jueves, 18 de julio de 2019

EL INFIERNO...2ª by LOS FATED


                                                              EL INFIERNO 2º

                                                            



Trague saliva, una y otra vez hasta que ya no quedo agua en mi boca, se secó. Las velas iban dejando al descubierto ese habitáculo que parecía la puta antesala a las mismas entrañas del infierno.

De la pared, como no, color negra, como el alma de quien había picado mi falta de precaución, colgaban mascaras de látex de todo tipo, con agujeros, con cremalleras, cerradas por completo. Cadenas cortas, largas, gruesas, finas, con estrías. Esposas como las que yo había utilizado siendo policía. Látigos de todos los tamaños y colores y tipos, con bolas al final en la punta, con afiladas cuñas, con flecos cortos, largos. Pinzas con cadenas y con una especie de jaula en forma de pene para meter la polla, cerrándola con un candado, grandes, medianas, pequeñas. Otro tipo de cadenas con varias pinzas al final, mierda no quiero saber ni donde van, ni para qué son. Tire mis mano a mis cojones, ufffffff, eso debía doler un huevo y nunca mejor dicho. Cintas de cuero anchas con argollas y supuse por su tamaño, forma y grosor iban al cuello, de ahí también salían cadenas con pinzas…putas pinzas que escalofrío. Palos cortos que al final tenían muñequeras y que servían para movilizar cuerpos humanos, con eso estaba familiarizado porque los usábamos en la comisaria para los presos peligrosos. Unos aparatos no muy grandes con unos electrodos que daban electricidad y por poco voltios que dieran, joder era electricidad. Consoladores de varios tipos, tamaños, lisos, con estrías, de látex, de otros materiales, gordos, flacos y algunos que eran alargados y curvos, ni idea porque eran así. Unas mordazas de cuero con una bola en medio, otras simples y otras con cremalleras.

Me negué a seguir mirando lo que había en esa oscura y tétrica pared y me fije en una mesa de metal con varios tubos abiertos unos y cerrados otros…a medida que las velas de encendían, yo tragaba más saliva notando como mi boca se secaba. De repente delante de mí se presentó un vaso de whisky, solo y sin hielo, lo cogí y le di un buen trago. Seguí mirando la mesa, unas argollas de acero y otros materiales, otra vez nulo para que sirvieran. Pero mi instinto policial me gritaba como si estuviera sordo que pronto iba averiguar para que eran. Unas jaulas en forma de pene pero sin cadenas, ni nada. Una caja con guantes de látex. En el segundo estante de la mesa, velas negras usadas unas, otras nuevas. Tenazas de acero, ostias…ahora sí que mis ojos fueron directos al suelo y apure lo que quedaba en el vaso del licor ambarino.

Pero mierda soy curioso de nacimiento y por la sangre irlandesa que corre por mis venas y vi por el rabilo del ojo a la derecha una silueta de algo y lentamente gire mi cabeza y tuve que toser cuando lo que quedaba en el vaso bajo quemando mi garganta.

Un potro negro de cuero, que ponía los pelos de punta y se erguía amenazante, con argollas para las piernas y las muñecas de un cuerpo. De la misma pared a la derecha y bastante separado del potro colgaban unas cadenas que salían del techo y del piso. Trague con dificultad un nudo que se hizo en mi garganta. Y el mismo centro como caballo ganador una mesa de metal que brillaba a la luz de las velas, en forma de X, mismos amarres para las muñecas y los tobillos.

Mi piel se erizo como un gato y mi cuerpo se estremeció. De repente un aliento en mi nuca me sobresalto, me quito el vaso vacío de la mano y algo frio y de cuero paso por la piel de mi cuello que la chaqueta vaquera dejaba al descubierto. Mi cuerpo se tensó.

— ¿Rompes el trato poli?...Si lo vas hacer, recuerda que todo acto tiene consecuencia.

— Soy un tío de palabra.

— Lo se…¡¡¡ropa fuera!!!

— ¿Desnudo?

— Por completo…como tu dios te trajo al mundo.

— Coño, eso no me lo habías dicho.

— Satán siempre se guarda un as en la manga.

Fui a quitarme la chamarra vaquera y detuvo mi gesto y mi mano.

— Cabrón si me paras, perderé el poco valor que me queda.

— Te desnudaré yo.

Sus fuertes manos se posaron como losas sobre mis hombros y arrastraron como garras la chamarra. Cayó al suelo haciendo un ruido seco y sordo que me puso los pelos de punta. Subió mis brazos y saco la camiseta de un tirón de mi pantalón arrastrándola como una caricia por mi cuerpo hasta sacarla por mi cuello.

Puta ostia esas caricias me eran tan familiares, tan conocidas que si me tocaran mil tíos y él sabría sin duda cuales serían la de…deseche ese pensamiento caliente.

Sin más sus manos se posaron sobre mi pecho y llevaron mi cuerpo hacia su pecho, pegándome tanto a él que note su erección de caballo, sus labios se posaron en mi cuello y sus colmillos rasparon mi cuello. Gemí suave cuando clavo solo las puntas en mi vena, mis manos volaron hacia atrás y cerré mis ojos imaginando que era mi vampiro…ostias…ostias…mi polla dio un tirón dentro del vaquero y gemí más alto.

— Que placer desnudar tu cuerpo poli. Dejar que mis manos te toquen…me pone duro y cachondo cuando un heterosexual como tú, se derrite bajo las palmas de mis manos.

Pero que necio soy, este hijo puta no era mi vampiro…jarra de agua fría y mi polla volvió a su estado off y me separe de su cuerpo.

— Ya te gustaría, cabrón.

— Ese es mi segundo nombre…Satán cabrón, alias hijo de puta sin emociones. Grábatelo Butch.

Puta mierda me estaba costando controlar mi polla, mis emociones y mi piel que se había calentado ahí donde sus manos habían acariciado. Sabía que iba a traspasar un límite que no tendría vuelta y aun así estaba caliente, cachondo, encendido, expectante ante lo que iba a suceder y ese sexto sentido mío me decía que era muy importante que lo hiciera.

Volvió a despegarse de mi cuerpo y sus manos fueron a por mí cinturón desabrochándolo y sacándolo de la pretina dando un golpe seco contra el suelo que me sobresalto. Luego fue a por mí botón y lentamente bajo mi cremallera.

— Mmmmmm poli, me lo estás poniendo muy fácil, así me gusta.

— Vete a tomar por culo.

— Lo haré…tomaré el tuyo.

— Cuando yo sea cadáver.

— ¿Quieres apostar poli? Suplicaras porque te folle…desvirgare tu precioso y respingó culo y me correré como un cerdo en él.

— Sigue soñando, madrastra de Blancanieves, no te jode.

Me calle de repente, no fuera que mi bocaza me llevara a un callejón sin salida, aunque bien pensado ya estaba dentro. Su risa cavernosa y cabrona sonó en ese sitio mientras cayó de rodillas, sobre la loza fría y negra. Despacio me saco las playeras y los calcetines, acariciando mis piernas. Tiro de mi pantalón que bajo hasta mis tobillos con una facilidad que me asusto.

Mi cuerpo se tensó aún más cuando su boca y ayudado por sus dientes agarro mi box y lo fue bajando.

Joder mi polla como mi boca tenía vida propia y no obedecía órdenes.

Se levantó y volvió a colocarse a mi espalda, siseando a mi oído.

— Ese culo duro y virgen será de mi polla que ya lo reclama y babea por él…te la voy a clavar tan en el fondo que te saldrá por la garganta…disfrutaras con el dolor de la virginidad perdida porque después llegara un placer jamás imaginado cuando estabas con tus putas…pero será después de infringir dolor a tu cuerpo y a tu alma.

— Maldito psicópata depravado.

— No tanto, en este juego siempre hay una palabra para detener a quien te inflige dolor…pero tu poli no tendrás esa deferencia y si te desmayas hare que recuperes la conciencia y volveré al ataque.

— Tu puta madre.

— Totalmente de acuerdo con eso…soy hijo de un bastardo sin sentimientos y de una zorra que lleno su vientre no por amor, sino por egoísmo.

Su risa ronca me cubrió el cuerpo por completo… ¿en qué puto lio me había metido? ¿Quién coño era ese sádico? Me era imposible ver su cara, las sombras lo cubrían.

— ¡¡¡Muérete bastardo!!!

— No es mi hora poli…a la mesa de X…¡¡¡YA!!!

Me negué a caminar hacia el mismo centro del mismo infierno, pero nuevamente un hilo invisible tiro de mí colocándome a un lado y subiendo mi cuerpo a ella. Gemí cuando mi caliente cuerpo entro en contacto con el frío acero. Extendí mis piernas y brazos, colocándolos sobre la X. Se acercó y amarro con fuerza, haciéndome daño primero las muñecas y después los tobillos, sisee entre dientes. Hijo puta empezaba fuerte.

Se agacho y murmuro en mi oído.

— Empieza el juego poli…recuerda placentero para mí, doloroso para ti.




No hay comentarios:

Publicar un comentario