jueves, 18 de julio de 2019

PESADILLA by VISHOUS FATED


                                                                 PESADILLA

                                                         
                             


A pesar de que no quiero dormirme, mis ojos se cierran solos. Sé lo que viene cada vez que caigo en la inconsciencia y no quiero que nada de ello pase. Joder, ¿quién iba a decir que Vishous iba a ser un puto cobarde? Nadie, en realidad, porque el primero que abriera su bocaza para, siquiera, sugerir algo como aquello acabaría con mi mano-lamparilla estampada en su puta cara.

Pero la realidad es muy diferente. Cuando mis ojos vuelven a cerrarse los obligo a volver a abrirse. No quiero dormir aunque sé que necesito el descanso que también soy consciente de que no llegará. En realidad, no.

Sé que es una puta batalla perdida. El sueño al final me vence y acabo hecho polvo sobre la cama.

Vuelvo a estar en esa puta cueva de mierda, tres siglos atrás. Mi cuerpo tiembla bajo la precaria piel de animal que me cubre y sé que está a punto de anochecer porque la mayoría de los vampiros está levantándose y está moviéndose por el lugar. No es que la llegada de la noche me haga mucha ilusión, la verdad. Sé lo que tengo que esperar de este «día». Los demás pretrans como yo también empiezan a moverse a pesar de que apenas hemos dormido un par de horas, a lo sumo.

Sí, muchos de nosotros no sobreviven demasiado. Algunos incluso mueren durante el parto. No sé cómo coño lo he conseguido yo o si siquiera llegaré a pasar mi propia transición. A Dios gracias por haber llegado hasta aquí. ¿Que quién es mi madre? Aún no lo sé, pero supongo que fue una hembra que no sobrevivió a mi nacimiento. Al menos eso es lo que quiero pensar... Cualquiera que se atreviera a acostarse con mi puto padre tenía los ovarios bien puestos. He sido testigo de sus cópulas en más ocasiones de las que me gustaría recordar así que, en parte, siento lástima por quien tuviera que tenerme.

Aparto la piel a modo de manta que me cubre y me siento. Todos los pretrans nos levantamos y vamos a esperar para poder llevarnos algo a la boca. Hombre, siempre podemos esperar a mañana por la mañana para ir al río y pescar algo con lo que alimentarnos, pero este ritual de esperar a que los adultos acaben con las presas que han obtenido se ha convertido en una puta costumbre y si ven a alguno de nosotros que no esperemos nuestro turno, siempre acaban dándole una puta paliza.

Me quedo entre las sombras, observándolo todo con atención. Para mi edad, sé que soy demasiado inteligente, demasiado astuto. Todos me odian, aunque yo no tenga ni la más remota idea de cuál es la razón. ¿Serán mis ojos? ¿O será a causa de la mano maldita que hace relativamente poco ha empezado a dar señales de vida propia? Sea cual sea el motivo, sé que siempre tengo que mirar por encima de mi hombro, siempre alerta, siempre esperando a que cualquiera decida que ha tenido suficiente de mi puta existencia e intente asesinarme.

¿Uno de los tantos? El que supuestamente se hace llamar mí jodido padre. Desde que se ha descubierto mi «poder», ha estado intentando averiguar qué cojones soy. Siempre lanzando pullas, siempre intentando que haga algo lo suficientemente malo como para tener la excusa perfecta para deshacerse de mí. Sé que no me mataría, soy su único hijo, después de todo, pero eso no significa que no lo intentaría.

Algo capta mi atención en la entrada de la cueva. El brillo de unos ojos... unos ojos dorados.

Me levanto de donde he estado sentado y sin importarme una mierda que haya varios vampiros y pretrans observándome, me dirijo hacia allí. Cuando llego lo único que veo es a otro pretrans como yo, pero sé que hay algo diferente en él. No es «malo», pero tampoco es «bueno». Salgo y lo siguiente que veo es a mi padre salir detrás de mí y sonreír con tal crueldad que hace que me estremezca de pies a cabeza. Lo primero que sé es que mi ojo se ha vuelto absolutamente blanco y sólo soy consciente de que de mis labios sale una sola palabra:

—Butch...

Y antes de que pueda reaccionar veo cómo una de las dagas de mi padre atraviesa el pecho de ese chico y que la sangre mancha mi piel mientras corro hacia adelante para evitar que el otro caiga de bruces al suelo. Puedo sentir cómo mi corazón deja de latir, cómo el dolor rasga mi ser y no soy consciente de que estoy gritando mientras gruesas lágrimas bajan por mis mejillas y le sostengo entre mis brazos.

Despierto y doy un salto. Mi garganta quema como una hija de puta y no me doy cuenta hasta que la puerta entreabierta de mi cuarto se abre de par en par de que aún sigo gritando de forma desesperada.

— ¿V? Joder. ¡V, cálmate!

Tiemblo de forma descontrolada y siento que la luz de mi mano empieza a tomar el control de mi cuerpo a marchas forzadas y no sé quién es el que me está agarrando y sacudiendo para que vuelva a la consciencia pero si no se aparta acabará achicharrado.

—¡¡Fuera!! —ladro como buenamente puedo, intentando empujar a esa persona lejos de mí, lejos de esa incineradora ambulante. Joder, joder, joder... sea quien sea voy a acabar matándole.

— ¡Vishous, soy Butch! —le oigo gritarme. ¿Butch? No. Él está muerto, mi padre le mató siendo un pretrans, él... él murió entre mis brazos y yo no pude hacer nada.

—¡¡No!! —contesto y le empujo para apartar a aquella persona de mí, me remuevo y acabo cayendo de la puta cama a causa de las sábanas enredadas en mis piernas. Y es entonces cuando al fin logro enfocar mi consciencia con la realidad y le veo ahí plantado, de rodillas sobre la cama, mirándome con horror y preocupación. ¿Y quizás algo de compasión? Mierda—. ¿Butch? —mi voz sale absolutamente ronca. Le veo asentir lentamente como si esperara a que volvieran a cruzárseme los cables y no le culpo. Realmente, no.

—Ya ha pasado. Ha sido un sueño.

—Un sueño... —gruño—. Más bien una puta pesadilla.

— ¿Quieres...?

—No. Ni hablar. No. Voy. A. Decir. Una. Puta. Palabra.

Síp, ahí estoy otra vez. Tan tozudo como una puta mula. ¡Yupi!

Me levanto y desenredo las sábanas de mi cuerpo, agarrando uno de mis bóxers en el proceso para ponérmelos de espaldas al Symphath. Camino hacia la puerta y salgo para agarrar un vaso y la botella de Grey Goose. Me sirvo una buena cantidad y vacío el vaso de un solo trago. La quemazón del alcohol al bajar por mi garganta irritada es una puta bendición.

Sé que el otro me está observando desde el umbral de la puerta de mi habitación pero hago mi mejor esfuerzo por ignorarle. Vuelvo sobre mis pasos, me pongo un pantalón de chándal y una camiseta, meto algo de ropa de combate en la bolsa de deporte, la cierro y me giro para toparme con el otro con el ceño fruncido mientras me observa.

—Voy a machacarme en el gimnasio —le informo, aunque no hace ni puta falta. Antes de que pueda soltar algo por esa boca, le aparto de mi camino y salgo del Pit por el túnel que está bajo la mansión.

No voy a enfrentarme a esto ahora mismo. Simplemente, no puedo hacerlo.






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