jueves, 18 de julio de 2019

EL INFIERNO...3ª by LOS FATED


                                                              EL INFIERNO 3ª
 
                                                                 



Ahora sí que estaba bien jodido. Estaba a merced de un loco sádico, con fijación hacia mi persona y que se escondía entre las sombras para que yo no le pudiera ver ese feo careto de loco. Era un muñeco sin voluntad. El frío de la mesa traspasaba mi espalda y me hacía tener la piel erizada. Sudar como un cerdo, no estaba ayudando. Cuando aprendería a tener mi bocaza cerrada y no meterme en líos, nunca, estaba claro.

Las correas en muñecas y tobillos me quemaban la piel de lo apretada que estaba y ver a ese loco vampiro rodando y tocando esos artilugios no me calmaba. Era de pánico no saber que venía ahora, pero más lo era el silencio que había. Ese ático tenía que estar insonorizado porque no se oía ni el aire que revoloteaba fuera.

De repente algo golpeo mi pecho con dureza y me dejo sin aire. Cerré los ojos y empecé a rezar, me conformaba con salir con vida de este oscuro lugar. Otros golpes siguieron al primero y un sexto sentido me avisaba que lo mejor era quejarme, pero mi cabreo subía de decibelios por minuto y eso no era nada bueno, porque mi poca prudencia se iría de paseo definitivamente.

Unos golpes después, eso que predije sucedió.

— ¡Esto es todo lo que sabes hacer! Tipo duro. Mis compañeros de comisaria y hasta yo mismo éramos más cabrones y golpeábamos con más fuerza a los delincuentes.

Una risa seca llego a mí y un olor familiar de liado turco llego a mi nariz. No podía ser él, era imposible. No sería el único vampiro fumando ese veneno puro. Además nunca me haría daño.

— Se lo que estás pensando poli, leo tus pensamientos y nunca se termina de conocer el lado oscuro de una persona.

— ¡Vete a la mierda!

— Eres mío, tenemos un trato y seré el primer macho que disfrute de tu culo virgen y créeme cuando te digo que lo haré.

—Lo que tú vas hacer sería una violación y te buscare hasta en el puto infierno para acabar con tu vida, si lo haces.

— Yo nunca he for…

Sacudí mi cabeza negando y tuve que morderme la lengua. No podía decir eso, porque siglos atrás en el campamento de mi hijo puta padre, me vi obligado a violar a un hombre para salvar mi propio pellejo. Maldito poli que siempre daba en la diana sin saber nada de mi pasado. En momentos así no tenía muy claro quien conocía al otro mejor que a el mismo.
Encabronado me fui a la pared y cogí una máscara que le cubriría toda la cara. Con solo una cremallera en la boca y dos agujeros para los orificios nasales para que respirara. Volví hacia él y antes de ponérsela le susurre al oído.

— Estos golpes solo fueron un precalentamiento, ahora viene un buen festival y si eres un chico bueno, poli duro, abriré la cremallera para que me chupes la polla.

Empecé a colocársela mientras intentaba zafarse.

— Esta es de las máscaras que más me gusta. Te deja indefenso de gritar y ver. El pánico se ira apoderando de ti y no tendrás modo de hacérmelo saber. Buen viaje poli.

Amolde la máscara a su cabeza y cara y disfrute la vista. Su cuerpo traspiraba sin parar. Su respiración era dura y seguida. Intentaba soltarse de las ataduras y de sacarse la máscara de su cara, ambas cosas eran imposibles.

Volví a la pared en busca de varias cosas.

Mierda, mierda y mil veces mierda. No ver y no poder despotricar eran una gran mierda. Ahora sí que me acojone. Estaba indefenso del todo. El látex de esa cosa se pegaba, por el sudor a mi cara y prensaba mi cuello como una horca. ¿En qué puto lio me había metido?

Iba a volver a rezar cuando sentí una mano enguantada pasear por uno de mi muslos y agarrar en un puño herméticamente cerrado mi polla floja. Empezó a masturbarme y joder si la condenada polla respondí a la caricia de la mano de un hombre, ¿qué cómo lo sabía?...la mano de una mujer era más pequeña, insegura y lenta a la hora de masturbarme, aunque fuera una profesional de sexo. Esta mano era grande. Fuerte y guardada por un guante negro de cuero, igual que el vampiro que convivía conmigo en el Pit. Volví a desechar ese loco pensamiento y comparación.

Pero el tema ahora mismo es que ese bastardo me estaba meneando el rabo y me estaba gustando. Intente pensar en algunas de mis chicas favoritas y la única imagen que se dejó ver, fue de ese a quien no quería poner nombre, porque no me parecía decente.

Deje de pensar. Esa manuela era muy caliente y excitante.

Necesitaba al poli con la polla dura para ponerle un anillo de acero y contención para que no se corriera hasta que yo lo ordenara. Pero cuanto más le daba viajes con la mano, más me estaba gustando como se ponía duro por mi toque y como respondía con su cuerpo. Tal vez no pudiera hablar, pero ese cuerpo de macho duro se contorsionaba como podía bajo mi experto y duro toque.

Mis ojos y cuerpo empezaron a brillar, anticipando el momento de follármelo y disfrutar de su propia sexualidad escondía bajo un manto de hombría. Algo que había mamado desde niño, pero que no lo dejaba ser el mismo, no al menos conmigo.

Puede que esa no fuera la forma de hacerle saber que él podía sentir por mí, pero era la única que yo conocía. La única en la que estaba seguro. Mis ojos no se podían despegar del brillo que disparaba su glande o de como la fina tela que recubría una polla grande, ancha y dura, bajaba y subía al ritmo de mi mano. Su calor traspasaba el cuero de mi guante haciendo que por mi mano subiera una calidez que no conocía.

Note que el momento de correrse iba a llegar y aunque me apetecía verlo y disfrutarlo, ese no ere el plan inicial y como metódico que era, me ceñiría a ese primer plan. Cuando el orgasmo del poli estuvo a punto de romper, cerré el anillo en torno a su base. Sus maldiciones y como se acordó de mi madre, llegaron alto y claro a mi cabeza. Sonreí. Al menos eso le había gustado y a mí también.

— Tranquilo poli, aún no ha llegado el momento de tu corrida. Toca jugar un poco y ver cuál es tu aguante de dolor. Grrrrr eso es lo más que me gusta del Bondage Extremo.

Cogí de nuevo la fusta y fui rodeando la mesa, dando golpes sin avisar y en zonas que le dolería pero no le rompería nada interno, no lo quería muerto. Quería que conociera el mundo tan oscuro como yo, donde me movía. Al llegar a la altura de sus pies, me metí entre ellos, donde las aspas de la mesa se abrían y le di la vuelta a la fusta. Moje con mi lengua el palo y lo empecé a mover por entre la raja que separa sus dos ricos globos de nalgas.

Una especie de gruñido intento salir de su boca y contrajo con fuerza su culo.

—Llegado el momento poli, te voy a dar un consejo…entre más fácil me lo pongas, menos te dolerá. Entre más contraigas tus nalgas duras, más te dolerá y más lo disfrutare yo.

Volví de nuevo a la fusta del revés y la solté sobre la mesa de metal. Fui hacia la barra y encendí un liado. Decidiendo cual sería mi segundo paso.

Cuando la paja se paró en seco y corto la llegada de mi orgasmo, respiré frustrado y de repente antes de que mi polla se desinflara, algo frio y de metal la rodeo dejandome sin orgasmo y tieso como un tronco y era doloroso. Lo siguiente que siento es como un palo húmedo jugar entre mis nalgas, gruñí o lo que quiera que saliera por mi boca cerrada con una cremallera y apreté con fuerzas mis nalgas. Eso no iba a pasar, ni hoy, ni nunca.

Sus palabras si acaso me pusieron más nervioso. Su seguridad me tenía andando en una cuerda floja y tanta inseguridad por mi parte me mataba.

También era curioso como perdido el sentido de la vista, los otros sentidos se agudizaban y era más consciente de todo lo que sucedía a mí alrededor. Lo había oído muchas veces, pero nunca lo había probado, hasta ahora. Oía el replicar de sus botas en el suelo. Volvía a oler el olor a liado turco y como se movía cerca de mí. Del mismo modo me llegaba el sonido de todo lo metálico que tocaba en la pared que ya conocía. Y el crujir de su pantalón de cuero. Muy de pasada me llegaba su calor corporal y el olor de su piel, no tapado por ningún champú.

Mi cuerpo ardía en cada trozo de piel que había sido golpeado y la mesa de acero se había calentado. Las ataduras me tenían brazos y piernas entumecidos. Todo mi propio cuerpo se cubría de una fina capa de sudor. Pero de todo lo que estaba sintiendo, había algo que me molestaba, la ausencia de miedo por mi parte. En su lugar había otras emociones desconocidas para mí.

Todo pensamiento se cortó, cuando algo caliente cayo en el capullo expuesto de mi polla. El calor radio por todo el tronco y quise gritar. Lo hice pero mentalmente. Siguieron cayendo brasas calientes ahí donde había sido golpeado y el dolor se mezcló con impaciencia de más.

Estar en la oscuridad me estaba volviendo loco.

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