cerrando la puerta y camina hacia el mueble bar poniendo dos copas, me tiende una y la cojo si mirarlo, luego se sienta en uno de los sillones frente al sofá.

— Butch esto no es fácil para mí, no es una época de mi vida que me guste recordar y menos hablar de ella, pero V me ha pedido el favor…está preocupado por ti y te aseguro amigo que le has tenido que calar bien dentro para que ese cabrón se preocupe. No te presionare cuenta lo que quieras y si vale sé que no hemos empezado con buen pie contigo, pero entiéndelo tengo una hija…

— Jamás haría daño a tu pequeña.

— Eso no lo sabía antes, ahora sé que la protegerías con tu vida si hiciera falta, te vi el otro día observándonos a mí y a mi nena en la biblioteca.

— No pretendía fisgar, iba en busca de un libro.

— No te preocupes.

Sin saber porque me senté frente a Z en el sofá, mire el licor ambarino y mi lengua se desato.

— No quiero tu lástima, si veo una mota de esa sensación en tu mirada o tus palabras se acabará todo y no volveremos hablar de ello.

— Me parece justo, lo mismo para ti cuando yo te cuente.

— De acuerdo… ¿Cómo has conseguido olvidar? ¿Tu nalla sabe lo que hacían contigo? ¿Cómo hacer que las pesadillas se acaben? ¿Cómo conseguir sentirte persona, no una mierda?

— Despacio macho…jamás se olvida, no me mires así, es verdad, pero se puede vivir con ello, créeme se puede sobre todo si llega alguien a tu vida que te hace ser mejor persona y al mirarte en sus ojos ves el macho de valía y honor que eres y que se escondía debajo de esa mugre de dolor y sufrimiento. Bella mi nalla sabe casi todo, hay cosas que me he callado porque la harían sufrir y no quiero eso, pero sabe lo más importante y sabe muy bien lo que es un esclavo de sangre. Las pesadillas se irán reduciendo sobre todo si duermes con un cuerpo caliente al lado y no con cualquier cuerpo, ha de ser con la persona que esté en el camino preparada para ti. Siempre has sido una persona Butch, no permitas que esos mal nacidos te ganen la partida, no les des el gusto,guerrero.

— No es fácil Z, ya viste lo que paso hoy ante sus palabras de desprecio mi cuerpo reaccionó colocándose en pose sumisa.

— No estoy diciendo que sea fácil y todos estábamos contigo, tuvimos que detener al rey cuando quiso ir a por el cabrón que te había ofendido, pero no les des el gusto de humillarte…ya no tienen ese poder macho, eres libre. Contigo jugaron muy sucio hacerte necesitar el castigo para controlar tu lado symphath, eso fue inhumano y no frunzas el ceño, aquí en la familia no hay secretos, pero con V estás en buenas manos. Nos ha costado, a todos, pero hemos aprendido a respetarte. Y recuerda eres LIBRE macho.

Oírlo hablar hizo que mi pecho se cerrara de pura congoja y mis lágrimas cayera dentro de la copa medio llena que tenía en mi regazo, mezclando el rojo con el amarillo del whisky,la palabra guerrero se clavo en mi corazón. Un segundo después estaba siendo mecido en sus brazos mientras mi boca soltaba todo lo que mi alma llevaba grabado. Era como si mi alma necesitara soltar toda esa mierda y mi cuerpo ese consuelo.

Dos horas después estaba nadando en la piscina.

Cuando Zsadist reaparece dos horas más tarde, no me hace falta preguntar nada. Se le ve relajado a pesar de la charla que probablemente han mantenido y eso es una buena señal. Asiente con la cabeza hacia mí y yo le correspondo con lo mismo.

—Está en el jardín, nadando en la piscina —me dice con sequedad.

—Gracias, hermano. Siento haberte pedido que hicieras eso.

—Está bien. Supongo que... bueno, nuestros pasados no distan tanto el uno del otro. —Niega con la cabeza y entonces oímos el revoloteo de algo que baja corriendo las escaleras para ver a Nalla con su radiante sonrisa y a Bella siguiéndola poco después. La sonrisa sincera de Z es en parte perturbadora y por otra relajante. Ver al guerrero así hace que te plantees muchas cosas de lo que tú mismo has vivido. Se agacha y carga al pequeño diablillo y se gira hacia mí—. Estará bien, quizá aún no os habéis dado plena cuenta, pero ambos estaréis bien.

Con esas palabras se vuelve hacia su shellan y pasa un brazo por la cintura de la hembra para emprender el camino hacia el comedor para la Última Cena de la noche.

Yo, por mi parte, me dirijo hacia la biblioteca y paso por las puertas francesas que dan al jardín. Ahí te encuentro, machacándote en el agua como si no hubiera un mañana. Sé que ahora mismo seguramente estarás maldiciéndome, pero necesitaba hacer que te abrieras con alguien que pudiera entenderte y pudiera responder al montón de preguntas que tenías y para las cuales yo no albergaba respuesta alguna.

Me siento en silencio sobre una de las tumbonas y te miro en silencio con los codos apoyados sobre mis rodillas y mi cabeza ligeramente agachada entre mis hombros. Las últimas palabras de Zsadist siguen rondándome la mente. «Quizá aún no os habéis dado plena cuenta, pero ambos estaréis bien». Oigo el chapoteo de agua y cuando levanto un poco la vista te veo salir de la piscina. Te has dado cuenta de mi presencia. Me paso una mano por mi pelo y suspiro, esperando el montón de reproches que seguramente vas a soltarme. Mierda, mi cabeza va a estallar.

Nadar siempre tenía en mí el mismo efecto…tranquilizador y poder evadirme de todo. Sólo éramos el agua, el silencio y yo, nada más. Bueno por hoy suficiente, apoyó mis manos en el muro, me impulso con fuerza y salgo fuera…cuando me alzo en mi estatura sé que estás ahí antes de olerte, mierda como me gustaba tu olor corporal, hasta en eso mi rol había cambiado, jamás me centraba en los olores de esos mal nacidos, pero sin embargo el tuyo lo llevaba metido en mi nariz. Fui a esbozar una sonrisa, pero la frene. Haber hablado con Z me sirvió de mucho y había liberado mi alma de un gran peso, el dolor tardaría más en curar y como él dijo los recuerdos y las pesadillas siempre estarán ahí, de mi dependía el resto. Me conformaba con tener la mitad de lo que él había logrado. Me puse los pantalones y la camiseta, sacudí mi pelo mojado, dejándolo suelto y caminé hacia ti.

— Eres un cabrón, un hijo de puta, un metomentodo, un mal nacido— fuiste a decir algo y negué con mi cabeza—Me preparaste una encerrona sin contar conmigo y encima me dejaste solo ante el peligro que eso implicaba para mí y Z si mi lado maldito salía a pasear.—Tu mirada siguió todos mis movimientos hasta estar delante de ti, momento en que la bajaste. Tu pose sentado en esa tumbona era de derrota. Caí de rodillas delante de ti y puse un dedo debajo de tu barbilla subiendo tu cara para que enfrentaras mi mirada.—Gracias Vishous…fue una locura pero te salió bien.

 Mi boca esbozo una gran sonrisa y te di un tenue beso en los labios, no me atrevía a mas, no tenía claro aún que teníamos tú y yo, que significaba lo que se estaba creando a nuestro alrededor o porque demonios eras tan importante para mí. Pero te debía una bien gorda y algún día te la pagaría. Lo que vi en tu mente aquella fatídica noche me descubrió que tu pasado no había sido mejor que el mío.

Síp, esperaba esa reacción. Me merezco cada uno de los insultos, voy a disculparme pero te veo negar con la cabeza para seguir con el parloteo. Y sé que lo que dices es verdad pero también sabía que aunque tienes esa parte en ti también serías incapaz de hacerle daño a nadie que no consideraras tu enemigo. Sigo todos tus movimientos y cuando te detienes frente a mí no puedo evitar bajar la mirada al suelo. Mierda. Sé que las cosas no se hacen así, pero necesitabas a alguien que pudiera guiarte y aconsejarte y no había nadie mejor que Z para tomar ese papel. Yo no puedo llegar a entender completamente lo que tú pasaste. Mi vida no fue un camino de rosas pero jamás fui ni un esclavo sexual ni uno de sangre así que la vida de Zsadist era el mejor ejemplo en el que pude pensar. Me siento como un imbécil, como si hubiera traicionado tu confianza y eso me recuerda las malditas advertencias que con tanto tino mi padre hizo grabar sobre mi piel a modo de tatuajes justo después de mi transición y antes de que me echara del campamento y me exiliara, marcándome como el jodido paria que soy, el monstruo que siempre seré y el maldito depravado que voy a ser por lo que me resta de existencia. Sin embargo la sorpresa se refleja en mis ojos cuando te siento caer de rodillas ante mí y me sueltas que estás agradecido por lo que he hecho. Cuando te separas de mí para volver a mirarme no puedo evitar enterrar mi rostro entre mis manos.

No merezco que alguien me dé las gracias por nada. No lo merezco en absoluto y menos viniendo de ti, porque no puedo hacer nada por ti, por mí mismo, porque necesito que sean otros a los que puedas hacerles las preguntas que yo no sabré cómo cojones responder porque jamás he tenido una experiencia como las que tú o Zsadist habéis tenido que vivir. Joder. No puedo con esto. De veras que no puedo. No sé qué cojones me está pasando o por qué siento que ante toda esta mierda soy un jodido inútil de mierda. Necesito estar a solas, necesito pensar, aclarar mi cabeza y volver a retomar las riendas de mi puñetera vida porque siento como si ésta estuviera volviendo a escapárseme entre los dedos y odio esta sensación, porque es la misma que sentía en el campamento y es la misma que sentí cuando mi madre quiso obligarme a ser el Primale de las Elegidas. Este no soy yo.

Abro los ojos y te miro, casi perdiéndome en esas profundidades doradas.

—Necesito... mierda... Necesito estar a solas —jadeo. Me levanto dispuesto a marcharme.

De puta madre, joder gracias que no le dije que algo estaba naciendo en mi pecho por él. Bien solo tengo una cosa clara si lo dejo irse ahora volveremos a un punto sin retorno que siendo dos bombas de relojería como éramos podríamos estallar un día ya fuera para bien o para mal. Bien hora de jugar con un farol y ver si de verdad a ese vampiro yo le importaba sinceramente o solo era… ¿un capricho pasajero? ¿Alguien al que le gustaba dominar? ¿O simplemente uno más en su ya larga lista? Siglos de vida te dan para confesional una lista enorme. Me levanto, alejándome unos pasos, sin tocarlo, pero lo suficientemente cerca para que supiera que si necesitaba algo, lo que fuera, estaba ahí.

— Puedes irte Vishous…los cobardes siempre huyen, no enfrentan las cosas, los problemas. Escogen el camino fácil de la huida—respire hondo y chasquee la lengua mientras cruzaba mis brazos sobre el pecho—Vaya es todo una novedad ver y saber que me temes, el gran V tiene miedo, tanto, que en vez de quedarse y hablar, coño me olvidaba, tú no eres sociable. No, tú como los caracoles escondes tus cuernos y te arrastras metido en tu caparazón, huyendo de quienes se preocupan por ti. Yo he terminado por aceptar que tengo un pasado que no es, ni será mi presente, y te lo debo a ti, pero tú sigues anclado en el tuyo…C.O.B.A.R.D.E

Solo veía tu ancha espalda, pero sentía perfectamente tus emociones. Tus ganas de matarme eran comparables a las mías hacia dos horas y veinte minutos.

El guante de mi mano izquierda cruje de la fuerza que estoy ejerciendo al cerrar mi puño. Cobarde. Esa es la única palabra que se me enciende como putas lucecitas de neón en mi lóbulo frontal. Sé que mi sangre hierve a causa del cabreo y de la ira. Giro ligeramente mi cabeza para mirarte por encima del hombro, absolutamente tenso.

—Al ático. No voy a hablar aquí. —Sin esperar a que me contestes me desmaterializo en dirección a Commodore. Había pensado en llamar a una de mis sumisas, pero a la mierda. Echaré mano de lo que ahora mismo tengo a mi alcance y en este momento es él. Después que no se queje.

Aparezco en la terraza y no pierdo el tiempo como suelo hacer siempre. Abro con mi mente la corredera y enciendo varias velas mientras me despojo de la chaqueta de cuero, tirándola sobre la cama, y de mi camiseta de combate que corre la misma suerte que la otra prenda. Me deshago de mis armas, dejándolas también sobre el colchón. Ni siquiera me preocupo de desplegar el mhis. No hace falta. No con él. En cuanto Butch cruce ese puto umbral ya no voy a ser V. Hoy no.

Bien su caja de Pandora al descubierto y yo me iba a cagar en sus putos muertos, pero no me importaba. El dolor, la humillación y la sangre era algo que había sido mío hasta hacia unos meses. Lo seguí en cuanto se desmaterializo, la simple orden “Al ático. No voy a hablar aquí” puso en alerta mis terminaciones nerviosas, pero veamos que escondía el vampiro, que hacía que unas simples gracias lo pusieran nervioso. Ufff estaba muy cabreado y yo lo iba a pagar bien caro, pero a la mierda, si se lo había dado a otros que no me importaban… ¿Por qué no dárselo a quien si me preocupaba? Era curioso yo Butch preocupándome por otro culo que no fuera el mío. Cruce el umbral de la terraza y sin que me dijera nada me quite la ropa y adopte la pose de sumiso.

Veamos a donde nos llevaba esta locura.

Le siento materializarse y entrar. Los restos del yo racional se evaporan por completo y se queda el hijo de puta que sé que en el fondo soy. Ni siquiera le miro.

—A la mesa. Ahora. —Mis palabras salen vacías, desprovistas de ningún tipo de emoción. No hay nada del vampiro que oculta la verdad bajo capas y capas de hielo forjado a base de hostias que he ido construyendo con el paso de los años. Aquí yo soy el que manda, la autoridad absoluta. El que tiene las riendas y el que conduce mi propia y miserable vida.

Espero a que obedezca y cuando está tumbado sobre la mesa en forma de aspa no me detengo. Me acerco y ajusto las correas, con más fuerza de la necesaria pero me importa una reverenda mierda si le hacen daño o no. Hoy no estoy para mariconadas. Esto no tiene nada que ver con dominar su lado symphath, sino demostrarme a mí mismo que sigo siendo el mismo y que sigo manejando mi destino. Le doy la espalda y me acerco adonde tengo las máscaras expuestas, agarro una y vuelvo a la mesa, enfundando su rostro en ella. Hoy va a ser a mi jodida manera. Anónimo, como siempre ha sido desde que empecé a usar este método.

Huelo el olor al miedo proveniente de él y eso me cabrea aún más.

—¿V? —le oigo preguntar.

El tono de su voz, es neutro, fuerte, sin emoción, como si yo le importara una mierda me deja bien claro que lo que iba a pasar nos iba a joder más de lo que ya estábamos o nos haría a los dos más fuerte, fuere como fuere a mí no me iba a gustar una puta mierda. El ajuste de las correas me hace morderme el labio inferior, mierda eso había dolido, la rabia estaba implícita en ese amarre. No es igual que la primera vez que estuve en esa mesa, en ese ático, no había amabilidad, ni consideración, ni palabras suaves, es mas no había ni una palabra para parar toda esta mierda. Bien Butch, tranquilo tu lado maldito te echaría una mano llegado el momento, pero me gustaría no tener que utilizarlo, esto hoy iba de él y su pasado, no de mí y mis fantasmas. La máscara me cogió por sorpresa, no me la esperaba y algo parecido al miedo empezó a cubrirme, tenía que comprobar una cosa.

—No. V no está —ese siseo me dejo bien claro que su caja de Pandora estaba por completo abierta, que él era el amo y yo solo un sumido sin voz, ni voto.

Bien que comience el espectáculo.

En parte sé que debería controlar esta parte de mí mismo. El que está sobre la mesa no es alguien más del montón que ha pasado por este jodido lugar pero es demasiado tarde para eso ahora mismo. Revuelvo entre mis bolsillos en busca de la pitillera y el mechero, encendiendo uno de mis liados. Observo al macho y sé que está acojonado. Es lo que tiene cuando alguien jamás me ha visto así. Este soy yo, es el yo que está dispuesto a pasar por encima de cualquiera con tal de reafirmar que sigo en control de todo lo que me rodea. Ahora mismo soy un maldito sociópata. Ningún sentimiento me domina. Nada.

—La palabra segura será «detente» —digo con sequedad mientras reviso cada uno de los juguetes que tengo expuestos. A pesar de que estoy intentando ser el dominante de toda esta mierda, sé que en estas cosas siempre ha de haber un límite y éste no puedo delimitarlo yo, sino el o la que está sobre la mesa—. Asiente si lo has entendido.

Asiento a sus palabras pero no puedo evitar estar un poco acojonado. El olor de su liado llega hasta mí y me protejo en mi debilidad con ese aroma. Esto no va hacer por asomo a nada parecido a lo que me hacían en la colonia, pero a la puta mierda si se cree que voy a soltar esa palabra. En peores plazas he toreado, aunque siempre había sido yo el toro. Ahora mismo algo llamaba mucho mi atención, el cambio que su personalidad había experimentado, estaba más allá de nosotros, de la hermandad, incluso de mí. Es como si quisiera que el miedo que tenía ante la duda de lo que iba a pasar, lo trasladara a él, a su persona. Mi colmillo no entendía, vaya el mi se colaba con mucha facilidad en mi boca cuando hablaba de él, y no creía que lo entendiera nunca, que pasara lo que pasara para mí siempre seria Vishous, el vampiro que me dio la libertad y una segunda oportunidad.

Me quito un instante el guante para hacer desaparecer la colilla. Mis ojos se quedan un instante absortos en el brillo de mi palma, que está parpadeando ligeramente sin llegar a apagarse y eso me hace dar cuenta de mi estado de ánimo. No solo estoy cabreado, también estoy frustrado. Lo cual tiene sentido. Desde que el medio symphath ha llegado a mi vida todo parece haber empezado a ir cuesta abajo. Todos los cimientos que he ido construyendo a lo largo de estos últimos tres siglos, se han desestabilizado, se han visto amenazados. Y es debido a una sola persona. Él. Aprieto las mandíbulas y vuelvo a colocarme el guante antes de agarrar el primer látigo que encuentro. Mi vida se ha ido a la mierda por algo que soy incapaz de entender, por alguien que se ha metido donde nadie ha sido bienvenido jamás y eso me jode.El primer golpe cae con sequedad. Brutal y le veo saltar a causa del dolor. Sí, esto es lo único que me recuerda que sigo siendo mi propio dueño, lo que hace que me sienta en control de todo lo que pasa a mi alrededor, aunque la sensación sea efímera y apenas dure el chasquido del objeto al estrellarse contra la piel ajena a la mía. Y con el primero ya no puedo detenerme. Las arremetidas caen sin cesar, en un desorden aparente, pero que está calculado al milímetro. Puedo notar la tensión de su cuerpo y no me satisface en lo más mínimo. Su actitud sumisa me enerva la sangre porque en parte sé que él no es así y me jode la cabeza que se muestre así ante mí.

Hijo de puta.

Su rabia, mezclada con el dolor a parte iguales y sé que en parte si no completamente yo tengo la culpa y que voy a pagar bien caro la osadía de meterme en su mundo y volverlo más loco de lo que ya está. Quién sabe si estos dos parias de las relaciones humanas, él y yo, no estábamos predestinados a encontrarnos en algún punto del camino llamado vida, para no estar solos. El primer latigazo me cogió totalmente desprevenido y me hizo saltar sobre la mesa. La fuerza con la que llego me produjo un dolor que cubrió todo mi cuerpo, haciéndome apretar los amarres de las muñecas con fuerza, tanta que me hice daño. A ese golpe le siguió otro y otro y otro, sabia donde dar y yo como buen sumiso sabia recibirlos, mi cuerpo estaba tenso pero no por ello había dejado mi actitud sumisa. En esa mesa, en ese momento es lo que era y si no lo hacía así, mi lado symphath podría salir de paseo y no era eso lo que quería. Bien hora de cabrearlo un poco más. Mi actitud fue la de un sumiso totalmente a merced de su amo.

Él mandaba, yo obedecía, él castigaba, yo callaba. Así estaban las cosas.

A causa de la frustración, siento cómo un maldito rugido trepa por mi pecho deseando salir, pero lo contengo y en su defecto lanzo el puto látigo a un lado, pasando mi mano enguantada por mi cara. Este cabrón está tocándome las pelotas cada vez más. Aprieto los dientes con fuerza, oyéndolos crujir a causa de la presión. Me acerco a la mesa y le agarro de la máscara, obligándolo a echar la cabeza hacia atrás.

— ¿Qué cojones pasa contigo? —ladro.

Su ira llego a mí como un puñetazo en el estómago, pero no me importo y sonreí amparado por la máscara. Mi cuello crujió cuando tiraste de él hacia atrás con violencia y mi boca no dijo ni mu.

Vishous lo había empezado, pues que lo acabara si tenía huevos a su manera.

Cabrón de mierda. Mis ojos se iluminan por la rabia que siento al verlo en este plan. Me siento como un maldito depravado al notar cómo mi polla se hincha dentro de mis pantalones de cuero a pesar de la jodida situación. Siempre ocurre lo mismo. Estas cosas hacen que la muy hija de perra se despierte a pesar de que nada de esto debería hacerme reaccionar así y la vista de la suya semi erecta no ayuda a que la mía baje un ápice. Bien. Una sonrisa cabrona se dibuja en mi cara al adivinar la suya bajo la jodida máscara. Sin ningún tipo de miramiento y con la mayor crueldad que soy capaz de plasmar en mi voz, envuelvo su verga en mi mano enguantada y empiezo a estimulársela con extrema lentitud. Fuerte.

—Te gusta esto, ¿no es así? Lo disfrutas, ¿cierto?

Mierda su olor a excitado llego a mí, poniendo mi polla casi firme y mi sonrisa se volvió más cabrona. El tono de su voz, su rabia y que yo siga siendo un perro sumiso no presagian nada nuevo, poco me conocía si pensaba que iba a utilizar la palabra para detenerlo. Por cosas peores habíamos pasado, mi cuerpo, mi culo y yo. Joder, hijo de puta, cierra mi polla en su puño enguantado aprisionándola fuertemente y tirando con dureza de ella, muerdo mis labios haciendo sangre y las correas en mi muñeca me hacen unos buenos cortes. El olor de mi propia sangre llega a mí y por consiguiente a él, así que como buen cabrón que soy apreté más mis muñecas, haciéndome más daño. Al límite lo quería al puto límite, quería conocer de verdad a ese Vishous del que tanto se hablaba, hasta en los clubs privados de estas prácticas tan tabús. Ignorantes.

Estoy decidido a romper esa jodida máscara de sumisión que has adoptado. La única máscara que voy a permitir que lleves es la que yo te he colocado y por mis putos cojones que voy a hacer que dejes esta puta parafernalia. Hundo una de mis uñas en el capullo de tu polla. Serás tú el que acabe en el puto límite como que soy un jodido depravado que vas a suplicarme que o bien me detenga o bien que deje que te corras.

—Admítelo, te pone cachondo, ¿no es así, Butch? —Me decido a usar tu nombre porque me sale de los cojones y porque en parte sé que nadie que te haya usado de esta manera te ha llamado por él.

Hijo de puta, sabe muy bien que nadie solo él y los hermanos, me llaman así. Que nadie que me haya sometido nunca me ha llamado por mi nombre y aunque me jode no se lo doy a notar, de todas formas lo sabe, me conoce mejor que yo mismo. Siseo cuando una de tus uñas se adentra en mi capullo y mi cadera se alza en repuesta a tu pregunta. Hoy nadie ganara, ni perderá, pero mierda me gustaba esa voz ronca, dominante, seca, privada de emociones. Jadeo cuando el dolor baja por mi tronco y me cabreo cuando el deseo me pone mi polla dura por completo.

Sí, así es como quería tenerte. Absolutamente a mi puta merced, empalmado para mí. Y sé perfectamente bien que no soy el primero que te hace esto y a pesar de todo, es gracias a mí que se te pone dura por voluntad propia, sin que tú hayas tenido que intervenir para que eso ocurriera. Fuerzo a tu polla a que permanezca contra tu estómago y un pequeño gemido se escapa de tus labios ante mi rudeza. «Jódete». Alcanzo uno de los anillos metálicos del carrito y te lo ciño alrededor de tu erección. Maldices en un murmullo. Yo sonrío lobunamente. Estás empezando a salir, lo sé, lo noto. Tus reacciones son muchísimo menos automáticas y eso me hace sonreír de medio lado, triunfante. Cojo otro látigo, esta vez más pequeño, pero no por ello más blando o que pueda hacer menos daño y me posiciono entre tus piernas abiertas. Vas a suplicar. Oh, sí que lo harás. Te doy un primer azote fuerte en uno de tus muslos para acto seguido bajar la cremallera de mis pantalones para dejar libre mi erección. El deseo que siento por enterrarme en ti es brutal, la necesidad de poseerte y dominarte en más de un sentido es apremiante.

Esta pletórico, lo noto, lo siento, pero mi polla es una perra traicionera y va por libre. La muy hija de puta se ha puesto bien dura ante su brutal asalto y deseosa de que siguiera, maldita traicionera. Mi polla y yo teníamos que tener una charla sobre el vampiro de los cojones.
Tu rudeza me hace soltar un tenue y pequeño gemido. Y maldigo cuando vuelves apretar mi polla dura como el granito en uno de esos cabrones anillos, mal nacido. Noto como mi pose de sumiso se suaviza y más me jode y me cabrea, no me gusta que nadie tenga tanto control y de esa forma sobre mí. El dolor del golpe en mi muslo junto con el sonido de la cremallera de tu pantalón bajando, me hace jadear en busca de aire y mi cuerpo se tensa anhelante, desesperado por ti y por tu polla. Jamás mi parte sumisa quiso ser controlada como lo deseaba ahora.

Una pequeña parte racional se cuela entre los pliegues de mi sociopatía, lo suficiente para saber que aunque aquí y ahora soy el hijo de puta que ha sometido a la mitad de las hembras de la raza, tampoco quiero hacerte más daño del estrictamente necesario así que con un movimiento rápido agarro el pequeño tubo de lubricante y dejo caer una más que generosa cantidad sobre mi palpitante miembro, esparciéndolo desde la base hasta la punta, lo suficiente como para poder entrar en ti sin desgarrarte... demasiado. El látigo cae varias veces sobre tus muslos, estómago y, a veces, sobre tu propia restringida polla y antes de que siquiera te des cuenta me posiciono en tu entrada y me entierro en ti hasta la mitad de una simple estocada, apretando mis mandíbulas ante tu jodida estrechez, robándome momentáneamente el aire de mis pulmones. Mi mano enguantada, que sigue aferrando el látigo, se afianza por un instante sobre la mesa en forma de aspa. Hoy va a ser simple y llanamente mi placer. Nada más.

Hijo de puta, hijo de puta es como una plegaria que se dispara en mi cabeza. Maldito mal nacido con poder sobre mí, a la mierda, esto no me gustaba nada. En la colonia sabía a qué atenerme, eran previsibles, con el tiempo conocías sus límites, sus gustos y por donde podían salir, pero con este vampiro no era así y eso me descolocaba como la mierda. Los golpes eran secos y duros, causaban un dolor que hacia vibrar todo mi cuerpo y revolvía los cimientos de mi cordura. Mis manos volvieron agarrar con fuerza los correajes de las muñecas cuando se clavó en mi interior, hasta la mitad de una estocada certera y brutal, parecía mentira que después de tantos siglos dándome por culo la peña, este siguiera estrecho y a pesar de tener su polla con lubricante, me hizo daño, sisee. Mis entrañas quemaban y yo no sabía si quería que se moviera o se quedara como estaba. Mi polla se irguió aún más tirando de mi base y haciéndome daño.

Me detengo sólo un instante para recuperarme del impacto inicial. Ya habrá tiempo de pensar en lo que he hecho, ahora mismo lo único que quiero es liberarme, cerciorarme de que sigo siendo yo, de que no he perdido por completo el control sobre lo que pasa en mi vida. Con otra envestida acabo de enterrarme en sus entrañas, gruñendo por lo bajo. Dejo caer el látigo mientras mis manos se plantan sobre la mesa metálica y afianzo mis pies sobre el suelo para salir casi completamente, dejando a penas la punta en su interior antes de volver a arremeter. Mi cabeza cae hacia adelante mientras mi respiración se hace más errática. Mierda. Las sensaciones que recorren mi cuerpo son más intensas que en cualquiera de las sesiones que he llevado a cabo a lo largo de mi existencia. Y han sido muchas. Mis nudillos se vuelven blancos en la mano que no llevo el guante a causa de la presión que ejerzo sobre la plancha y puedo sentir el sudor resbalar a lo largo de mi espalda y por mis sienes. El ritmo es lento pero no por ello menos brutal, puedo oír perfectamente cómo mi pelvis choca contra su piel a cada embiste y muy a mi pesar no puedo evitar pensar que, tal vez, debería preocuparme de que él también sintiera placer. Pero tan pronto como ese pensamiento cruza mi cabeza, lo desecho.

Vale, lo he cogido al momento de que terminas de clavarte en mi interior con otra certera y brutal embestida y la máscara sigue en su sitio. Va de ti, de demostrarte a ti mismo que nadie puede contigo, que nadie has traspasado tus defensas, cabrón, sigues siendo un puto cobarde. Me castigas y me follas no por gusto, ni siquiera para apaciguar unas ansias de sexo, sólo lo haces para quebrarme y demostrarte a ti mismo que sigues siendo Vishous, perfecto juguemos a tu juego capullo, eso si las consecuencias pueden que no te gusten. No voy a poder evitar que mi polla suelte todo el semen cuando quites el anillo, pero por mi vida que no me vas a oír gemir. Puto egoísta. Volví a mi actitud de sumiso y el cambio en su persona fue notorio al segundo. Aquí macho íbamos a jugar los dos.

Levanto la cabeza de inmediato cuando noto el cambio en tu puta actitud. Hijo de la gran puta. El rugido que no he dejado salir antes ahora sale a toda potencia, reverberando en las paredes. A Dios gracias que este jodido lugar está completamente insonorizado. Bien. Jódete. Ahora sí que no me voy a contener. Empiezo a arremeter dentro de ti sin ningún tipo de miramiento. Con una de mis manos alcanzo tu cabeza y te obligo a ladearla a un lado y clavo mis colmillos en tu vena de forma violenta. A la puta mierda con todo. ¿Quieres que esto vaya así. Perfecto. Mi cuerpo aprisiona tu erección contra tu estómago mientras tiro de tu vena y me clavo con bestialidad en ti. Todo termina demasiado pronto para mi gusto. El orgasmo me golpea con violencia, dejándome absolutamente vacío aunque no he disfrutado una mierda por ello. Me aparto de tu garganta y cierro las incisiones con mi lengua antes de salir de tu cuerpo, apartándome un par de pasos hasta que choco contra la jodida pared, limpiando la comisura de mis labios con el dorso de mi mano de los restos de tu sangre y por primera vez noto que es azul, pero no digo nada. Me acerco y te desato, dándote la espalda para después desaparecer en el baño, cerrando la puerta y apoyarme sobre la superficie de madera. Entonces, y sólo entonces vuelvo en mí, llevándome las manos a la cara. Todo se acumula, haciéndose una jodida bola que hace que mi tráquea se cierre a cal y canto, evitando que el oxígeno llegue a mis malditos pulmones.

Y me odio. Me detesto.

—Depravado de mierda. Monstruo. No merezco vivir —jadeo.

Tu rugido me hace saber lo que quería, ni tú, ni yo íbamos a disfrutar de esto, ahora sí que es como tiene que ser. Tu parte animal esas que escondes a todo el mundo, dio por fin la cara y no es que me sintiera satisfecho por eso, pero era lo que tu necesitabas y yo andaba buscando. Por experiencia se lo que supone mantener ese lado perverso de cada uno escondido para que la gente no juzgue más que lo estrictamente necesario. Eres una bestia sin más, te dejo hacer sin decir nada, solo me dejo utilizar y sé que esto es solo una milésima parte de todo lo que esconde tu interior. Te clavas en mi vena con una brutalidad que me hace morderme los labios y sisear, mi culo mañana iba a pagar las consecuencias de esas embestidas sin consideración y mi cuello iba a tener marcas unos días. Te corres como un poseso dentro de mí, regándome las entrañas y te apartas de mi por unos minutos, luego me desatas desapareciendo en el baño. Me siento, quitándome la máscara y sé que mis labios están hinchados. Con cuidado me quito el anillo de mi polla y hago presente mi autocontrol de cuando estaba en la colonia para no correrme, respiró hondo y me calmo, volviendo a ser Butch. Bajo de la mesa, vistiéndome y salgo de tu ático. Al llegar a la calle el aire fresco cubrió mi cuerpo, tenía que caminar un poco, hasta tranquilizarme y poder evaporarme. Además tenía que curar mis heridas y darme una buena ducha caliente para borrar de mi cuerpo todo rastro de lo que había pasado.

Hijo de puta me has hecho sentir como cuando estuve en las colonias…un esclavo sexual.







No hay comentarios:

Publicar un comentario